domingo, 27 de junio de 2010

Un halo de vida


De un momento a otro, saldría a la luz aquel pizpireto muchachito de las entrañas de su madre. Con la piel morena, que pareciera como si un reguero de alquitrán se vertiera por toda ella, simulando un camino asfaltado.
Y como tal camino, Gabriel, que así se llama, fue con pies torpes intentando andarlo a pesar de las trabas que se fue encontrando por él.
Que duda cabe de que es muy querido y respetado por todos los que le conocemos, y en su momento más difícil tuvo a su musa al lado, aquella que le tomaba la mano a los pies de esa cama fria de hospital para decirle con voz melancólica y entristecida: iremos saliendo poco a poco de ésta, ya lo verás... y así fue.
Hoy, en un dia como este, hace muchos años atrás, yo personalmente quiero darle las gracias a quien tenga que darlas por haberme permitido conocer a una buena persona, de esas que jamás quieres olvidar, que son humildes y lo dan todo de si mismo, a quien sabes que de ella encontrarás una palabra de aliento y esperanza y sobre todo racional.
Hoy mi querido Gabriel, cumple un añito más en su camino que casí le cuesta la vida, y gracias a ello puede disfrutar de los suyos y por extensión me hace disfrutar a mi de él.
Me alegro poder darle un espacio en este blog, que ya anteriormente se lo habia concendido, pero ahora para poderle dar las gracias por ese halo de vida que ha irradiado y esperamos todos los suyos que irradiará siempre.
PORQUE TE QUEREMOS TE DESEO, FELIZ DIA DE TU 11 ANIVERSARIO

viernes, 25 de junio de 2010

Estío


A la apertura tenue de los ojos pude descubrir lentamente que un nuevo día se presentaba a mis pies.
Subí la persiana todo lo rápido que me dejaba el estar aún adormilado y en ese momento descubrí una explosión de color a la vista y al tacto que, a punto estuvo de cegarme durante unos minutos. Abrí la ventana y allí estaba, radiante, caliente, agobiante, refrescante... el verano.
Es una palabra que en cierto modo produce regocijo y alegria cuanto más se van agotando los días anteriores a su llegada. Cambiamos los pañuelos y las pastillas de resfriados, por las chanclas y los helados, en fin, para muchos es la mejor época del año.
Tu piel, comienza a adaptarse a las grandes cantidades de sal que van a tener que hacer frente y nos pide el razocinio interno de intentar adquirir algun mejunje para poder protegerla e hidratarla. Otros optan por achicharrarse vivos hasta el punto en que nuestra fiel amiga piel se nos enfada y rechista en forma de dolor.
Pero lejos de todos estos topicazos veraniegos, de fiestas por doquier, de desfases, de vacaciones a los sitios mas recónditos del mundo (quienes se lo puedan permitir), yo quiero acordarme muy especialmente, nuevamente repetirme lo sé, de alguién que ya dudosamente podría esbozar una carcajada si le leyera algo de lo que he podido haber escrito durante el tiempo que llevo en esta andadura... mi querido abuelo.
Y es que el estío en mi vida diaria últimamente esta bastante enrarecido, descolorido y carente de alegría. Indudablemente la muerte es la peor compañera que uno puede encontrarse por este largo camino y tumultuoso que nos toca vivir, que en otras culturas muy alejada de la nuestra la ven como algo milagroso, porque formas parte de otro mundo mucho mejor, pero su mundo estaba con nosotros, con quienes lo queriamos, con quienes lo respetábamos.
Titulo este relato como Estío, y sinceramente el toque claroscuro que posee vendria mejor encuadrado al invierno que es como más frío, pero también sé, que en cualquier lugar donde se encuentre mi querido abuelo, querría que se le recordara como esa estación, con su calor: por su humildad y cariño que nos tuvo, con su algarabía: por sus formas de querernos arrancar una risa de los labios, con su color: porque por muy mal que nos vinieran dadas, él siempre intentaba quitarle algo de peso a la cosa, a pesar de las rabietas y cosillas que la edad hace que a veces a uno se le agrie el carácter... es de humanos.
Soy poco objetivo porque hablo desde el corazón y para cada uno lo mejor es lo suyo, dando poca importancia a los errores cometidos, pero por ello yo no quiero ser menos y poder decir que para mi y los suyos el mejor era, es y será siempre él.
Siento, ante todo, que últimamente haya habido un largo espacio de tiempo entre relato y relato, pero las circunstancias me hacen ser demasiado repetitivo puesto que en mi cabeza, rondan recuerdos y anécdotas buenas de Juan, mi abuelo, y al querer plasmar mis sentimientos en este espacio en blanco todo resulta ser demasiado triste, y no es menester.
De camino a la capilla, detrás del coche funerario, mi madre, mi padre, mi tia y yo, unas lágrimas de despedida y sin duda alguna una paz interior, porque como el ciclo de una flor, nació, creció, brilló y desgraciadamente marchitó al final de la primavera... para darnos paso a la alegría del estío, del verano.


En la fotografía, Juan Rubio Naharro... aquel que fue buen hijo, buen compañero, buen padre y sin duda alguna mejor abuelo.

jueves, 17 de junio de 2010

Cuatro patas para un banco


Un banco alejado de la plaza le pareció idóneo para el símil que le recordaba la amistad que meses atrás estaba siendo tan desafortunada en su vida.
La primera pata de ese banco, un tanto ennegrecido por el tiempo y el olvido, parecía la más fuerte, la que de mejor manera sustentaba la plataforma que años atrás o venideros sujetarían las posaderas de la persona que se dignara a sentarse en él. Esa pata era un soporte un tanto primordial para las otras cuatro, pues su peso soportado era mayor, aunque sinceramente a veces tendía a hundirse, a dejarse vencer, y a sacar defecto a todo cambio que le surgiera a su alrededor. Era bastante neurótica, lo mismo había días que no rechinaba, como otro en el que el oxido de su arteria metalizada hacía acopios de sonidos bastante desagradables. Estaba pintada de un gris bastante triste, un color que le venía como anillo al dedo y que en parte, si fuera persona y pintor, lo utilizaría para decir lo que en realidad él no sería capaz de decir.
Si mirábamos un poco más a la derecha contemplaríamos otra de las patas de ese objeto tan desaliñado. En esta ocasión la pobre andaba herida de muerte, por sus arañazos y suciedad que se contemplaba, no tenía ánimos para seguir sosteniendo nada, aunque fuerza de voluntad poseía y hacia acopio de caerse en cualquier momento. Parecía ser de lejos, como si con ella no fuera nada y todo le parecía bien, si se le acercaba un perro para disponerse a hacer sus necesidades en ella, le daba lo mismo... que un chaval le apagaba la colilla del cigarro en pleno cuerpo metal, le daba lo mismo... siempre pensando en positivo, sin tener motivos para ello, pero era así. Fiel a sí misma y sus convicciones, haciendo sentir a las demás compañeras un poco de vergüenza ajena y resquemor cuando intentaba meterse en los asuntos de los demás objetos que se encontraban por alli. Amante de la celebración, se volvía loca cuando el reflejo de los fuegos artificiales de las fiestas del barrio, se posaban en su cuerpo metalizado. Lo mejor para ella... sin duda.
La siguiente pata, que se encontraba en la esquina opuesta que la anterior, era la más cauta, la más diplomática podriamos decir. Tanto así, que su amiga, la que citaremos a continuación, se sentia a veces sola cuando alguna de las dos anteriores le querían herir sus sentimientos sin apenas encontrar un atisbo de defensa por su parte. Era muy amable y también la que más bien conservada se encontraba, aunque lo pasara muy mal en años anteriores por un pequeño socabón que un cazador furtivo de pajaros jilgueros le hizo al posarse uno de éstos animalitos en su mismo cuerpo... en pocos segundos un balinazo le traspasó, teniendola que reparar en contadas ocasiones. Aún así sigue siendo igual de jovial, a veces un poco tontainas puesto que es tan sumamente humilde e ingenua que siempre se la cuelan, no vale para echar broncas y casi todas la quieren, pero a veces peca de compromiso.
La última de estas patas es la amiga fiel de la anterior y terriblemente mucho peor que las otras tres, es bastante sensible, a veces borde y muy pero que muy intransigente, además de tonta. Es de las que parece que nunca han roto un plato pero que sinceramente alguna vajilla si que habría caído. Dicen las demás patas de otros bancos que puede estar algo loca, pero a ella eso le resbala aunque a la vez le duela. A veces no se siente comprendida por las demás puesto que siempre le dan de lado y siente que hace demasiado por ellas y ellas por ella no. Quiere dejar de ser tonta pero se queda solo en el empeño, porque nunca aprende la lección. A veces, en la noche, cuando solamente les queda la luz de la farola que las alumbra piensa en que le encantaría ser arracanda de ese banco y seguir por libre, como siempre habia seguido años atrás, por no querer sentirse incomprendida, triste y en definitiva... sola.
Son solo cuatro patas, cuatro objetos aparentemente absurdos, que una vez estuvieron muy unidas en una época bastante brillante para cada una de sus vidas de metal. Que se quisieron, que se respetaron y que a pesar de que el respeto continúa, el banco esta decayendo, pudriendose, desfigurandose... quizá porque esas cuatro patas para el banco, ya no quieren que se pose la amistad en él.

miércoles, 16 de junio de 2010

Triste partida


Juan, Juan despierta¡¡¡¡ ves que estas mejor, ves que ya no sufres nada, ves que puedes respirar. Despojate de esos arapos de hospital y ven junto a mi lado, sientate aquí para mirar muy contemplativos todo lo que te ha deparado tu vida.
Mira Juan, ahí esta nuestra mayorcita, la Maruja... ayyy que ver la guerra que nos dio en su día pero que seis bellezas nos trajo al mundo de las que pudimos disfrutar cuanto pudimos, de tu Juanito, de tu David y de mis niñas que cualquiera de ellas eran mas bonitas si caben.
Mira mi Rafael, que desmejorado lo siento, mi pobre se quedó hecho polvo cuando yo me tuve que ir de su lado, pero lo quise tanto y lo quiero más aun si cabe como has comprobado que te quiere a ti.
No llores Juan, por que lloras?? por ver a tu negrita, desconsolada... tu sabes que nuestra Pili es muy fuerte y tiene a sus hijos y esos nietos que les ha dado mi Gema y mi Rafi que son como dos soles cada uno... eso le va animar porque sin duda alguna nuestra Pili... nuestra loca, se lo merece todo y más.
No mires con cara de tristeza a tus nietos, pues se que te hubiera gustado estar de cuerpo presente en su boda, que era una alegría para ti, pero ten por seguro que estarás, porque tu no has muerto para ellos, estamos los dos juntos en sus corazones.
Mira mi Juan, que afectado esta porque su padre ya no esta con él... Queremos tanto a nuestros hijos verdad Juan??. Se levantaron del asiento y como si de una luz intensa se tratara se fueron desvaneciendo tras de si muy lentamente...

Y si, su voz se apagó, ya no me pedirá el mando por las mañanas para ponerle el programa de la ruleta que tanto le gustaba, ya no nos mareará con tanto número de los juegos de lotería por lo que yo daría cualquier cosa de mi vida para que eso volviera a pasar, ya se apago su radio con las voces aflamencadas que tanto le gustaba escuchar... todo se acabo.
Ahora bajo la escalera, entro en la habitación cerrada, huelo su olor, el olor de mi abuelo y al coger una prenda de su armario la abrazo fuertemente diciendome... ayyy abuelo cuanto te voy a echar de menos... y muy truhán te nos has ido de nuestro lado para subir con tu dama tumbado, en una cama de madera oscura... en un día soleado.
ABUELO JUAN NO TE OLVIDES DE QUE AQUÍ ABAJO, HOY MAS QUE NUNCA LLORAMOS QUE YA NO ESTÉS CON NOSOTROS Y QUE POR SIEMPRE TE VAMOS A LLEVAR EN NUESTROS CORAZONES Y MENTE. UN BESO MUY GRANDE ESTÉS DONDE ESTÉS.

lunes, 14 de junio de 2010

Mente coloreada


Un vaso de agua y dos píldoras sobre su pequeña mesilla de noche, es lo primero que ven sus dos ojos cuando vuelven a la dura realidad una vez que han saciado el cansancio del día anterior.
Se sonríe mirándose al espejo del armario diciéndose a la vez que difícil sería la vida sin ese par de medicamentos compactos y tan pequeños. Da un trago al agua y se mete ansioso sus pastillas en la boca para volver la cabeza ligeramente hacia atrás y así puedan correr mejor por la garganta mojada.
¿Que me pondré hoy para salir a la calle?... Dijo con voz suave mirandose fijamente en el cristal reflejante.
Y escogió un disfraz de payaso. Raro, pero es lo que en realidad él siente a pesar de ponerse cualquier tipo de prenda... un mero payaso de circo... cuyas opiniones no cuentan para nada, cuyos actos quedan en saco roto y que en definitiva es como un ente que pasa por la vida sin pena ni gloria.
Él es así, fuerte de carne pero duro de mente... una mente que se estancó el día en que nació, un vagón que a pesar de ir enganchado a otro vagón semejante, va por libre haciendo descarrilar a todos los que están a su alrededor viajando en círculo, como su mente.
¡¡¡Necesito ser feliz¡¡¡... volvió a decirse frente al espejo con ese disfraz de payaso interior y atusandose la peluca azul.
Por un momento creyó serlo, cuando en sus manos cayó una entrada al exterior sin apenas tener que pisar un palmo de la calle, donde poder contemplar como sus semejantes se podrían querer, podrían llorar, podrían reír, podrían mentir y toda una larga lista de "podrían" que más de una vez tornaron su alegría en llanto y viceversa... en realidad nunca llegaría a ser feliz con aquel trasto negro.
¡¡¡Quiero un amigo¡¡¡... se dijo pegando un puñetazo a ese espejo que estaba mostrando el reflejo de lo que nunca quiso ser ni ver.
A su edad aun mendigaba atención y no era muy mayor pero tampoco muy pequeño. Su carácter tan especial, hizo sin pensarlo un socabón enorme, que a pulso fue cavando a lo largo de todos sus años, sin haber aprendido la lección de que su mejor amigo era él mismo y sin duda era quien mayormente le defraudaba, su misma persona.
¡¡¡Necesito que me quieran¡¡¡... voceó hasta corrersele la pintura roja de los labios.
Solitario, como estaba predestinado que viviera, nunca supo que era querer y ser querido, pues a todo el mundo ponía defectos sin pararse a pensar que uno mismo podría ser víctima de los suyos propios.
Se calzó los largos zapatones de un color distinto cada uno, apagó la luz de la mesilla y desenchufó el trasto negro que tantas alegrías debiera darle y daños le obsequió. Abrió la puerta de la calle y una ligera brisa le rozó su peluca rizada azul. Adelantó el primer pie calzado de color rojo y le prosiguió el de color verde. Miró de un lado a otro alertado de que alguien le pudiera estar echando uno o dos ojos y con paso veloz siguió su camino... un camino en dónde su mundo coloreado no dejaba paso a la realidad... una realidad coloreada igual que su mente.

jueves, 10 de junio de 2010

Lágrimas de cebolla


Abría la ventana de su dormitorio como el que abre una compuerta de agua turbia, pues necesitaba despojarse de todo lo malo que en el ambiente parecía haberse quedado durante la noche, la larga noche.
A medida que iban pasando los minutos y segundos, el olor a tabaco dejaba paso al aroma de la calle, de sus ruidos, de su aire. Asomó la cabeza y fijó su mirada en un pájaro que debía tener un ala rota por la forma de volar que tenía... al pobre solo le quedarían unas horas vivo antes de que cualquier rata de alcantarilla se avalanzara hacia él para darse su particular festín... eso pensó en voz baja al momento de volver hacia la habitación, coger sus llaves de casa y hacerse al mundo de nuevo.
Prefirió más caminar que conducir esta vez, pues necesitaba perder algún que otro kilo corporal a la par que varios kilos más de resentimiento, miedo, temor y tristeza, solo que ésto último parecía apegarsele demasiado y difícil era de eliminar.
Andando por la calle principal, se daba cuenta de que no pertenecía al mismo mundo que sus semejantes, atabiados con ropajes de cualquier índole, marca o estilo y que estaban mucho mas preocupados de sus conversaciones a través del móvil que de sí mismos o los peligros que les pudieran surgir en cualquier momento. Él era distinto, no soportaba la idea de pensar que alguien le pudiera atracar por la calle a plena luz del día, que cualquier mota de polvo se le colase por los orificios nasales para hacer estragos en su cuerpo o que simplemente se tropezara con alguna loseta de la calle y hacer el ridículo. Era algo así como un obsesionado de la peligrosidad en la vida diaria.
De pequeño recordaba las largas tardes de verano, muy típicas en los recuerdos de las películas o de la gente en sí, corriendo con su amiga Eva por los largos campos de cebada, confundiéndose sus siluetas entre el dorado del cereal y que la suave ventisca los hacia tambalearse igual que ahora mismo se tambaleaba su boca para tornar una leve sonrisa.
De momento un bocinazo un tanto desagradable irrumpió en su cabeza taladrándole todo su pensamiento y aun con el susto en el cuerpo no tuvo más que dedicarle una mirada desafiante a la ocupante del vehículo rojo que a su vez le largaba una serie de improperios, a los que él muy sabiamente respondió poniéndose unos pequeños cascos auriculares en sus oídos y encendiendo a su vez su Ipod, para seguir caminando a pie seguro junto a una canción de Ana Belén.
Le gustaba mucho esa cantante, y no era de su época puesto que él aun rozaba la juventud y la mujer en sí ya estaba un poco en la senectud, bueno exagerandolo un poco. Pero su caída de ojos durante las actuaciones que pudo contemplar, le hacían vibrar y solo con eso se hizo un hueco en su corazón y en su vida.
Seguía caminando y ya solo le quedaban tres manzanas más para llegar a su destino, y como de la nada se tratase, se le apareció un pequeño pulgoso perro con cara de no haber roto un plato en su vida, y más aun de no haber recibido cariño en mucho tiempo cosa que a él le pareció tristísimo. Se agachó y el perro no se inmutó, ni tan siquiera un atisbo de agresividad, simplemente sus ojos marrones se juntaron con los del perro y le acercó lentamente una pequeña galleta que el perro tomó en sus fauces y dándose la vuelta siguió su camino con su rabo de un lado para otro a modo de agradecimiento.
Unos veinte pasos, más o menos le separaba de su destino, y cada vez más inquieto se sentía pero sabía que otra vez más debía tirar hacia adelante. Se armó de valor y continuo con los pies por delante dejando atrás el valor que presumía tener para adentrarse en el edificio enfermo, que es como él lo había bautizado.
En el edificio enfermo, se sometía la primera semana de cada vez a un duro tratamiento en dónde a veces se sentía un conejillo de indias, pero sabía que si quería seguir respirando el olor y el ruido de la vida, debía aceptarlo.
Las enfermas blancas, que también las bautizó así se mostraban a veces amables pero otras muchas había que darles de comer aparte, como solía decir, y a medida que pasaban las horas su estancia junto a ellas se le hacía más eterna.
De camino de vuelta a casa, le separaba una puerta de vidrio a la calle, y muy cansado por la rutina de hoy, pareciera que no la fuera a rebasar nunca. Y una vez puesto su pie en la acera de la vida diaria, se atusó el pelo dándose cuenta que parte de su cabello se le estaba quedando pegado a la mano.
Sin saberlo, la sombra de su enfermedad le estaba acompañando por dónde el pasara, se sentaba en la misma butaca de cine que él, comía lo mismo que él y era partícipe de las pesadillas que apenas le dejaban pegar ojo.
Le ensuciaba la mente tornando en pregunta la exclamación cuanta vida me queda y se convirtió en su fiel amiga.
Llegó a casa, abatido y ansioso por llenar sus ojos de lágrimas para expulsar el cansancio y el horror que le atormentaba cada día al levantarse. Deshizo todo lo que hizo por la mañana y harto ya de estar harto otra vez cerró la ventana, encendió su equipo de música y escuchando "peces de ciudad" partió una cebolla en dos mitades, se la paso por los ojos y empezó a aspirar los efluvios que de ella se desprendía.
Seguidamente con los ojos encharcados en lágrimas ácidas e irritantes, pegándole una larga calada a su cigarro acompañó a los acordes de la citada canción un coro de llanto y desconsuelo, citando a su vez su última frase del día... por fin logro llorar... aunque solo sea con aroma a cebolla... por fin se acabó el día.

jueves, 3 de junio de 2010

Dentro de una botella...


Frente a un papel en blanco, tan longevos nuestros antepasados no tan pasados, se disponían a plasmar sus ideas, peticiones o temores ayudados de una pequeña pluma y un poco de tinta negra. Y es que la necesidad de comunicarse era tan máxima que de cualquier modo valía, hasta que la escritura apareció en nuestras vidas.
Había cartas de amor, desasosiego, intriga, alegría, pena, y selladas con la incertidumbre de cómo y cuando llegaría a su destinatario. Fiel amiga de su paloma a quien se siente segura y amarrada, viajera excepcional en vagón amarillo e incluso pasajera de altos vuelos... sin duda alguna en todos lados y a veces en ninguno.
Hoy, estoy mirando un paquete de sobres de colores, un poco ya olvidados y me preguntaba... cuantas y cuantas verdades, mentiras e historias dispares esconderían bajos sus solapas de papel.
Cierto es que antaño, la comunicación era tan precaria que incluso hasta señales de humo valían, pero una carta, noble mensajero, cuantas veces has calmado la pena de la mujer desconsolada, la alegría del hombre desilusionado y la llegada de un nuevo familiar al mundo.
Hoy, sin saber a que referirme en mi pequeño blog, quiero hacerme eco de algo que ya estamos dejando en desuso por la venida de las nuevas tecnologías, tan buena como la que más, pero fría y distante a la par que difícil para muchos.
Y es que sin duda ese código escrito, plasmado en una silueta de celulosa blanca y a veces teñida de tinta aromatizada nos esta diciendo adiós, para dar paso a las letras encuadradas en un teclado y que se reflejan en una pantalla... llegará o no llegará?? Pues si señores, yo prefiero el email a dejar de la mano del mar, mis letras metidas dentro de una botella...