jueves, 9 de septiembre de 2010

Paseando su realidad


Un color negro profundo es lo único que se atisba en su habitación y el relajante sonido silbante que producen las aspas del aire acondicionado que tiene encendido justo encima de su cama.
Se va dejando llevar por pensamientos abstractos y un tanto fuera de lugar, incluso llegaría decir hasta de tono para dar cabida finalmente a conjuntarse con ese tapiz negro de su estancia tumbado en su cómoda cama; se termina durmiendo.
Son casi las tres de la mañana y su cuerpo esta totalmente en coma, en un coma dulce del que jamás querría salir sin duda alguna, pero algo le dice que una incordiante lata con números en un circulo y flechas que los marcan según en el momento que se encuentren va a trastocar la paz y la alegría y algo más que monotonía.
RRRRRIIIIIIINNNNNNGGGGGGG¡¡¡¡¡, y con él, el sobresalto llegó. Pega un tortazo fuerte a ese trasto para que se calle de una puñetera vez, y envuelto en sudor y alguna babilla que le cuelga de su boca, empieza a darnos un pequeño concierto de ruidos huesudos y secos a la hora de mover su cuerpo.
Instantes de baño, en donde prefiere pasar desapercibido ante el espejo, pues lo que vé en esos momentos no es digno para él, aunque aprovecha para quitarse alguna otra legaña que tiene colgando de dos pestañas.
El agua purifica, o al menos eso dicen, y como tal, mete su cabeza debajo del grifo del blanco lavabo, justo antes de dar un gritito un tanto ensordecedor por aquello de que el agua fría, mas que fría estaba un tanto helada. Aun sigue ruborizado y cabreado por el ambiente que le toca y espera vivir los próximos meses.
Una vez totalmente húmedo, como puede, da un salto a su estancia dormitoria un tanto enrarecida y cargante, quizá por las horas que llevó en ese estado de hermética antiambiental. Da un manotazo al interruptor de la luz y las paredes comienzan a realizar murmullos, tanto así, que parecieran quejarse de la luz que les entró de sopetón y las cegara por completo. Se dirige a su honesto y humilde armario y coge el primer pantalón y camisa que sus ojos deslegañados le dejan ver. Como quien no quiere la cosa comienza a despelotarse quedandose tal y como su madre lo trajo al mundo, a la par que sube la persiana con gesto rápido para comprobar así que sus ojos se tornarían más tristes aún: estaba gris y lloviznaba.
Su cuerpo comenzaba a enfriarse y pedía a gritos calor, y como del humano no existía por ningún rincón, tuvo que conformarse con irse colocando una a una todas las prendas de vestir que había elegido para tal ocasión tan especial.
Una vez vestido y untado su cabeza con un megunge transparente y viscoso para transformar su bosque de pelo negro en una montaña de mil púas, bajo las escaleras hasta la cocina, y un nuevo reencuentro le esperaba con su amada cafetera.
Sonaba como un tren descarrilado pero hacía buen café para su gusto, aguachinado para el mío. Dos pastillitas de gluconato, que viene mejor que el azúcar y su garganta fría y su abultada nuez comenzaron a engullir una taza de cafeína pura y dura.
Una vez terminada su taza, se reconcilió con el espejo del baño de abajo puesto que ahora si estaba algo más presentable su imagen, aunque no se le dibujaba sonrisa por ningún sitio, que raro en él.
Miró algo desorientado por el salón, oscuro aún, por la falta de visibilidad solar y como quien no supiera donde estaba el botón que activaría las regletas de luz de su techo, cogió las llaves de su coche que estaban encima del aparador, las metió en un pequeño bolso negro con una chapa troquelada en donde se podían divisar unas iniciales, se colgó dicho bolso a la par que en el reloj del pasillo sonaban dos campanas que anunciaba la hora actual, las ocho de la mañana.
Lejos de alegrarse, su enfado llegó a resultar doble enfado, agarró el picaporte de la puerta blanca que seguro daría al umbral de la ciudad. Una ciudad gris y mojada, llena de coches por las calles, de luces y bocinas coñazo, de gente sin rumbo y con rumbo a la vez... gente que como él mira hacia atrás añorando los meses de sol, mar y de relax para afrontar el presente lleno de quejas, trabajo y duro trabajo... gente que como a él, les toca ir paseando su realidad... y de camino a la oficina se le escuchaba decir muy bajito un... bienvenido jodido Septiembre¡¡¡

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