sábado, 18 de septiembre de 2010

A un pilar de ladrillos


Fue un acierto el pensar que en una tarde de estío de paso al oro otoñal algo allí le estaba esperando, y fiel a sus pensamientos, esclavo tal vez, no vaciló a la suerte y a ese lugar se encaminó.
Su cara era el reflejo del alma, del momento en definitiva que estaba pasando, y ni por asomo se tornó ligeramente alegre sino más bien todo lo contrario.
De camino al lugar, solo le acompañaba el ruido del motor de su coche, y el paisaje que poco acogedor se le antojaba le hacía más aun tener la cabeza en otras cosas que ni tan siquiera en el volante de su auto.
No llovía y tampoco se atisbaba un simple acoplo de nubes en el cielo, todo estaba al descubierto y el manto azul teñido con los débiles rayos de un sol tardío, dejaba entrever un poco la luz antes de llegar la noche.
Serían las 7 de la tarde, cuando a golpe de freno de pie y de mano, el coche paró en su destino, un destino casi automático para él.
Bajó del coche y torciendo levemente la cabeza hacia su lado derecho, pudo ver como el gran portalón pintado de un verde oscuro le aguardaba impaciente para acogerle la entrada.
Una vez traspasada la barrera de lo humano, del dolor, y de todos los males del mundo por así llamarlos, tras el portalón pasaba a la hectárea del descanso eterno, del fin de un camino, unos demasiado pronto y otros demasiado rápido tal vez, y que con sus flores de varios colores daban la bienvenida.
Tras un momento de silencio absoluto, ya que no había ningún alma (viva, en aquel lugar) dirigió sus pasos al módulo B que estaba a unos cuantos metros de la entrada al cementerio.
A medida que iba llegando, su cabeza se iba llenando de más y más tristeza, y se confundían con recuerdos de la infancia y que de algún modo u otro querían hacerse notar ahí. Varias de lápidas aguardaban en sus parcelas, algunas comidas por el polvo aguardando que alguna vez llegara quién les diera un agua de vez en cuando,más solo recibían la visita de varias avispas atraídas por el color del mármol y poco más. En otras en cambio había flores de todo tipo pero ligeramente secas, y otras estaban en proceso de ser construidas ya que no por mucho tiempo, dejarían de estar desocupadas.
Después de haber andado un tiempo por ese parque temático de la muerte, con todos los debidos respetos, llegó a un palé de ladrillos rojos en donde se encontraba el ser que en su momento significó algo importante en su vida, y como tal tenía sentido el ir a visitarle. Esos ladrillos eran la cárcel, la morada, la estancia de su cuerpo del que le fue arrebatada su alma y que por extrañas cosas de la vida y de las convicciones religiosas para algunos sigue vagando entre los vivos y para otros esta presente en el cuerpo de otro ser nuevo que nacería.
Las hojas de los cipreses caían encima de su pequeño panteón no construido ni lucido y con un ligero movimiento de su mano repasó un poco lo que esas hojas fueron manchando.
Por un momento pensó que lo estaba acariciando y que al llegar a ese lugar donde descansaba en paz, le estaba hablando a modo de saludo, como él siempre solía hacer al verlo entrar por la casa.
Hubo tiempo para derramar una sola lágrima, pues siempre fue muy suyo para dar a demostrar sus sentimientos, pero se le escapó a traición.
A lo lejos, el sonido que parecía ser de una campana un tanto estruendosa y grande, hizo que el momento que allí se estaba fraguando quedara roto por completo y con una rapidez débil, llegó el momento de la despedida no sin antes pedirle algo vital en su vida, para ello quizá egoístamente por su parte había ido.
Una vez terminada la petición, volvió a sobrecogerle el silencio absoluto, se giró y con paso ligero como si se tratase de jurar bandera, no volvió la vista atrás y de nuevo una lágrima fue resbalándose por su cara hasta llegar a la loseta empedrada.
De nuevo en el gran portalón, tras él, le esperaba el ruido de los coches de la carretera contigua, la gente con sus bolsas de compra de un lado para otro, la agitación diaria... pero se fue con la esperanza de que su plegaria hubiera llegado a buen puerto. ¿Se cumpliría?, quien sabe... solo tendrán fé de ello él y el pilar de ladrillos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario