sábado, 18 de septiembre de 2010

A un pilar de ladrillos


Fue un acierto el pensar que en una tarde de estío de paso al oro otoñal algo allí le estaba esperando, y fiel a sus pensamientos, esclavo tal vez, no vaciló a la suerte y a ese lugar se encaminó.
Su cara era el reflejo del alma, del momento en definitiva que estaba pasando, y ni por asomo se tornó ligeramente alegre sino más bien todo lo contrario.
De camino al lugar, solo le acompañaba el ruido del motor de su coche, y el paisaje que poco acogedor se le antojaba le hacía más aun tener la cabeza en otras cosas que ni tan siquiera en el volante de su auto.
No llovía y tampoco se atisbaba un simple acoplo de nubes en el cielo, todo estaba al descubierto y el manto azul teñido con los débiles rayos de un sol tardío, dejaba entrever un poco la luz antes de llegar la noche.
Serían las 7 de la tarde, cuando a golpe de freno de pie y de mano, el coche paró en su destino, un destino casi automático para él.
Bajó del coche y torciendo levemente la cabeza hacia su lado derecho, pudo ver como el gran portalón pintado de un verde oscuro le aguardaba impaciente para acogerle la entrada.
Una vez traspasada la barrera de lo humano, del dolor, y de todos los males del mundo por así llamarlos, tras el portalón pasaba a la hectárea del descanso eterno, del fin de un camino, unos demasiado pronto y otros demasiado rápido tal vez, y que con sus flores de varios colores daban la bienvenida.
Tras un momento de silencio absoluto, ya que no había ningún alma (viva, en aquel lugar) dirigió sus pasos al módulo B que estaba a unos cuantos metros de la entrada al cementerio.
A medida que iba llegando, su cabeza se iba llenando de más y más tristeza, y se confundían con recuerdos de la infancia y que de algún modo u otro querían hacerse notar ahí. Varias de lápidas aguardaban en sus parcelas, algunas comidas por el polvo aguardando que alguna vez llegara quién les diera un agua de vez en cuando,más solo recibían la visita de varias avispas atraídas por el color del mármol y poco más. En otras en cambio había flores de todo tipo pero ligeramente secas, y otras estaban en proceso de ser construidas ya que no por mucho tiempo, dejarían de estar desocupadas.
Después de haber andado un tiempo por ese parque temático de la muerte, con todos los debidos respetos, llegó a un palé de ladrillos rojos en donde se encontraba el ser que en su momento significó algo importante en su vida, y como tal tenía sentido el ir a visitarle. Esos ladrillos eran la cárcel, la morada, la estancia de su cuerpo del que le fue arrebatada su alma y que por extrañas cosas de la vida y de las convicciones religiosas para algunos sigue vagando entre los vivos y para otros esta presente en el cuerpo de otro ser nuevo que nacería.
Las hojas de los cipreses caían encima de su pequeño panteón no construido ni lucido y con un ligero movimiento de su mano repasó un poco lo que esas hojas fueron manchando.
Por un momento pensó que lo estaba acariciando y que al llegar a ese lugar donde descansaba en paz, le estaba hablando a modo de saludo, como él siempre solía hacer al verlo entrar por la casa.
Hubo tiempo para derramar una sola lágrima, pues siempre fue muy suyo para dar a demostrar sus sentimientos, pero se le escapó a traición.
A lo lejos, el sonido que parecía ser de una campana un tanto estruendosa y grande, hizo que el momento que allí se estaba fraguando quedara roto por completo y con una rapidez débil, llegó el momento de la despedida no sin antes pedirle algo vital en su vida, para ello quizá egoístamente por su parte había ido.
Una vez terminada la petición, volvió a sobrecogerle el silencio absoluto, se giró y con paso ligero como si se tratase de jurar bandera, no volvió la vista atrás y de nuevo una lágrima fue resbalándose por su cara hasta llegar a la loseta empedrada.
De nuevo en el gran portalón, tras él, le esperaba el ruido de los coches de la carretera contigua, la gente con sus bolsas de compra de un lado para otro, la agitación diaria... pero se fue con la esperanza de que su plegaria hubiera llegado a buen puerto. ¿Se cumpliría?, quien sabe... solo tendrán fé de ello él y el pilar de ladrillos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

¿Un nuevo camino?


Las 4:57 de la tarde, y por cada lóbulo de su cerebro van circulando a marchas forzadas todo tipo de pensamientos, no del todo positivos, y más bien rozando la negatividad en su totalidad.
Tiene 29 años y ya está cansado de luchar, como diría la estrofa de esa canción tan popular de los 60 evocando a la libertad. Y es que por sus lozanos años han ido pasando numerosos trenes que en su estación nunca se quedaron, bien por su pesimismo abrumador, bien porque las vías de comunicación estaban demasiado enmarañadas con la desconfianza o porque se limitaba a mirar para otro lado, temiendo comprometerse de lleno en una ilusión, en una idea, en un amor, por miedo a lo que todo bicho viviente tiene en este mundo que nos toco vivir... miedo a sufrir.
Hoy por hoy, semi-atrás dejó las voces de aquellos que en su día utilizaron su persona como arma de doble filo para urgar como quién escarba en carne podrida entre sus sentimientos duros y afables a la vez, tornándolos de insultantes toques que a punto estuvieron de provocarle lo que finalmente consiguieron: verse sumido en una profunda burbuja de la cual, por miedo a recibir aire, no quiso dejar de lado.
Pero los días de rebozarse la cabeza con una almohada llena de plumas en un cuarto oscuro han pasado como cuatro estaciones de tiempo tiene la vida, como 24 horas marca el reloj y los meses van pasando de 12 en 12. Y él, sigue viendo la vida pasar cuando levanta la persiana de su ventana y siente por su cuerpo ese cansancio que le da el no querer a veces seguir estando ahí.
Hoy ha querido dar un paso hacia adelante, no se cuanto le durará, pero esta convencido de que es lo mejor para sí mismo, sin pensar en los demás, pues su vida hasta ahora fue eso, un calco de lo que querían o esperaban los demás de él y a cada fracaso que se le antojaba en el camino dado, un amasijo de cristales puntiagudos se le clavaban en lo mas profundo de su alma dañando incluso físicamente su piel.
Hoy ha escogido un nuevo camino, que se torna interrogativo, como la mayoría de los atajos que creyó fáciles, tomó en su día pero que la cruel y a veces astuta vida le proporcionó un traspiés para saltar a otro por donde él nunca supo caer. Eligió un nuevo sendero que sin duda alguna, quiere pensar que su final sea la luz que alumbre la positividad que él necesita en su día a día.
Ahora es tiempo de nervio, de incertidumbre, de volver a recordar lo malo vivido porque le resulta inevitable, es tiempo de intentar ver el lado positivo de la cosa porque seguro que lo tendrá, de sentir que haces lo correcto y sobre todo, es tiempo de tirar para adelante y solamente hacia atrás... para coger impulso.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Paseando su realidad


Un color negro profundo es lo único que se atisba en su habitación y el relajante sonido silbante que producen las aspas del aire acondicionado que tiene encendido justo encima de su cama.
Se va dejando llevar por pensamientos abstractos y un tanto fuera de lugar, incluso llegaría decir hasta de tono para dar cabida finalmente a conjuntarse con ese tapiz negro de su estancia tumbado en su cómoda cama; se termina durmiendo.
Son casi las tres de la mañana y su cuerpo esta totalmente en coma, en un coma dulce del que jamás querría salir sin duda alguna, pero algo le dice que una incordiante lata con números en un circulo y flechas que los marcan según en el momento que se encuentren va a trastocar la paz y la alegría y algo más que monotonía.
RRRRRIIIIIIINNNNNNGGGGGGG¡¡¡¡¡, y con él, el sobresalto llegó. Pega un tortazo fuerte a ese trasto para que se calle de una puñetera vez, y envuelto en sudor y alguna babilla que le cuelga de su boca, empieza a darnos un pequeño concierto de ruidos huesudos y secos a la hora de mover su cuerpo.
Instantes de baño, en donde prefiere pasar desapercibido ante el espejo, pues lo que vé en esos momentos no es digno para él, aunque aprovecha para quitarse alguna otra legaña que tiene colgando de dos pestañas.
El agua purifica, o al menos eso dicen, y como tal, mete su cabeza debajo del grifo del blanco lavabo, justo antes de dar un gritito un tanto ensordecedor por aquello de que el agua fría, mas que fría estaba un tanto helada. Aun sigue ruborizado y cabreado por el ambiente que le toca y espera vivir los próximos meses.
Una vez totalmente húmedo, como puede, da un salto a su estancia dormitoria un tanto enrarecida y cargante, quizá por las horas que llevó en ese estado de hermética antiambiental. Da un manotazo al interruptor de la luz y las paredes comienzan a realizar murmullos, tanto así, que parecieran quejarse de la luz que les entró de sopetón y las cegara por completo. Se dirige a su honesto y humilde armario y coge el primer pantalón y camisa que sus ojos deslegañados le dejan ver. Como quien no quiere la cosa comienza a despelotarse quedandose tal y como su madre lo trajo al mundo, a la par que sube la persiana con gesto rápido para comprobar así que sus ojos se tornarían más tristes aún: estaba gris y lloviznaba.
Su cuerpo comenzaba a enfriarse y pedía a gritos calor, y como del humano no existía por ningún rincón, tuvo que conformarse con irse colocando una a una todas las prendas de vestir que había elegido para tal ocasión tan especial.
Una vez vestido y untado su cabeza con un megunge transparente y viscoso para transformar su bosque de pelo negro en una montaña de mil púas, bajo las escaleras hasta la cocina, y un nuevo reencuentro le esperaba con su amada cafetera.
Sonaba como un tren descarrilado pero hacía buen café para su gusto, aguachinado para el mío. Dos pastillitas de gluconato, que viene mejor que el azúcar y su garganta fría y su abultada nuez comenzaron a engullir una taza de cafeína pura y dura.
Una vez terminada su taza, se reconcilió con el espejo del baño de abajo puesto que ahora si estaba algo más presentable su imagen, aunque no se le dibujaba sonrisa por ningún sitio, que raro en él.
Miró algo desorientado por el salón, oscuro aún, por la falta de visibilidad solar y como quien no supiera donde estaba el botón que activaría las regletas de luz de su techo, cogió las llaves de su coche que estaban encima del aparador, las metió en un pequeño bolso negro con una chapa troquelada en donde se podían divisar unas iniciales, se colgó dicho bolso a la par que en el reloj del pasillo sonaban dos campanas que anunciaba la hora actual, las ocho de la mañana.
Lejos de alegrarse, su enfado llegó a resultar doble enfado, agarró el picaporte de la puerta blanca que seguro daría al umbral de la ciudad. Una ciudad gris y mojada, llena de coches por las calles, de luces y bocinas coñazo, de gente sin rumbo y con rumbo a la vez... gente que como él mira hacia atrás añorando los meses de sol, mar y de relax para afrontar el presente lleno de quejas, trabajo y duro trabajo... gente que como a él, les toca ir paseando su realidad... y de camino a la oficina se le escuchaba decir muy bajito un... bienvenido jodido Septiembre¡¡¡

martes, 24 de agosto de 2010

Solo los dos


En una pequeña villa cercana a la gran ciudad, discurrian los dias grises como las aves pasaban revoloteando en busca de un misero mendrugo de pan comido por el moho. Y es que por aquella época, en la que el resonar de tambores de guerra y escopetas cargadas de balas mortiferas las cuales aun no tendrían dueño definitivo, era lo único que primaba... olores a una guerra venidera y debastadora.
En España los ajetreos políticos se sucedían al instante y José, que era un pequeño hojalatero de mala reputación, obviaba esos temas bien porque su pobre mente no daba más alla de los pocos meses que estuvo en la escuela de San Pedro y de las cuatro reglas mal sabidas enseñada por su comadre que se hizo cargo de él desde que era muy pequeño. El prefería ir de lugar en lugar buscando por los contenedores cualquier pieza brillante de lata o de metal para subirlas posteriormente a su carromato un tanto oxidado en sus entrañas por el mal tiempo que le acaeció en la interperie de su vivienda chabolesca. Nunca le faltó nada para meterse a la boca, eso decía orgulloso a aquellos que intentaban reprimirle por su simple hecho de tener la piel del color de la aceituna, y siempre tenia en su cara una sonrisa un tanto dibujada de tristeza y a veces de valentía porque cualquier sobresalto que se le presentaba; como cuando la pareja de cíviles lo mantuvieron encerrado dos semanas en una choza por haber robado cuatro arrobas de lentejas del puesto de doña Engracia; salía airoso de el mismo.
Víctima del miedo que acontecia en las calles con la llegada de los soldados combatientes, muchos de los habitantes de la villa salieron huyendo despavoridos con lo mucho o poco que sus carros y sus propias manos dejaban llevarse, pues lo principal era salvar sus vidas.
José y su comadre solo se tenían el uno al otro y ésta última rondaba ya los 80 años como poco, por lo que pidió a su ahijado que se fuera sin ella puesto que no querría serle de mucha carga y en su estado de salud, un tanto decaído, sin duda que lo sería.
Tras sollozos, lágrimas, negativas y demás ella consiguió que su José se despegara de ella y quedarse en la villa junto con otros cuantos de habitantes que le harían un pulso a la contienda que pocos dias después tendrían que sufrir en sus propias carnes... el fuego de los fusíles.
Caminó, caminó, caminó por muchos parajes desconocidos, caminos inciertos, oscuros, matorrales infernales, rios turbios a los que tuvo que ir a nado, exhausto, dias enteros usando como unica herramienta sus dos piernas que ya se estaban entumeciendo y llenando de llagas infectadas por la falta de higiene, hasta que una noche, dejando su mente sentada al lado de su comadre con quien tantas y tantas tardes habia estado tomando una tacita de cafe de puchero, se desvaneció y cayó a una poza.
Al abrir los ojos se encontró en una pequeña habitación despoblada de muebles, pero que para él era como un pequeño palacio a juzgar por las estancias en las que el pobre pudo posar de vez en cuando su cuerpo pues jamás habia dormido en una cama sino más bien en un saco de arroz lleno de alpahaca que el señor Paco le cambiaba por cuatro latas de aceite que se encontraba junto a los surtidores de la estacion de ferrocaril.
Cuando poco a poco fue recobrando el conocimiento y más se iba dando cuenta de que no era un sueño lo que el tenía sino más bien una realidad certera se le apareció una mujer bastante lozana y con una melena rizada que paraba su desprendimiento al llegar a la espalda.
-¿Donde estoy?- preguntó con voz aquejada. -En Madrid, te encontramos tirado en una poza a las afueras de Carabanchel pero descuide, solo ha sufrido un desvanecimiento y poco mas que deshidratación, se recuperará. Disculpe pero soy Angela, su enfermera.
Esas palabras le sonaron a gloria puesto que ya no solamente se encontraba bien cuando pensaba que habia llegado su fin, sino que tenía enfrente a alguien a quien el querría como su amor, su vida y la madre para sus futuros hijos.
Vino todo rodado, su pronta recuperación y el comienzo a trabajar como mecánico para el padre de la amable enfermera que le cuido en todo momento durante su estancia en el hotel Ritz... dicho hotel fue transformado en hospital de campaña debido a la guerra y hasta su fin no podría albergar solamente más que pacientes, médicos, enfermeras.
Del conocimiento de ambos se pasó a la cercanía y ésta dejó las puertas entreabiertas para la amistad más pura, necios al no saber que algo se complicaría muy pronto.
Ella provenía de una familia acomodada y muy católica que por aquellos años se estilaba mucho, tenían cultura y buen hacer para con todo el mundo, iban a fiestas de altos cargos de la época y ella no podía despintar teniendo un amor un tanto ajeno a todo aquello y sobre todo de raza gitana, estaría muy mal visto.
Las idas y venidas en horas intempestivas hacían presagiar lo peor a los padres de Angela que pronto se dieron cuenta de que algo en su actitud no era normal y la siguieron, cuando se dieron de bruces al ver lo que vieron... su hija besandose con el pobre mecanico gitano de su flota de autobuses¡¡¡
Lo que vino despues se escapa al razocinio de cualquier persona caval: reproches poco infundados, excusas mal trechas, insultos bajos, prohibiciones por doquier y amenazas a la antigua usanza, todo ello mezclado con el amargo sabor de lo que en todo ello desembocaba... un adios insofacto que les desolaria el jardín que a base de esfuerzo fueron creando y que en pocos segundos acabaría siendo pasto de las llamas de la injusticia mas severa.
A pesar de contar con 23 años, la joven fué mandada por recomendación del señor Galván de Ahillones, amigo y empresado muy reputado del padre de la chica, a ejercer su profesión como cuidadora enfermera a las afueras del país, concretamente a Portugal, de mano de una religiosa que llevaba en su mando la misión contra la guerra y alli atendia junto a sus hermanas misioneras a todo aquel caído o derrotado en la guerra del pais vecino. Hacian falta muchas mas manos para tan poca ayuda y cualquiera que viniera con el claro fin de ayudar seria bien recibida.
Ella tenía clarísimo que su fin era ayudar a los necesitados tanto en espiritu como en salud, pero también sabía que su marcha era para romper lazos con su agitanado amor quien tanto quería y adoraba.
Pero una madrugada, el coche que la transportaría hasta la estación de Atocha llegó y al arrancar el tren e ir rodando paso a paso por las vias del anden, se iban desgranando cada uno de los sueños que querían materializar en no muy lejano momento y que ya no volverían jamas. Una mirada tras el cristal del tren, un acomodo de pelo, una lagrima atravesandole la cara y un hasta quien sabe cuándo amor mio.
Pasaron muchos años tras de esa despedida en la que José no estuvo presente, muchas penalidades que tuvo que sufrir luchando en el frente de la guerra al ser llamado para cubrir filas por los caídos en ella. En ningún momento se olvidó de ella, sobre todo cuando sus compañeros se mofaban de él regalandole improperios referentes a su raza que el con un traspiés se los despegaba. Él se alimentaba de recuerdos y de pensamientos positivos pues en el fondo creía que su amor jamás se acabaría por muy lejos que estuviera el uno de la otra, por muchas adversidades que tuvieran que sufrir como pago a ese amor tan puro, por mucho que las diferencias raciales se hicieran palpable a los ojos de muchos pero que por encima de todo aquello, ellos volverían a ser felices.
Desafortunadamente, una noche de guardia, un proyectil que provenía de un helicóptero militar, impacto sobre la garita donde José y sus compañeros, más de ocho, estaban descansando y quedo solamente la luz brillante y centelleante que la metralla contra los cuerpos de cada uno dejaba escapar.
Una carta llegó a las manos de la ajetreada enfermera, que por aquel entonces se volcaba en su trabajo para no tener que pensar en lo difícl que se le hacía estar separada de José. De pronto, una vez subio su mirada tras leer la carta su cara pareció palidecerse, sus labios tiritaban cerrados siendo el preludio de una cascada de amargas lágrimas que al poco habrían de caerse de sus ojos claros, pues su amor había caído.
Cogió la carta, subió tan rápido como pudo las escaleras hacia una sala vacía y allí se sento, cercana a una gran ventana que daba al patio exterior. Miró al cielo y como si estuviera en el tren donde se despidió amargamente de todo al irse a donde ella ahora mismo estaba, lejos de su amor, cerró los ojos y volvió por unos minutos atrás: "Cariño, te quiero tanto y tanto me haces feliz, que cada día me acuerdo menos de lo malo y triplico lo bueno a tu lado. Oh tanto amor me das que en mi muerte que espero que sea tarde me sentiria dichoso por lo que me he llevado de ti. Me encantaría estar contigo el resto de mi vida, tu y yo, solo los dos".
En la mano derecha tenía un monton de píldoras utilizadas para los combatientes caídos con el fin de paliarles el dolor que les producían sus cuantiosas heridas y amputaciones. Se contaban como unas cincuenta pastillas todas del mismo color.
Una a una, fue metiéndoselas en la boca, como el que come pipas y se las traga sin pelarlas ni nada, así hasta treinta, y ya se iba encontrando un poco indispuesta, pero no tanto como para no llegar a la cincuenta pastilla. Ella quería desaparecer, su amor era tan fuerte que ni la muerte quería que se lo arrebatara. Y al son de la última pastilla dirigida a su boca, su mente volvió a retonarse al pasado y su voz en el presente más absoluto se dijo... tu y yo... solo los dos.

martes, 6 de julio de 2010

Digna indignidad


Desde muy pequeña ya apuntaba maneras. Y es que Diana, que es así como sus padres en comunión con Dios quisieron llamarla, no era una chica de lo mas corriente en el pueblo. Quizá fue así, porque desde antes de que comenzara a dar sus primeros pasos por la vida, tuvo enajenada la figura de su madre, que víctima de una terrible enfermedad fue a engrosar otro número, otra lápida, otro hueco, de aquel oscuro cementerio.
Era la segunda de tres hermanos, todos varones, e hija de un carpintero muy entregado a su profesión, tanto así, que la pobre Diana tuvo que hacer las veces de hija, mujer, e incluso chacha de la casa, a pesar de que tenia tres hermanos con los cuales la relación que prodigaba era la del mínimo contacto.
Sin duda alguna, vivía en el seno de una familia totalmente desestructurada que apenas le concedían un atisbo de cariño.
Mientras lavaba la loza en aquel fregadero del patio comenzó a acordarse de cuando su cuerpo por primera vez se estaba preparando para ser mujer, de como al ver que un extraño escape de color rojo por la zona genital le hizo llorar a mares temiendo de que podría ser algo grave y sobre todo, sin que en esos instantes pudiera tener el apoyo o cariño de los suyos sino todo lo contrario.
Y como esas cosas, tuvo que tragar miles en sus años de adolescencia pues en su colegio, las veces que podía asistir, sus compañeras la utilizaban como objeto de sus burlas y risas por como vestía tan masculinamente.
Lo mejor de Diana es que nunca dejó que eso le afectara y pudo proseguir su vida académica de una manera normal.
Con el paso del tiempo, ella reafirmó lo que todo el pueblo murmuraba a sus espaldas de una manera soez y en potencia insultante... la hija de Justina es tortillera.
Y si, la verdad que era el mejor plato que le encantaba cocinar, con sus patatas, su cebolla, su aceitito de oliva y sus huevos poco cuajados, pero no así le gustaba que se dirigieran a ella de tales formas, por lo que puso fin a tanto comentario homófono.
Su familia nunca aceptó las convicciones afectivas que Diana tenía, por lo que su padre decidió darle un ultimátum antes de que todas las personas de la zona marcaran su casa como punto negro. Fue ahí donde ella comprendio que nunca habría la posibilidad de ser una familia normal, de quererse como ella realmente quería quererlos, con sus virtudes y sus defectos, y en un momento casi tenia ganas de echarle en cara todos los años malos que había pasado ejerciendo un papel que a ella por su edad no le correspondía, pero al momento también consideró que sería como hablar al viento, y ese viento ya no tenía fuerzas para poder hacer llegar el mensaje.
Una mañana, temprano, su padre se levantó para ir a faenar y bajando a la cocina se encontró una pequeña nota pegada a un lado de la ventana. En esa nota había una fotografía antigua de su difunta esposa que cogía en sus brazos a un bebe enternecedor y tres pequeñuelos a su alrededor con cara de pillos, y justo al lado de esa estampa se encontraba él. En un pequeño espacio en blanco había escrita una nota con letras grandes en las que se podía divisar lo siguiente: en esa foto sonreíais, me queríais y pensé que eso jamás cambiaría a pesar de la muerte de madre. Hoy ese bebe vuela y se va de vuestro lado porque vosotros así lo queréis, ya que el que pueda llegar a amar a una mujer no os parece digno. Pues padre, gracias por haberme abierto la veda... para así poder vivir lejos con mi digna indignidad.

domingo, 27 de junio de 2010

Un halo de vida


De un momento a otro, saldría a la luz aquel pizpireto muchachito de las entrañas de su madre. Con la piel morena, que pareciera como si un reguero de alquitrán se vertiera por toda ella, simulando un camino asfaltado.
Y como tal camino, Gabriel, que así se llama, fue con pies torpes intentando andarlo a pesar de las trabas que se fue encontrando por él.
Que duda cabe de que es muy querido y respetado por todos los que le conocemos, y en su momento más difícil tuvo a su musa al lado, aquella que le tomaba la mano a los pies de esa cama fria de hospital para decirle con voz melancólica y entristecida: iremos saliendo poco a poco de ésta, ya lo verás... y así fue.
Hoy, en un dia como este, hace muchos años atrás, yo personalmente quiero darle las gracias a quien tenga que darlas por haberme permitido conocer a una buena persona, de esas que jamás quieres olvidar, que son humildes y lo dan todo de si mismo, a quien sabes que de ella encontrarás una palabra de aliento y esperanza y sobre todo racional.
Hoy mi querido Gabriel, cumple un añito más en su camino que casí le cuesta la vida, y gracias a ello puede disfrutar de los suyos y por extensión me hace disfrutar a mi de él.
Me alegro poder darle un espacio en este blog, que ya anteriormente se lo habia concendido, pero ahora para poderle dar las gracias por ese halo de vida que ha irradiado y esperamos todos los suyos que irradiará siempre.
PORQUE TE QUEREMOS TE DESEO, FELIZ DIA DE TU 11 ANIVERSARIO

viernes, 25 de junio de 2010

Estío


A la apertura tenue de los ojos pude descubrir lentamente que un nuevo día se presentaba a mis pies.
Subí la persiana todo lo rápido que me dejaba el estar aún adormilado y en ese momento descubrí una explosión de color a la vista y al tacto que, a punto estuvo de cegarme durante unos minutos. Abrí la ventana y allí estaba, radiante, caliente, agobiante, refrescante... el verano.
Es una palabra que en cierto modo produce regocijo y alegria cuanto más se van agotando los días anteriores a su llegada. Cambiamos los pañuelos y las pastillas de resfriados, por las chanclas y los helados, en fin, para muchos es la mejor época del año.
Tu piel, comienza a adaptarse a las grandes cantidades de sal que van a tener que hacer frente y nos pide el razocinio interno de intentar adquirir algun mejunje para poder protegerla e hidratarla. Otros optan por achicharrarse vivos hasta el punto en que nuestra fiel amiga piel se nos enfada y rechista en forma de dolor.
Pero lejos de todos estos topicazos veraniegos, de fiestas por doquier, de desfases, de vacaciones a los sitios mas recónditos del mundo (quienes se lo puedan permitir), yo quiero acordarme muy especialmente, nuevamente repetirme lo sé, de alguién que ya dudosamente podría esbozar una carcajada si le leyera algo de lo que he podido haber escrito durante el tiempo que llevo en esta andadura... mi querido abuelo.
Y es que el estío en mi vida diaria últimamente esta bastante enrarecido, descolorido y carente de alegría. Indudablemente la muerte es la peor compañera que uno puede encontrarse por este largo camino y tumultuoso que nos toca vivir, que en otras culturas muy alejada de la nuestra la ven como algo milagroso, porque formas parte de otro mundo mucho mejor, pero su mundo estaba con nosotros, con quienes lo queriamos, con quienes lo respetábamos.
Titulo este relato como Estío, y sinceramente el toque claroscuro que posee vendria mejor encuadrado al invierno que es como más frío, pero también sé, que en cualquier lugar donde se encuentre mi querido abuelo, querría que se le recordara como esa estación, con su calor: por su humildad y cariño que nos tuvo, con su algarabía: por sus formas de querernos arrancar una risa de los labios, con su color: porque por muy mal que nos vinieran dadas, él siempre intentaba quitarle algo de peso a la cosa, a pesar de las rabietas y cosillas que la edad hace que a veces a uno se le agrie el carácter... es de humanos.
Soy poco objetivo porque hablo desde el corazón y para cada uno lo mejor es lo suyo, dando poca importancia a los errores cometidos, pero por ello yo no quiero ser menos y poder decir que para mi y los suyos el mejor era, es y será siempre él.
Siento, ante todo, que últimamente haya habido un largo espacio de tiempo entre relato y relato, pero las circunstancias me hacen ser demasiado repetitivo puesto que en mi cabeza, rondan recuerdos y anécdotas buenas de Juan, mi abuelo, y al querer plasmar mis sentimientos en este espacio en blanco todo resulta ser demasiado triste, y no es menester.
De camino a la capilla, detrás del coche funerario, mi madre, mi padre, mi tia y yo, unas lágrimas de despedida y sin duda alguna una paz interior, porque como el ciclo de una flor, nació, creció, brilló y desgraciadamente marchitó al final de la primavera... para darnos paso a la alegría del estío, del verano.


En la fotografía, Juan Rubio Naharro... aquel que fue buen hijo, buen compañero, buen padre y sin duda alguna mejor abuelo.

jueves, 17 de junio de 2010

Cuatro patas para un banco


Un banco alejado de la plaza le pareció idóneo para el símil que le recordaba la amistad que meses atrás estaba siendo tan desafortunada en su vida.
La primera pata de ese banco, un tanto ennegrecido por el tiempo y el olvido, parecía la más fuerte, la que de mejor manera sustentaba la plataforma que años atrás o venideros sujetarían las posaderas de la persona que se dignara a sentarse en él. Esa pata era un soporte un tanto primordial para las otras cuatro, pues su peso soportado era mayor, aunque sinceramente a veces tendía a hundirse, a dejarse vencer, y a sacar defecto a todo cambio que le surgiera a su alrededor. Era bastante neurótica, lo mismo había días que no rechinaba, como otro en el que el oxido de su arteria metalizada hacía acopios de sonidos bastante desagradables. Estaba pintada de un gris bastante triste, un color que le venía como anillo al dedo y que en parte, si fuera persona y pintor, lo utilizaría para decir lo que en realidad él no sería capaz de decir.
Si mirábamos un poco más a la derecha contemplaríamos otra de las patas de ese objeto tan desaliñado. En esta ocasión la pobre andaba herida de muerte, por sus arañazos y suciedad que se contemplaba, no tenía ánimos para seguir sosteniendo nada, aunque fuerza de voluntad poseía y hacia acopio de caerse en cualquier momento. Parecía ser de lejos, como si con ella no fuera nada y todo le parecía bien, si se le acercaba un perro para disponerse a hacer sus necesidades en ella, le daba lo mismo... que un chaval le apagaba la colilla del cigarro en pleno cuerpo metal, le daba lo mismo... siempre pensando en positivo, sin tener motivos para ello, pero era así. Fiel a sí misma y sus convicciones, haciendo sentir a las demás compañeras un poco de vergüenza ajena y resquemor cuando intentaba meterse en los asuntos de los demás objetos que se encontraban por alli. Amante de la celebración, se volvía loca cuando el reflejo de los fuegos artificiales de las fiestas del barrio, se posaban en su cuerpo metalizado. Lo mejor para ella... sin duda.
La siguiente pata, que se encontraba en la esquina opuesta que la anterior, era la más cauta, la más diplomática podriamos decir. Tanto así, que su amiga, la que citaremos a continuación, se sentia a veces sola cuando alguna de las dos anteriores le querían herir sus sentimientos sin apenas encontrar un atisbo de defensa por su parte. Era muy amable y también la que más bien conservada se encontraba, aunque lo pasara muy mal en años anteriores por un pequeño socabón que un cazador furtivo de pajaros jilgueros le hizo al posarse uno de éstos animalitos en su mismo cuerpo... en pocos segundos un balinazo le traspasó, teniendola que reparar en contadas ocasiones. Aún así sigue siendo igual de jovial, a veces un poco tontainas puesto que es tan sumamente humilde e ingenua que siempre se la cuelan, no vale para echar broncas y casi todas la quieren, pero a veces peca de compromiso.
La última de estas patas es la amiga fiel de la anterior y terriblemente mucho peor que las otras tres, es bastante sensible, a veces borde y muy pero que muy intransigente, además de tonta. Es de las que parece que nunca han roto un plato pero que sinceramente alguna vajilla si que habría caído. Dicen las demás patas de otros bancos que puede estar algo loca, pero a ella eso le resbala aunque a la vez le duela. A veces no se siente comprendida por las demás puesto que siempre le dan de lado y siente que hace demasiado por ellas y ellas por ella no. Quiere dejar de ser tonta pero se queda solo en el empeño, porque nunca aprende la lección. A veces, en la noche, cuando solamente les queda la luz de la farola que las alumbra piensa en que le encantaría ser arracanda de ese banco y seguir por libre, como siempre habia seguido años atrás, por no querer sentirse incomprendida, triste y en definitiva... sola.
Son solo cuatro patas, cuatro objetos aparentemente absurdos, que una vez estuvieron muy unidas en una época bastante brillante para cada una de sus vidas de metal. Que se quisieron, que se respetaron y que a pesar de que el respeto continúa, el banco esta decayendo, pudriendose, desfigurandose... quizá porque esas cuatro patas para el banco, ya no quieren que se pose la amistad en él.

miércoles, 16 de junio de 2010

Triste partida


Juan, Juan despierta¡¡¡¡ ves que estas mejor, ves que ya no sufres nada, ves que puedes respirar. Despojate de esos arapos de hospital y ven junto a mi lado, sientate aquí para mirar muy contemplativos todo lo que te ha deparado tu vida.
Mira Juan, ahí esta nuestra mayorcita, la Maruja... ayyy que ver la guerra que nos dio en su día pero que seis bellezas nos trajo al mundo de las que pudimos disfrutar cuanto pudimos, de tu Juanito, de tu David y de mis niñas que cualquiera de ellas eran mas bonitas si caben.
Mira mi Rafael, que desmejorado lo siento, mi pobre se quedó hecho polvo cuando yo me tuve que ir de su lado, pero lo quise tanto y lo quiero más aun si cabe como has comprobado que te quiere a ti.
No llores Juan, por que lloras?? por ver a tu negrita, desconsolada... tu sabes que nuestra Pili es muy fuerte y tiene a sus hijos y esos nietos que les ha dado mi Gema y mi Rafi que son como dos soles cada uno... eso le va animar porque sin duda alguna nuestra Pili... nuestra loca, se lo merece todo y más.
No mires con cara de tristeza a tus nietos, pues se que te hubiera gustado estar de cuerpo presente en su boda, que era una alegría para ti, pero ten por seguro que estarás, porque tu no has muerto para ellos, estamos los dos juntos en sus corazones.
Mira mi Juan, que afectado esta porque su padre ya no esta con él... Queremos tanto a nuestros hijos verdad Juan??. Se levantaron del asiento y como si de una luz intensa se tratara se fueron desvaneciendo tras de si muy lentamente...

Y si, su voz se apagó, ya no me pedirá el mando por las mañanas para ponerle el programa de la ruleta que tanto le gustaba, ya no nos mareará con tanto número de los juegos de lotería por lo que yo daría cualquier cosa de mi vida para que eso volviera a pasar, ya se apago su radio con las voces aflamencadas que tanto le gustaba escuchar... todo se acabo.
Ahora bajo la escalera, entro en la habitación cerrada, huelo su olor, el olor de mi abuelo y al coger una prenda de su armario la abrazo fuertemente diciendome... ayyy abuelo cuanto te voy a echar de menos... y muy truhán te nos has ido de nuestro lado para subir con tu dama tumbado, en una cama de madera oscura... en un día soleado.
ABUELO JUAN NO TE OLVIDES DE QUE AQUÍ ABAJO, HOY MAS QUE NUNCA LLORAMOS QUE YA NO ESTÉS CON NOSOTROS Y QUE POR SIEMPRE TE VAMOS A LLEVAR EN NUESTROS CORAZONES Y MENTE. UN BESO MUY GRANDE ESTÉS DONDE ESTÉS.

lunes, 14 de junio de 2010

Mente coloreada


Un vaso de agua y dos píldoras sobre su pequeña mesilla de noche, es lo primero que ven sus dos ojos cuando vuelven a la dura realidad una vez que han saciado el cansancio del día anterior.
Se sonríe mirándose al espejo del armario diciéndose a la vez que difícil sería la vida sin ese par de medicamentos compactos y tan pequeños. Da un trago al agua y se mete ansioso sus pastillas en la boca para volver la cabeza ligeramente hacia atrás y así puedan correr mejor por la garganta mojada.
¿Que me pondré hoy para salir a la calle?... Dijo con voz suave mirandose fijamente en el cristal reflejante.
Y escogió un disfraz de payaso. Raro, pero es lo que en realidad él siente a pesar de ponerse cualquier tipo de prenda... un mero payaso de circo... cuyas opiniones no cuentan para nada, cuyos actos quedan en saco roto y que en definitiva es como un ente que pasa por la vida sin pena ni gloria.
Él es así, fuerte de carne pero duro de mente... una mente que se estancó el día en que nació, un vagón que a pesar de ir enganchado a otro vagón semejante, va por libre haciendo descarrilar a todos los que están a su alrededor viajando en círculo, como su mente.
¡¡¡Necesito ser feliz¡¡¡... volvió a decirse frente al espejo con ese disfraz de payaso interior y atusandose la peluca azul.
Por un momento creyó serlo, cuando en sus manos cayó una entrada al exterior sin apenas tener que pisar un palmo de la calle, donde poder contemplar como sus semejantes se podrían querer, podrían llorar, podrían reír, podrían mentir y toda una larga lista de "podrían" que más de una vez tornaron su alegría en llanto y viceversa... en realidad nunca llegaría a ser feliz con aquel trasto negro.
¡¡¡Quiero un amigo¡¡¡... se dijo pegando un puñetazo a ese espejo que estaba mostrando el reflejo de lo que nunca quiso ser ni ver.
A su edad aun mendigaba atención y no era muy mayor pero tampoco muy pequeño. Su carácter tan especial, hizo sin pensarlo un socabón enorme, que a pulso fue cavando a lo largo de todos sus años, sin haber aprendido la lección de que su mejor amigo era él mismo y sin duda era quien mayormente le defraudaba, su misma persona.
¡¡¡Necesito que me quieran¡¡¡... voceó hasta corrersele la pintura roja de los labios.
Solitario, como estaba predestinado que viviera, nunca supo que era querer y ser querido, pues a todo el mundo ponía defectos sin pararse a pensar que uno mismo podría ser víctima de los suyos propios.
Se calzó los largos zapatones de un color distinto cada uno, apagó la luz de la mesilla y desenchufó el trasto negro que tantas alegrías debiera darle y daños le obsequió. Abrió la puerta de la calle y una ligera brisa le rozó su peluca rizada azul. Adelantó el primer pie calzado de color rojo y le prosiguió el de color verde. Miró de un lado a otro alertado de que alguien le pudiera estar echando uno o dos ojos y con paso veloz siguió su camino... un camino en dónde su mundo coloreado no dejaba paso a la realidad... una realidad coloreada igual que su mente.

jueves, 10 de junio de 2010

Lágrimas de cebolla


Abría la ventana de su dormitorio como el que abre una compuerta de agua turbia, pues necesitaba despojarse de todo lo malo que en el ambiente parecía haberse quedado durante la noche, la larga noche.
A medida que iban pasando los minutos y segundos, el olor a tabaco dejaba paso al aroma de la calle, de sus ruidos, de su aire. Asomó la cabeza y fijó su mirada en un pájaro que debía tener un ala rota por la forma de volar que tenía... al pobre solo le quedarían unas horas vivo antes de que cualquier rata de alcantarilla se avalanzara hacia él para darse su particular festín... eso pensó en voz baja al momento de volver hacia la habitación, coger sus llaves de casa y hacerse al mundo de nuevo.
Prefirió más caminar que conducir esta vez, pues necesitaba perder algún que otro kilo corporal a la par que varios kilos más de resentimiento, miedo, temor y tristeza, solo que ésto último parecía apegarsele demasiado y difícil era de eliminar.
Andando por la calle principal, se daba cuenta de que no pertenecía al mismo mundo que sus semejantes, atabiados con ropajes de cualquier índole, marca o estilo y que estaban mucho mas preocupados de sus conversaciones a través del móvil que de sí mismos o los peligros que les pudieran surgir en cualquier momento. Él era distinto, no soportaba la idea de pensar que alguien le pudiera atracar por la calle a plena luz del día, que cualquier mota de polvo se le colase por los orificios nasales para hacer estragos en su cuerpo o que simplemente se tropezara con alguna loseta de la calle y hacer el ridículo. Era algo así como un obsesionado de la peligrosidad en la vida diaria.
De pequeño recordaba las largas tardes de verano, muy típicas en los recuerdos de las películas o de la gente en sí, corriendo con su amiga Eva por los largos campos de cebada, confundiéndose sus siluetas entre el dorado del cereal y que la suave ventisca los hacia tambalearse igual que ahora mismo se tambaleaba su boca para tornar una leve sonrisa.
De momento un bocinazo un tanto desagradable irrumpió en su cabeza taladrándole todo su pensamiento y aun con el susto en el cuerpo no tuvo más que dedicarle una mirada desafiante a la ocupante del vehículo rojo que a su vez le largaba una serie de improperios, a los que él muy sabiamente respondió poniéndose unos pequeños cascos auriculares en sus oídos y encendiendo a su vez su Ipod, para seguir caminando a pie seguro junto a una canción de Ana Belén.
Le gustaba mucho esa cantante, y no era de su época puesto que él aun rozaba la juventud y la mujer en sí ya estaba un poco en la senectud, bueno exagerandolo un poco. Pero su caída de ojos durante las actuaciones que pudo contemplar, le hacían vibrar y solo con eso se hizo un hueco en su corazón y en su vida.
Seguía caminando y ya solo le quedaban tres manzanas más para llegar a su destino, y como de la nada se tratase, se le apareció un pequeño pulgoso perro con cara de no haber roto un plato en su vida, y más aun de no haber recibido cariño en mucho tiempo cosa que a él le pareció tristísimo. Se agachó y el perro no se inmutó, ni tan siquiera un atisbo de agresividad, simplemente sus ojos marrones se juntaron con los del perro y le acercó lentamente una pequeña galleta que el perro tomó en sus fauces y dándose la vuelta siguió su camino con su rabo de un lado para otro a modo de agradecimiento.
Unos veinte pasos, más o menos le separaba de su destino, y cada vez más inquieto se sentía pero sabía que otra vez más debía tirar hacia adelante. Se armó de valor y continuo con los pies por delante dejando atrás el valor que presumía tener para adentrarse en el edificio enfermo, que es como él lo había bautizado.
En el edificio enfermo, se sometía la primera semana de cada vez a un duro tratamiento en dónde a veces se sentía un conejillo de indias, pero sabía que si quería seguir respirando el olor y el ruido de la vida, debía aceptarlo.
Las enfermas blancas, que también las bautizó así se mostraban a veces amables pero otras muchas había que darles de comer aparte, como solía decir, y a medida que pasaban las horas su estancia junto a ellas se le hacía más eterna.
De camino de vuelta a casa, le separaba una puerta de vidrio a la calle, y muy cansado por la rutina de hoy, pareciera que no la fuera a rebasar nunca. Y una vez puesto su pie en la acera de la vida diaria, se atusó el pelo dándose cuenta que parte de su cabello se le estaba quedando pegado a la mano.
Sin saberlo, la sombra de su enfermedad le estaba acompañando por dónde el pasara, se sentaba en la misma butaca de cine que él, comía lo mismo que él y era partícipe de las pesadillas que apenas le dejaban pegar ojo.
Le ensuciaba la mente tornando en pregunta la exclamación cuanta vida me queda y se convirtió en su fiel amiga.
Llegó a casa, abatido y ansioso por llenar sus ojos de lágrimas para expulsar el cansancio y el horror que le atormentaba cada día al levantarse. Deshizo todo lo que hizo por la mañana y harto ya de estar harto otra vez cerró la ventana, encendió su equipo de música y escuchando "peces de ciudad" partió una cebolla en dos mitades, se la paso por los ojos y empezó a aspirar los efluvios que de ella se desprendía.
Seguidamente con los ojos encharcados en lágrimas ácidas e irritantes, pegándole una larga calada a su cigarro acompañó a los acordes de la citada canción un coro de llanto y desconsuelo, citando a su vez su última frase del día... por fin logro llorar... aunque solo sea con aroma a cebolla... por fin se acabó el día.

jueves, 3 de junio de 2010

Dentro de una botella...


Frente a un papel en blanco, tan longevos nuestros antepasados no tan pasados, se disponían a plasmar sus ideas, peticiones o temores ayudados de una pequeña pluma y un poco de tinta negra. Y es que la necesidad de comunicarse era tan máxima que de cualquier modo valía, hasta que la escritura apareció en nuestras vidas.
Había cartas de amor, desasosiego, intriga, alegría, pena, y selladas con la incertidumbre de cómo y cuando llegaría a su destinatario. Fiel amiga de su paloma a quien se siente segura y amarrada, viajera excepcional en vagón amarillo e incluso pasajera de altos vuelos... sin duda alguna en todos lados y a veces en ninguno.
Hoy, estoy mirando un paquete de sobres de colores, un poco ya olvidados y me preguntaba... cuantas y cuantas verdades, mentiras e historias dispares esconderían bajos sus solapas de papel.
Cierto es que antaño, la comunicación era tan precaria que incluso hasta señales de humo valían, pero una carta, noble mensajero, cuantas veces has calmado la pena de la mujer desconsolada, la alegría del hombre desilusionado y la llegada de un nuevo familiar al mundo.
Hoy, sin saber a que referirme en mi pequeño blog, quiero hacerme eco de algo que ya estamos dejando en desuso por la venida de las nuevas tecnologías, tan buena como la que más, pero fría y distante a la par que difícil para muchos.
Y es que sin duda ese código escrito, plasmado en una silueta de celulosa blanca y a veces teñida de tinta aromatizada nos esta diciendo adiós, para dar paso a las letras encuadradas en un teclado y que se reflejan en una pantalla... llegará o no llegará?? Pues si señores, yo prefiero el email a dejar de la mano del mar, mis letras metidas dentro de una botella...

sábado, 29 de mayo de 2010

Hoy como ayer


Hoy como ayer, se quedaba absorta, mirando a quien sabrá que o a quien se atrevía a asomarse por sus dos retinas tintadas de un marrón miel. Y su ted pálida hacía juego con su sonrisa un tanto contenida, que la dedicaba integramente a la silueta voladora que poco a poco se iba haciendo notar posando sus ruedas estrechas, junto al gran estruendo, en el alquitranado suelo.
Se abrió la pequeña compuerta, y tras de sí, fueron saliendo todos y cada uno de los robustos hombres que portaban grandes mochilas a sus espaldas, y vestían de un verde camuflado. A ritmo de tambores, cornetas, aromas de color rojo, amarillo y rojo y vítores por doquier, la dama de bellos ojos miel buscaba entre aquel bosque viviente a alguien que se le pareciera a su árbol preferido, pero entre tanto tumulto de personas, parecía no encontrarlo.
La algarabía interior pasó a ser algo así como incertidumbre para después con el paso de los minutos un poco de preocupación. Y es que no había rastro de la semilla que tanto le costó cultivar... su amor... que regó, abonó, y cuidó para seguir adelante.
Toda esa situación le hizo recordar por momentos aquel fatídico 5 de Julio, cuando el tintineo desafortunado del teléfono se acopló en el salón para que una vez apagado al descolgarlo la voz robusta del comandante citara al soldado, para luchar en la contienda que se libraba en un país del África sureña.
No fue plato de buen gusto para nadie, y con el pasar de los días, durante los preparativos del viaje, su casa y su familia parecían un río desbordado de tanta lágrima que echaron cada par de ojos que sabían de la noticia. Excepto su padre, que como fiel militar, se vanagloriaba de que su pequeño siguiera sus pasos.
Aquella damisela, se quedaba sola, triste y sin saber como reaccionar, y a cada kilómetro que el aparato volador le iba distanciando de su amor, más miedo y desesperanza se acrecentaba en su cuerpo.
Las horas le parecían años, los años le parecían siglos y así pasaba el tiempo, deseando que se parara, señalando en un viejo calendario, pegado a la nevera todos los días que se había perdido con su amor a costa de ganar paz en la tierra.
Pero el calendario de papel ya iba acotando su tiempo, el tiempo de la vuelta, y para la ocasión ella se mandó hacer a sí misma un vestidito con unos retales muy vivos de color y floreados, que se había encontrado por nada y menos en un mercadillo ambulante. Por cada puntada que iba dando a la delicada prenda de tela, mas parecía acercarse al áspero uniforme verde y así el tiempo se le consumía sin pensar que la casa se le caía encima.
Delante del espejo, en el que tantas veces se miraba y se decía que no podía más, ahora con su vestido acabado, se sentía querida, amada y más guapa que nunca.
Se arregló el pelo y corriendo como una moto, en la que ella iba montada, (poco femenina, todo hay que decirlo) se dirigió al final de la meta, día 29 de mayo del año 2010, en la que millares de familiares esperaban impacientes que el pájaro de metal, posara sus patas de nuevo en tierra firme, y entre toda esa gente, estaba ella, con esos bonitos ojos miel, buscando a quien al final no salió... pero es que nunca saldría, jamás saldría, definitivamente no.
Habían pasado casi cinco años, cuando un proyectil hizo llaga en el corazón de aquella mujer, y tan fuerte fue el dolor que sintieron sus entrañas, que su veneno recorrió todo su cuerpo hasta llegar a su cabeza, la que se volvió loca.
Por eso, hoy como ayer, todos los sábados por la tarde, ella se pone su vestidito, coge la moto y se va rauda y veloz al aeropuerto, en busca de su amor perdido y casi fugaz... porque hoy como ayer su vida... gira en torno a él.
(Homenaje a los que por desgracia estos días no podran participar en el "Dia de las fuerzas armadas españolas)

viernes, 28 de mayo de 2010

Préstame tu pluma.



El día pronto se estaba acercando, y más pasitos iba dando a medida que el sol asomaba tímido de entre los juncos y jaras que habitaban en el río.
Por un momento llegó a sentir un escalofrío por todo su cuerpo, que lo paralizo antes de ir a la mesa a tomar el desayuno, el cual, suponía que sería de fiesta puesto que hoy subía un escalón en su corta vida dejando atrás el numero 15 para darle la bienvenida al susodicho 16.
Era una edad un tanto rara, un poco pava para que nos vamos a engañar, en donde los chicos ya empiezan a experimentar ciertos cambios a nivel físico y que sus inquietudes y sus formas de expresarse de cara a un futuro mejor ya se les estaban marcando... y para Marcos eso no iba a ser menos.
De pequeño, pues como todos, era un chico admirado por todo el mundo, hasta por la hija de la portera que decía cosas incongruentes como que el niño tenia carita de pez y cuerpo de caballo... y todas las personas que gozaban de ese mal comentario por su boca, tornaban una mirada un tanto desafiante y hostil, pero ella no le daba la importancia que debía de tener y seguía atiborrando a su querido amigo de tal somanta de adjetivos calificativos que mejor sería no mencionar.
Pero ese equino con ínfulas de sirena de mar, fue creciendo y el estar entre la tierra y el mar no le hacia mucha gracia por lo que armándose de valor y delante de sus progenitores, como si de juicio inquisitorio se tratase les expuso muy claramente lo que él quería hacer en su vida desde ya...
Años atrás, cinco aproximadamente de la historia que estoy relatando ahora mismo, Marcos era un niño bastante retraído en si mismo, no jugaba con nadie y para todos sus compañeros de clase les servía como totem con el que lanzar cuantiosas bolas de barro o restos de bocadillos con el fin de divertirse ellos... a costa del pobre chico ridiculizado.
De todos modos, a él pareciera que eso no le importara, porque después de tal bakanal de golpes a distancia, se levantaba, se sacudía, cogía su cartera y se iba. Mi curiosidad por aquel chico me podía tanto, que ese mismo día le seguí agazapandome entre los arbustos que me iba encontrando a su paso, y en un momento paré.
Marcos, se sentó en un pequeño banco de madera que estaba junto al jardín de flores rojas y sacó una especie de álbum o algo así. Bastante antigua, sacó de su bolsillo una pluma estilográfica que era una pluma de un ave, por así decirlo.
Comenzó a escribir y en él se podía divisar la cara de contento a la par que de enfadado. Dejó de escribir ese algo, cerró su libro y seguidamente se levantó y se marchó.
Pasaron varias semanas y no vi por el colegio a ese chico tímido que era objeto de burlas de sus compañeros y me pareció algo extraño. Sentí un ambiente un tanto ruborizado y era como si de buenas a primeras se lo hubiera tragado la tierra.
A cualquiera que le preguntabas del pueblo, no te sabían decir donde estaba ese equinosirena con inquietudes escritoras, pero una vecina me comentó que estaba muy unido a una chica que vivía cerca de la casa junto a molino, donde exactamente vivía él con sus padres.
Me dirigí allá, alimentado por la curiosidad casi morbosa de saber como un chico de esa edad tenía ciertas inquietudes no muy propias para él, y sobre todo ver que podría haber escrito en ese libro... a lo mejor era un asesino en serie que pretendía cometer un grave crimen... nunca se sabe.
Me asomé a la casa que me indicaron pero allí no había nada, solo un cartelito que ponía "fuera hasta el martes". Al ver la casa, caí en que era la vivienda de los vendedores ambulantes de chatarras y demás artilugios y claro, tenían una hija que era bastante lozana y que a veces estaba junto a Marcos, igual que él, escuchando embobada las historias que el le contaba.
Transcurridos unos días después de haber desaparecido el chaval, una sirena de una ambulancia se digno posarse en la vivienda de Marcos. Yo, como si de mi se tratase, me vestí y me calce lo mas pronto posible ya que era muy temprano aun. Cuando corrí la cortina de mi ventana, no logré ver nada y la ambulancia ya se había ido.
Me arme de valor y seguí los pasos que me conducirían a la casa de Marcos. Y fue entonces donde entré en un dilema... llamar como el que no quiere la cosa y preguntarle a sus padres que tal estaba su chico, lo cual seria lo mas correcto, o bien tirar piedrecillas pequeñas a su ventana, si es que estaba situado allí, y esperar a que él se asomara y me comentara algo.
Opté por la segunda, más que nada porque eran las 7 de la mañana y no era una hora muy común para molestar. Así es que preferí molestar al chico. Cogí dos piedrecillas y me puse a tirarlas como un descosido hasta que por fin, de la oscuridad profunda se hizo la luz intensa y se comenzó a vislumbrar la silueta de un cuerpo un tanto magullado de dolor, triste y gris.
De ese mismo color se me dibujaron a mi los ojos y se me descolgó la sonrisa cuando vi a ese equino de sirena según la hija de la vecina, convertido en algo inexplicable... un enfermo.
Fueron unos momentos un tanto tensos, porque su mirada se cruzaba con la mía y yo jamás había mediado palabra con él. Pero de pronto se hizo el sonido y se escaparon muy leves unas palabras de ese chico que decían algo así como... ven, tu que tanta insistencia tienes en saber de mi y estas aquí tan temprano, ven que me debes ayudar.
Yo bastante alicaído, no hice caso omiso de su petición y me presenté justo al lado de la ventana donde Marcos hizo su aparición. De pronto, sus brazos embatados que dejaban escapar unas frías manos y tiritantes posaron en las mías ese álbum del que yo había visto escribir alguna vez de lejos. Pasajeó el libro hasta que llegó a una en las que el blanco impoluto primaba en demasía y nuevamente se escucharon débilmente estas palabras...Préstame tu pluma¡
Mi mano se acerco a mi pantalón en donde tenía un bolígrafo que solía llevar por cualquier emergencia que pudiera surgir y se lo entregué diciéndole... no es una pluma, pero supongo que te servirá.
El chico se sonrió muy levemente, me cogió con gesto de agradecimiento el bolígrafo y se dio la vuelta.
Una hora después, con los ojos inyectados en lágrimas, me devolvió mi bolígrafo y sin dejarme preguntarle el motivo de sus lloros, se me adelantó diciendome... ve a casa de los vendedores ambulantes y dale este libro a Sara, no lo abras por favor, solo puede hacerlo ella.
Yo todavía seguía estando absorto de todo lo que me estaba pasando y apenas podía mediar palabra.
Se cerró la ventana y ya se empezaban a dibujar los claros del sol, y yo en mitad de la calle, con un libro cuya curiosidad me mataba y sin saber que hacer con él.
Como siempre fui un buen mandao, o eso es lo que solía decir mi madre, durante la tarde subí a casa de los chatarreros y denotaba jaleo. Llamé a la puerta y una señorita muy despuesta me dijo... quien eres tú y que quieres de nosotros, que aquí nadie ha robao nada¡¡¡. Yo me asusté un poco pero no lo suficiente como para decirle que solo buscaba a Sara y que queria hablar un rato a solas con ella.
La señora se me quedo mirando con ojos extrañados y desafiantes a la vez que pegó un grito un tanto kinkillero a la joven, la cual llegó a donde yo estaba casi como su madre la trajo al mundo, es decir, muy poco vestida... como se suele vestir ahora, o eso dicen.
Nos apartamos un momento y le comenté que tenia algo que su amigo Marcos quería que ella tuviera.
Comenzó a ponerse muy nerviosa y le temblaba la voz al pedirme que le diera el regalo.
Se lo dí y me senté a su lado a petición de ella misma y pasando las hojas llegamos a la última de las escritas por Marcos que decía lo siguiente:

"Tu Sara, fuiste la persona que más cariño me dio en los momentos en los que no era comprendido por nadie. Se que somos jóvenes pero también se que mi juventud se para aquí. Si, mi niña si, el motor de mi vida se esta quedando sin gasolina y por mas que quiera repostar en cualquier gasolinera, el liquido se sale para otro lado, y no me llena... no me cura.
No se si por el hecho de ser distintos, pudimos empastar genial, pues tu eras de raza gitana y yo un simple payo con muy poco ángel como decís vosotros, más bien un lumbreras que en lugar de ir a jugar con los chicos de la edad, me refugiaba en mis sabanas de papel para darles color y forma por medio de mi pluma. Historias que tu tan amablemente te dignabas en leer y en decirme lo que estaba bien o lo que estaba mal a tu juicio... me encantabas¡¡¡
Pero es que para que iba a querer yo hacer lo que los niños hacían si yo sabía que mi tren iba a descarrilar mañana? En fin, con lágrimas en los ojos te pido perdón por mi ausencia tan repentina de estos días, pero mis padres se empeñaron en convertirme de nuevo en conejillo de indias para ciertos tratamientos que vienen muy bien contra este bicho que me esta comiendo por dentro... esperanzas nulas puesto que ya se me avecina lo peor.
Por eso mi querida Sara, quiero que seas fuerte y te quedes con este libro que cuenta lo que tu y yo tanto sabemos, nuestras vivencias, lo que ambos hemos querido en la vida y que yo por la mala pata del destino no voy a poder tener jamás. Sigue adelante y cuidate mucho, yo allí donde esté, te querré siempre porque tu me quisiste a mi, y si por un casual en mi ausencia te encontrases mal, abre ese mar de vivencias en papel y lee una por una todas las que mi mano y una pluma cualquiera inmortalizaron... dejate llevar por lo que te recuerden porque de ese modo tu estarás conmigo, y yo estaré contigo". HASTA PRONTO AMIGA
Un momento sollozo se me paso por todo el cuerpo y no sabia que responder mas cuando volví en sí de nuevo la chica ya no estaba, se habría ido corriendo a su casa.
Yo me dí media vuelta y continué callado hacia mi casa, sin decir media palabra, y solo pensando lo que se suele pensar en estos casos.
Desafortunadamente, cuatro días después de haber leído el relato junto a Sara, Marcos era amortajado para ser enterrado en el cementerio del pueblo.
La gente decía que murió de soledad, que murió de pena e incluso de alguna enfermedad dura, que seria lo más probable, pero yo pienso que él murió de desesperanza, de cansancio y de impotencia porque llevaba en su sangre escribir, y sabía que jamás podría preguntarle a alguien cercano lo de "Préstame tu pluma"... y sin ella jamás podría evadirse de su mal.

lunes, 24 de mayo de 2010

Vida alicatada


Frente a la casa de la señora Eugenia, tras el pastizal que su marido usaba para darle de comer a los cuatro burros escuchimizados que poseían, existía un camino que desde bien pequeño siempre inundó su curiosidad y que a medida que fue creciendo esa tentación que el diablo le mandaba despiadado, se acrecentaba más aun.
Así pues, en el momento en que la señora Eugenia hiciera acopio de su malograda voz y nos deleitara a todos los pobres que estuviéramos a pocos centímetros de distancia su tan temido gruñido hacia su marido, sería su oportunidad de oro para poder posar sus pies sedientos de quien sabe el que.
Contaban las malas lenguas, que ese camino desembocaba en una despojosa casa hecha con basuras, que olia a tigre y que estaba habitada por ánimas malditas con gula de perversión y destrucción a todo aquel que se dignara a molestarlas.
Otras en cambio, supongo que las más centradas, cosa que le parecía imposible en un pueblo de tal calibre, decían que simplemente era refugio para los amantes que en noches de fiestas o de luna llena iban a demostrarse todo su amor despojándose de sus respectivas enaguas que les cubrían el cuerpo para así dar rienda suelta a todas las fantasías pervertidas que en otros momentos no se podían dar a conocer.
Él en cambio quería saber que es lo que se podía encontrar allí, y pasara lo que pasara se quería quitar ese gusanillo, así es que se dispuso a echar un pie hacia delante y otro hacia atrás de forma seguida hasta llegar al camino.
Se quitó de sus oídos un pequeño bolindre hecho con miga de pan y leche, que su abuela le enseñó como remedio a los que perturban la tranquilidad del señor y de una servidora (palabras dichas por su propia boca) y como las personas mayores siempre dicen la verdad excepto cuando las pobres, en la senectud mas severa no tienen la cabeza en su sitio, pues le hizo caso y se los robó un ratito... total, la pobre anciana no los echaría en falta hasta la hora en la que su cuerpo retozara en el colchón y su marido le quisiera amenizar la noche con unos cuantos sonidos nasales que más de una vez les ocasionó un disgusto.
Sus ojos comenzaron a chispear, y no lágrimas precisamente, sino más bien una mayor curiosidad y afán de conocer, al ver lo que tenía frente a sí mismo: Era una bonita casuela¡¡¡¡
O sea que las opiniones infundadas por las alcahuetas del pueblo de momento no tenían validez ninguna.
Se fue acercando poco a poco y de forma sigilosa hacia la puerta. Cogió el pomo de ésta y lo notó bastante frío, casi podría decir helado, por lo que pudo deducir que la casa llevaba abandonada mucho tiempo y que por allí no pasaba nadie.
Timidamente giró el pomo y como quien no quiere la cosa la puerta se abrió para dejarle contemplar una inminente entrada con unas escaleras de caracol doradas que parecían dar a parar al piso de arriba.
Pero allí había algo más que llamó su atención... y es que se respiraba un ambiente un tanto tenso, como si los inquilinos que hubiesen estado viviendo allí no acabaran bien y al final optaran por marcharse a otro lugar.
Justo encima de la chimenea, que por cierto, era la más grande que había visto en su vida, se encontraban enclavadas dos baldosas a cada lado de dicho horno para calentarse uno en noches de frio, en las que se podía leer en una feliz y en la otra algo así como mente. Era obvio que si se juntaban las dos baldosas se formaba la palabra felizmente.
Su curiosidad fue tal que se adueñó de una pequeña escalera que había posada en una estantería y se dispuso a coger una de las baldosas, poniéndola después encima de una mesita que se encontraba en medio de la chimenea. Hizo lo mismo con la segunda, pero cuando intentó unirlas para formar esa palabra, cual fue su sorpresa que cada una de ellas salió disparada como si de un imán que se repele se tratase, haciéndose añicos contra la pared. Tal fue el espectáculo, que salió despavorido del lugar y jamás volvió allí.
Pasaron los años y su vida se fue complicando con problemas que jamás pensó que podría sufrir, ya no fue nada igual, incluso perdió amistades, ilusiones, amores, todo para él se convirtió en una mera utopía de lo que pretendió ser su vida y jamás le supo encontrar el motivo.
Un día, una de las chafarderas del pueblo le comentó que una prima suya que vivía en la aldea de al lado, tenía nociones de brujería y que le podría consultar, previo pago de una cuantía jugosita, su mala fortuna.
Él no era muy creyente de estas cosas, pero la desesperación le hizo pensar que algo me podría ayudar y se puso en sus manos al son de de perdidos al río.
Después de desembolsarle siete mil pesetas por una simple piedra que hubiese encontrado en los caminos donde sacaban a las cabras , esta mujer le comentó algo asi como: Tu vida seguirá siendo un malestar continuó puesto que entraste en lo prohibido, profanaste lo más íntimo e incluso quisiste cambiar el sentimiento de alguien a quien ya no se le podía cambiar. Aplicate el cuento hermano, pues meter el hocico donde no te importa, a veces juega malas pasadas y sin duda alguna, tú y nadie más que tú saldrás perdiendo en todo ello.
No estaba perplejo ante tanta verborrea que le echó la buena mujer por llamarla de alguna manera al pobre curioso, y rematando la faena le dio el siguiente consejo: y como punto final te diré algo, deja las baldosas de los demás que estén equidistantes si ellos consideran que deben estar asi... mejor que cada uno se preocupe de las suyas porque baldosas de ese tipo o peores... tenemos todos en nuestras vidas alicatadas.

jueves, 20 de mayo de 2010

Amor símil


Tras la plazuela, se levantaba álgida y casi esplendorosa una montaña que a simple vista parecía pequeña, pero que a medida que te ibas acercando a ella se te hacia un mundo frente a ti. En ella, habitaban cuántas especies vegetales te podías imaginar y de todos los tipos, desde el árbol mas frondoso hasta el mas escuálido, con hojas cuyas formas invitaban al recreo de las mentes más sofisticadas... en fin, nos encontrábamos dentro de un jardín que parecía una ciudad vegetal.
De entre tanto árbol majestuoso se encontraba uno que parecía ser aquel que no quiere nadie, el mas apartado de la urbe, y el que sin duda alguna era objeto de todas las burlas y chismorreros que algún que otro pino lenguarón se dedicaba a ir corriéndolos de hoja en hoja.
Ese árbol en cuestión era un eucalipto, que cuando lo mirabas te dabas cuenta de que tenía algo que lo hacia distinto a las demás especies que allí habitaban, y receloso de su vida, no abrió el pico ni tan siquiera para desmentir aquellos infundios mal habidos.
Provenía de un vivero un tanto lejano, o al menos eso era lo que marcaba la etiqueta que le colgaba a modo de collar en la parte alta del tronco, y lo dejaron casi abriendo paso al descampado después del jardín de bellezas, por así decirlo. Desprendía un olor a resina que embriagaba a cualquiera que pasara por su lado, y sinceramente a mi eso, me excitaba mucho, para que negarlo.
Eucalipto, era de naturaleza melancólica, o eso es lo que yo, siendo un cerezo, pude deducir cuando me atreví en la noche mas oscura, acercar mi susurro hasta su copa.
Al principio pensé que me llevaría la callada por respuesta a lo que yo le preguntaba, pero cual fue mi grata sorpresa que en un momento se formo un remolino de viento a modo de replica por lo que yo tuve a bien preguntarle todo tipo de cosas con el fin de intimar más.
Tres o cuatro hojitas pequeñas de color rosado calleron a pie de mis vetustas raíces, que al mirarlas me hicieron comprender el motivo por el cual ese pequeño árbol se encontraba así.
Pasaron muchos años, y el pequeño eucalipto paso a convertirse en una hermosa pieza que servía de refugio para los amantes acalorados de pasión y para los ancianos que buscaban guarecerse del chaparrón que les había cogido de imprevisto por la calle.
Yo, continuaba siendo un cerezo, el mismo de siempre, casi inmortal, aunque después de los cambios tan bruscos en cuanto al tiempo durante el pasado verano, mis frutos rojos no nacieron como debían y por tanto no fueron recolectadas para servir de alimento a aquellos pequeños monstruitos con pies y manos, que vivían en casas cuadradas de varias plantas y que razonaban bastante bien... bueno unos más que otros.
En fin, el eucalipto y yo nos hicimos amigos, muy amigos, tanto así que solíamos hablarnos en ese lenguaje tan especial que solo él y yo sabíamos y que a más de uno les producía un nervio constante y a veces incluso hasta rechazo, por no saber a ciencia cierta que nos decíamos y que por tanto les resultaba sospechosa tanta palabrería y galanteria por parte de ambos.
Durante todo este tiempo jamás pude comprender porque las demás especies podían tener tanto odio a tan bonito elemento natural y como consecuencia muchos de aquellos pajarillos que venían a desparasitarme en épocas de hormigas u orugas... dejaron de hacerlo sin más ni más.
Incluso sentía que el agua de los aspersores que timidamente llegaba entrado el sol, seguía los pasos de tales desplantes y apenas me mojaban un poco la tierra en la que yo me encontraba enclavado.
Dos días después, muy temprano, escuché un horrible tumulto que me hizo temblar, tanto así que varias de mis hojas salieron despedidas al suelo... con lo que me había costado hacerme el peinado de turno.
Era algo extraño, porque las copas de todos los arboles, tanto los más voluminosos como los más altos se movían de un lado para otro llevados por la fuerza de un fuerte viento que los casi arrancaba de sus lugares. Esos movimientos despedían silbidos a modo de llantos un tanto suaves pero que a medida que el viento se iba haciendo mas intenso, los llantos se acrecentaban. No cabía duda de que algo malo había pasado, y yo, sabio de mi, intente comunicarme con el eucalipto pero parecía ser tarde.
Dos helechos me explicaron que por culpa de ese árbol a quien yo tenia tanta estima, se habían muerto victimas de la putrefacción el pino majestuoso y unas cuantas especies más, y que por eso todo el jardín estaba tan revolucionado y tan mal.
Mis oídos no daban crédito a lo que yo estaba oyendo de las voces de esas dos hierbajas que encima eran hermanas de un girasol, que cuanto menos perdía aceite por sus pipas... ya me entendéis, y que como tal, era bastante cotilla y pecaba de mentiroso.
Pero es que eucalipto no estaba ya allí, en su lugar apartado, solo quedaba la marca que se encontraba en el tronco... no había ni rastro de él.
La mala lengua del girasol, me explicó que todo aquel que quisiera crecer al lado de un árbol de tal magnitud estaba condenado a morir y por tanto no seguir el ciclo de la vida hasta el final, y que por ello lo tuvieron que talar. Y que según las leyes de la naturaleza no se concebía en ningún caso que un árbol tan canalla y que para nada se asociaba con las características tan asombrosas como las que yo poseía por el hecho de ser un cerezo, podría estar unido a algo así, ya que existían rumores de ciertos acercamientos mas allá de lo íntimo.
En ese momento me sentí morir, por dos motivos: el más importante... que se me había ido el ser más maravilloso que jamás había conocido, con el que estaba comenzando a sentir algo más y que ahora nuevamente volvía a sentirme sólo y el segundo era que odiaba a muerte a esos musgos cotillas que en lugar de preocuparse de no ser objeto de adornos en las navidades venideras, solo se preocupaban de levantar calumnias y meterse donde no les llamaban... querría matarlos¡¡¡.
Que injusta es la vida, y por cuantos caminos malos nos lleva: yo encontré a alguien con quien comenzaba a entenderme, donde comencé a labrar un camino hasta llegar a él, cuyo lenguaje me fue difícil de aprender, pero lo conseguí, hasta el punto de llegar incluso a sentir que necesitaba estar a su lado y ver rozar sus ramas en mi tronco delgado... y ahora seguro que ya es pasto del fuego...
Sin duda alguna, yo hubiese preferido sentir los efluvios de la muerte motivado por eucalipto, entrando por mi escuálido cuerpo de madera y caer muerto a sus raíces, dejándole reposando dos cerezas a modo de agradecimiento por todo lo que él me dio... porque es muy duro que te arrebaten lo que tu más quieres... no tanto así es morir por amor.

martes, 18 de mayo de 2010

Torres más altas...


El reloj de la mesilla marcaba en números rojos muy vivos las 7.15 de la mañana.
Aun no se vislumbraba ningún rastro de luz en la calle de detrás de la ventana cuando Pablo, se levantó rápido de la cama y se dirigió al baño.
Una vez duchado y acicalado para la ocasión, se dispuso a hacerse un café en aquella cafetera mal usada y en donde el liquido viscoso negro que salia, se fundía con la leche de la taza y aquello parecía mas bien un gazpacho mañanero al café, que otra cosa... pero le daba lo mismo, se lo metía entre pecho y espada.
Leía la prensa, sobre todo las necrológicas... manías que tiene uno... y seguidamente se miraba al espejo para peinarse un poco, coger las llaves del coche y salir temprano a su lugar de trabajo.
Su itinerario siempre era el mismo. Supongo que eso le venia dado de su familia, la cual se vanagloriaba de ser perfecta en todo y seguir las tradiciones en cualquier ámbito, y digo esto porque ese mismo trayecto lo hacia su abuelo hacia años para llegar al banco en donde trabajaba y que ahora dirigía 12 años después su nieto... una cosa así no se podía dejar atrás.
Pablo era el niño mimado de sus padres, aunque tenia dos hermanos más, solo que éste fue el hijo con todas las letras. Los otros dos siempre fueron en contra del sistema y jamás acataron las cuestiones dificiles que se sucedían en la familia, pasando olimpicamente de todo ello, a lo que lejos de premiarles con tales comportamientos, fueron expulsados de la familia al cumplir la mayoría de edad y de todos los derechos que poseían por ser los nietos, e hijos del mayor accionista bancario del país.
Una mañana, Pablo se metió en su coche e iba malhumorado e incluso con ansias de llegar tan rápido como pudiese a una reunión un tanto importante. Al salir del aparcamiento las ruedas de su coche chirriaban dejando a su paso las huellas impregnadas en la carretera y fue desapareciendo entre la niebla espesa que ese día los había visitado.
Dentro del habitáculo, solo se escuchaba alguna canción de Diana Navarro, y ciertos titubeos de dicha canción por boca de Pablo, sin duda para aplacar los nervios antes de llegar a tan comparecencia. De repente, un coche se le atraviesa por delante, y a pesar de que para Pablo el semáforo le señalizaba que debía parar, con tal velocidad como iba no pudo frenar a tiempo y lo que vino después ya os podéis imaginar.
Hubo momentos de silencio para dar paso a momentos de confusión e incluso de malas palabras por ambas partes, hasta que al final lograron solucionarlo de buena fe, aunque hubo algo que a Pablo le desconcertó por momentos.
Al enseñar la documentacion del coche a la señorita que se había cruzado en su camino... según él... le parecía familiar su cara... tanto así puesto que era su hermana¡¡¡¡.
Se quedo patidifuso al poder comprobar por su d.n.i que tenia enfrente a él a una chica no muy mal físicamente, que había intentado descuartizarle el coche y que para colmo era su hermana.
En ese momento de entre confusión, tristeza y alegría, Pablo se acercó a la chica mientras guardaba el móvil en su cartera y le dijo... tu eres María, eres mi hermana??
Ella con afán de no haberse quedado asombrada por tal noticia le asintió con la cabeza y seguidamente se iba montando en su malogrado coche.
Él maravillado y sin apenas mediar palabra, lo único que pudo hacer fue verla montarse en su coche y dejar que se fuera, pero le tenia confuso una de las caras que puso la chica al decirle que ella ya sabia lo que había.
El la siguió con el coche hasta una especie de descampado donde pararon los dos el motor de sus vehículos... como pudieron claro esta. Salieron y se contaron muchas cosas... ambos dos, tanto lo bueno como la malo de haber estado separados.
María le contó las fatalidades que tuvo que pasar por encontrarse sola y sin nadie, teniendo que criar una hija con una pequeña disfunción intelectual y que le costó incluso remuneradamente poderla tratar con los mejores especialistas. Que para ello tuvo que trabajar muy duro, incluso haciendo cosas que en su sano juicio nadie haría pero en ese caso concreto la necesidad mandaba.
La cara de Pablo cada vez se ponía de un tono muy entristecido y sentía ser el responsable de todo este periplo de vida que tuvo que pasar su hermana.
María prosiguió diciendo que tal era la desesperación por su vida y la de su hija que un día no se le ocurrió más que la genial idea de irle a pedir ayuda a su familia... su padre o madre. Y lo único que recibió de ellos fueron reproches e insultos por su mal comportamiento, por lo que ella salió despavorida de aquella casa y pensando en no volver nunca más. Su segundo hermano, estaba viviendo en la actualidad en las afueras de la ciudad, y cuando la chica, rota de dolor por el desprecio de sus padres, llamó a la puerta de la casa de su hermano, se encontró algo espeluznante... un chaval totalmente esquelético, lleno de roña y con el pelo totálmente alborotado, de no haberselo cortado en siete años por lo menos. Le bastó eso para decirse a sí misma que no estaba en el lugar correcto y que mejor era dar media vuelta... a lo que el hermano, mas colocado que de costumbre, no opuso resistencia convidándola a un adios y una sonrisa de oreja a oreja... extragos del mono al no tener que meterse en la nariz y quien sabe si también en vena.
Ahora lo encontró a él, a Pablo que por casualidades del destino devolvió la vida a la gran empresa bancaria de esas dos personas... sus padres, que la hundieron en la miseria dejando a miles de trabajadores sin nada y sin ni tan siquiera un pequeño aliento.
Pablo, aquel de vida aburrida y de costumbres muy sistemáticas, tenia a su lado a alguien a quien dejo de ver mucho tiempo y ésta a su vez pensaba que le podría ayudar a salir adelante a los ojos de aquellos a los que en muchas ocasiones les asociaba el dicho de que... torres mas altas... han caído.

domingo, 16 de mayo de 2010

Negro y Blanco



Negro... cuando uno ve que no tiene salida a un problema concreto en un momento de su vida.
Negro... es ese atisbo al que se esta sumido por muchas razones y que lejos de acercarles la dicha y la positividad, hace en ellos mella y vuelve a sus aspiraciones ese color tan oscuro.
Negro... es el siniestro de aquello que no conoces y que por suerte o por desgracia vas a conocer en unos instantes. La antesala a algo que puede ser placentero o mismamente deshonroso para uno mismo.
Negro... es el ambiente y el color de una amarga despedida de quien tu has amado, querido, encariñado, durante muchos años y que por una razón u otra se te arrebata ese cariño, amor, obsesión, ya que la figura recíproca de ese buen sentimiento ya no se encontrará por más tiempo.
Negro... es la envidia insana que se siente al querer tener algo que jamás podrías poseer, y que solamente por el ansia de querer destacar muy por encima de quien lo posea, aplastas o te crees tu mismo que merece la pena aplastar a quien sea por conseguirlo.
Negro... es el dolor de una madre, de una familia, de un país, de una nación, a quienes le arrebatan su libertad con todo lo que engloba esa palabra y en todas sus vertientes.
Negro... es el atisbo de desprecio que entonándolo según que voces, dibujan un hecho racista contra personas que lejos de querernos dar cuenta, son tan iguales como tú o como yo... al menos algunos.
Negro... color, imágen, forma de vida que marca un carácter cuanto menos pesimista ante la vida.
Blanco... es la luminosidad con la que le das la bienvenida a un nuevo día, levantando persianas y corriendo cortinas ya que esta ahí afuera esperándote para que hagas de él lo que a ti te apetezca hacer.
Blanco... es timidamente y casi silenciosa la mirada que se deja ver de entre las piernas de una mujer parturienta haciendo acopio de querer que su criatura salga a la luz, y como no podría ser de otro modo, intente percibir en sus pequeños y poco desarrollados ojos ese color que implica pureza... ahí es donde ha nacido.
Blanco... es el hielo que te envuelve en el momento que se cruza tu camino y va derecho al abismo. Es ese frío de color blanco nieve, que te va paralizando poco a poco y sin saber como seguir adelante dejas que te inunde la razón con pensamientos poco acertados.
Blanco... símbolo de pureza y limpieza, estandarte de una ceremonia en donde supuestamente debería estar muy marcado el tan llamado vocablo "amor", pureza de la novia con su blanco radiante y el novio a juego con su gran amada que con sus convicciones bien estudiadas se darán todo el cariño del mundo, hasta que algo falle entre uno de los dos y ese simblo puro y blanco se torne algo mas gris.
Blanco... el color de la paz, una paz ansiada por muchos y denostada por otros que solo ven que con las armas se puede conseguir la sabiduría de un pueblo... necio el que lo piensa pero sigue siendo así. Nunca se puede dejar de lado el símbolo blanco y puro de la paloma de la paz.
Blanco... el color que me corre por toda mi piel y que a ojos de muchos me hace distinto de los demás... sobre todo de los pintados de negro... pero lejos es pensar que así es, puesto que ellos nos dan a nosotros lo mismo o mas que nosotros a ellos, todos somos necesarios en el mundo a la par que nadie es imprescindible.
Blanco... un chico muy bien situado que se enamora perdidamente de otra chica cuya diferencia es ser como el cielo cuando esta un poco oscuro, se dan amor y cariño haciendo caso omiso a los prejuicios... es la unión de los dos colores.
En definitiva, todo en la vida transcurre y nos ocurre de distintas maneras, según con el cristal ocular con el que observemos ciertas historias, así nos las tomamos de mejor o peor humor. Pero si hay que tener algo muy claro es que a veces... lo negro no es tan malo así como lo blanco no es tan bueno.

viernes, 14 de mayo de 2010

Arrinconándose el amor


Era de esperar que la siguiente mujer que apareció por la comandancia, tuviera esa sed de aliento que el miedo le estaba minando por completo.
En una noche tormentosa, parecía que la jornada iba a desencadenarse de manera tranquila y sosegada pero todo lo contrario a lo esperado, ya que con aquella mujer marcada por el dolor, comenzaba el largo camino de la incomprensión, la enajenación, la desolación hasta tales extremos, con el fin de llegar al punto crucial... el maltrato.
Se sentó en aquella silla de piel sintética rasgada por el uso y de un color negruzco, miró fijamente al policía que tenía enfrente a punto de aporrear con sus dedos largos las primeras letras de su teclado, para así comenzar los acordes tristes a la par que terribles de la historia de aquella buena mujer... y habló...
-Me llamo Luisa María, vivo en un pueblecito cercano a la ciudad, y tengo 35 años. Soy madre de dos luceros que me dan la vida, fruto del amor que me tenía Jose Angel en un principio, antes de que... (sollozos) antes de que él se fuera para no regresar más.
Mis niños tienen 6 y 10 años respectivamente y son dos niños magníficos, me sacan unas notazas en el colegio que son superior y sinceramente yo que soy su madre no podría ser objetiva en este caso... solo podría decirles que les quiero con toda mi alma, tanto así como para sufrir todo lo indebido y más.
Bueno, disculpenme, no quiero enrollarme con la historia de mis hijos porque seguramente no sea lo que mas les interese de mi, a juzgar por mi aspecto y por como he entrado en esta comisaria, pero al menos necesitaba desviar un poco mi atención ante un hecho que para mi es lo mas deleznable que me ha pasado en toda mi vida, sin exagerar.
Y bien, mi marido... porque a juicio de todo el mundo aun sigue siendolo... siempre fue un chico bastante majo y me imprimía mucho cariño, hasta el punto que cualquier detalle, por muy pequeño que fuera y yo abriera la boca por querer tenerlo, al día siguiente ya lo tenia. Me casé con él locamente enamorada de sus huesos, tonta de mi, que a mi edad, pues aun yo tenia 18 años, mi madre me decía que me esperara un poco más y que no quisiera hacerme mayor tan de repente... lástima no haberla hecho caso antes. En fin, que me desvío de nuevo señores, disculpenme... con esto quiero decirles que mi marido jamás me dio a entender que poseía una actitud un tanto violenta para mi ni para mis hijos, sino todo lo contrario. Yo siempre he pensado que eso nace desde muy pequeño, según la educación que hayas mamado de tus padres, y le puedo asegurar que Jose Miguel era un chico bien, sacó su carrera en Económicas e incluso estuvo estudiando en el extranjero haciendo un master. En la actualidad llevaba el departamento económico de una gran multinacional y estábamos muy acomodados ambos. Yo soy enfermera y en fin, creí tener una familia feliz. Hasta que semanas tras semanas, después de no haber recibido el ascenso por el que él tanto había luchado, todo lo alegre, atento, cariñoso y generoso que tenía, se transformó en una maquina de insultos y vejaciones hacia mi y a veces incluso hasta alguno rebotaba hacia sus hijos.
Así durante dos años, temiendo a veces por mi vida, pasando vergüenza por aquellas interminables broncas por cualquier tontería pero que para él era un mundo, sus alzadas de voz y sus malas palabras hacia mi, vociceandolas a todo el vecindario con el fin de que yo al día siguiente me muriera de la vergüenza por lo ocurrido. Rebajándome como persona con el agravante de comenzar a creerme todo lo que me decia y estar totalmente convencida de ello.
Pero bueno, ahora estoy bien, apoyada por mucha gente, que es la que me ha abierto una pequeña esperanza por seguir viviendo, porque yo quiero vivir y quiero ver crecer a mis dos luceros e inculcarles desde muy pequeños que su padre no es el principal ejemplo a seguir sino todo lo contrario, hay que ser generosos con la vida porque de no serlo recogerán su fruto sembrado, sea cual sea.
En fin, un sábado, llegó de parranda con sus amigos, es decir, lo típico para crear una contienda con una mujer desesperada sin saber donde se encontraba su marido, no por nada, sino porque me llevé toda la mañana llamándole al móvil debido a que su hijo se había tragado una espina comiendo pescado y tuvimos que llevarle al centro médico de urgencias... pero claro, su padre, al que en esos momentos tanto se le hubiera necesitado, no se encontraba... total, era su hijo y los hospitales son muy fríos y poco divertidos por tanto se estaba mejor desconectado del mundo y atiborrandose de alcohol y todo lo que fuera.
Esas fueron en resumen mis palabras en cuanto entró a la sala, en donde yo me encontraba sola. Y fueron mis ultimas palabras porque a continuación, él aturdido y fuera de sí, se me vino con paso firme, apretó su mano en forma de puño y con la misma rabia y fuerza y yo sin desviarme ni por asomo de su trayectoria me lo estampó con suma fuerza en toda la mandíbula, lo que hizo que del golpe me cayera al suelo y me pegara tristemente con el quicio de la mesa de cristal macizo en el cuelo por lo que al instante quedé inconsciente.
Lo único que recuerdo después de aquello es abrir los ojos en una sala de hospital, casi inmovilizada y toda la cabeza vendada y además con un bonito collarín ( supongo que un buen regalo de mi marido, pues a él le gustaba regalarme en su momento cualquier tipo de colgante porque decía que me hacia mucho mas esbelta una joya en él) y una voz que me decía... te lo dije hija... era aun pronto... que supuse que era mi madre, la cual entre sollozos al ver que ya recupere el sentido, se me abrazo fuerte y me besó.
Yo aturdida quería saber si mis hijos estaban bien y el saber que mi hermano se había ocupado de ellos fue tranquilizador para mi.
Bueno señor agente, ahora que ya el médico me dio el alta, vengo fuerte a denunciar a esa persona, que si bien quise en su día, hoy por hoy no puedo tenerle mas que lástima, ya que el odio es un sentimiento tan importante que jamás podría tenérselo a un personaje como ese.
Me averguenzo de haber compartido mi vida con alguien tan deleznable y sobre todo por no haberme dado cuenta antes. Cuanto tiempo he perdido pensando en que la cosa se podría haber arreglado con la fuerza de la palabra, pero siempre comprobé que su palabra era el mazo o el puño.
Y si, señor agente, hoy vengo mas que decidida a dar carpetazo a una historia que no me iba a deparar nada bueno sino todo lo contrario, quiero volver a vivir... no se como pero lo haré y quiero pensar que hoy en día, allá afuera exiten personas que me querrán y me lo demostrarán día tras día, pues yo me doy también con quien se lo merece.
No quiero saber mas nada de ese hombre que me hizo esclava de su locura y portadora de su yugo, que incluso quiso que sus hijos fueran el reflejo del espejo donde se miraran en un futuro.
Quiero darle las gracias a ese ser, de haberme dado mis hijos que tanto me ayudaron en su momento y que seguro que jamás me dejarán de lado, orgullosos al ser mayores de saber que su madre los quiso bien y los sacó adelante sin ayuda de nadie y sin ser apaleada por ninguno.
Y sobre todo quisiera ir pasito a pasito hacia delante sin tener el lastre de pensar que algún día por mi culpa fue... arrinconándose el amor para acabar en olvido y en odio.

(Dedicado a todas y cada una de las mujeres desaparecidas por la violencia de género)