sábado, 29 de mayo de 2010

Hoy como ayer


Hoy como ayer, se quedaba absorta, mirando a quien sabrá que o a quien se atrevía a asomarse por sus dos retinas tintadas de un marrón miel. Y su ted pálida hacía juego con su sonrisa un tanto contenida, que la dedicaba integramente a la silueta voladora que poco a poco se iba haciendo notar posando sus ruedas estrechas, junto al gran estruendo, en el alquitranado suelo.
Se abrió la pequeña compuerta, y tras de sí, fueron saliendo todos y cada uno de los robustos hombres que portaban grandes mochilas a sus espaldas, y vestían de un verde camuflado. A ritmo de tambores, cornetas, aromas de color rojo, amarillo y rojo y vítores por doquier, la dama de bellos ojos miel buscaba entre aquel bosque viviente a alguien que se le pareciera a su árbol preferido, pero entre tanto tumulto de personas, parecía no encontrarlo.
La algarabía interior pasó a ser algo así como incertidumbre para después con el paso de los minutos un poco de preocupación. Y es que no había rastro de la semilla que tanto le costó cultivar... su amor... que regó, abonó, y cuidó para seguir adelante.
Toda esa situación le hizo recordar por momentos aquel fatídico 5 de Julio, cuando el tintineo desafortunado del teléfono se acopló en el salón para que una vez apagado al descolgarlo la voz robusta del comandante citara al soldado, para luchar en la contienda que se libraba en un país del África sureña.
No fue plato de buen gusto para nadie, y con el pasar de los días, durante los preparativos del viaje, su casa y su familia parecían un río desbordado de tanta lágrima que echaron cada par de ojos que sabían de la noticia. Excepto su padre, que como fiel militar, se vanagloriaba de que su pequeño siguiera sus pasos.
Aquella damisela, se quedaba sola, triste y sin saber como reaccionar, y a cada kilómetro que el aparato volador le iba distanciando de su amor, más miedo y desesperanza se acrecentaba en su cuerpo.
Las horas le parecían años, los años le parecían siglos y así pasaba el tiempo, deseando que se parara, señalando en un viejo calendario, pegado a la nevera todos los días que se había perdido con su amor a costa de ganar paz en la tierra.
Pero el calendario de papel ya iba acotando su tiempo, el tiempo de la vuelta, y para la ocasión ella se mandó hacer a sí misma un vestidito con unos retales muy vivos de color y floreados, que se había encontrado por nada y menos en un mercadillo ambulante. Por cada puntada que iba dando a la delicada prenda de tela, mas parecía acercarse al áspero uniforme verde y así el tiempo se le consumía sin pensar que la casa se le caía encima.
Delante del espejo, en el que tantas veces se miraba y se decía que no podía más, ahora con su vestido acabado, se sentía querida, amada y más guapa que nunca.
Se arregló el pelo y corriendo como una moto, en la que ella iba montada, (poco femenina, todo hay que decirlo) se dirigió al final de la meta, día 29 de mayo del año 2010, en la que millares de familiares esperaban impacientes que el pájaro de metal, posara sus patas de nuevo en tierra firme, y entre toda esa gente, estaba ella, con esos bonitos ojos miel, buscando a quien al final no salió... pero es que nunca saldría, jamás saldría, definitivamente no.
Habían pasado casi cinco años, cuando un proyectil hizo llaga en el corazón de aquella mujer, y tan fuerte fue el dolor que sintieron sus entrañas, que su veneno recorrió todo su cuerpo hasta llegar a su cabeza, la que se volvió loca.
Por eso, hoy como ayer, todos los sábados por la tarde, ella se pone su vestidito, coge la moto y se va rauda y veloz al aeropuerto, en busca de su amor perdido y casi fugaz... porque hoy como ayer su vida... gira en torno a él.
(Homenaje a los que por desgracia estos días no podran participar en el "Dia de las fuerzas armadas españolas)

viernes, 28 de mayo de 2010

Préstame tu pluma.



El día pronto se estaba acercando, y más pasitos iba dando a medida que el sol asomaba tímido de entre los juncos y jaras que habitaban en el río.
Por un momento llegó a sentir un escalofrío por todo su cuerpo, que lo paralizo antes de ir a la mesa a tomar el desayuno, el cual, suponía que sería de fiesta puesto que hoy subía un escalón en su corta vida dejando atrás el numero 15 para darle la bienvenida al susodicho 16.
Era una edad un tanto rara, un poco pava para que nos vamos a engañar, en donde los chicos ya empiezan a experimentar ciertos cambios a nivel físico y que sus inquietudes y sus formas de expresarse de cara a un futuro mejor ya se les estaban marcando... y para Marcos eso no iba a ser menos.
De pequeño, pues como todos, era un chico admirado por todo el mundo, hasta por la hija de la portera que decía cosas incongruentes como que el niño tenia carita de pez y cuerpo de caballo... y todas las personas que gozaban de ese mal comentario por su boca, tornaban una mirada un tanto desafiante y hostil, pero ella no le daba la importancia que debía de tener y seguía atiborrando a su querido amigo de tal somanta de adjetivos calificativos que mejor sería no mencionar.
Pero ese equino con ínfulas de sirena de mar, fue creciendo y el estar entre la tierra y el mar no le hacia mucha gracia por lo que armándose de valor y delante de sus progenitores, como si de juicio inquisitorio se tratase les expuso muy claramente lo que él quería hacer en su vida desde ya...
Años atrás, cinco aproximadamente de la historia que estoy relatando ahora mismo, Marcos era un niño bastante retraído en si mismo, no jugaba con nadie y para todos sus compañeros de clase les servía como totem con el que lanzar cuantiosas bolas de barro o restos de bocadillos con el fin de divertirse ellos... a costa del pobre chico ridiculizado.
De todos modos, a él pareciera que eso no le importara, porque después de tal bakanal de golpes a distancia, se levantaba, se sacudía, cogía su cartera y se iba. Mi curiosidad por aquel chico me podía tanto, que ese mismo día le seguí agazapandome entre los arbustos que me iba encontrando a su paso, y en un momento paré.
Marcos, se sentó en un pequeño banco de madera que estaba junto al jardín de flores rojas y sacó una especie de álbum o algo así. Bastante antigua, sacó de su bolsillo una pluma estilográfica que era una pluma de un ave, por así decirlo.
Comenzó a escribir y en él se podía divisar la cara de contento a la par que de enfadado. Dejó de escribir ese algo, cerró su libro y seguidamente se levantó y se marchó.
Pasaron varias semanas y no vi por el colegio a ese chico tímido que era objeto de burlas de sus compañeros y me pareció algo extraño. Sentí un ambiente un tanto ruborizado y era como si de buenas a primeras se lo hubiera tragado la tierra.
A cualquiera que le preguntabas del pueblo, no te sabían decir donde estaba ese equinosirena con inquietudes escritoras, pero una vecina me comentó que estaba muy unido a una chica que vivía cerca de la casa junto a molino, donde exactamente vivía él con sus padres.
Me dirigí allá, alimentado por la curiosidad casi morbosa de saber como un chico de esa edad tenía ciertas inquietudes no muy propias para él, y sobre todo ver que podría haber escrito en ese libro... a lo mejor era un asesino en serie que pretendía cometer un grave crimen... nunca se sabe.
Me asomé a la casa que me indicaron pero allí no había nada, solo un cartelito que ponía "fuera hasta el martes". Al ver la casa, caí en que era la vivienda de los vendedores ambulantes de chatarras y demás artilugios y claro, tenían una hija que era bastante lozana y que a veces estaba junto a Marcos, igual que él, escuchando embobada las historias que el le contaba.
Transcurridos unos días después de haber desaparecido el chaval, una sirena de una ambulancia se digno posarse en la vivienda de Marcos. Yo, como si de mi se tratase, me vestí y me calce lo mas pronto posible ya que era muy temprano aun. Cuando corrí la cortina de mi ventana, no logré ver nada y la ambulancia ya se había ido.
Me arme de valor y seguí los pasos que me conducirían a la casa de Marcos. Y fue entonces donde entré en un dilema... llamar como el que no quiere la cosa y preguntarle a sus padres que tal estaba su chico, lo cual seria lo mas correcto, o bien tirar piedrecillas pequeñas a su ventana, si es que estaba situado allí, y esperar a que él se asomara y me comentara algo.
Opté por la segunda, más que nada porque eran las 7 de la mañana y no era una hora muy común para molestar. Así es que preferí molestar al chico. Cogí dos piedrecillas y me puse a tirarlas como un descosido hasta que por fin, de la oscuridad profunda se hizo la luz intensa y se comenzó a vislumbrar la silueta de un cuerpo un tanto magullado de dolor, triste y gris.
De ese mismo color se me dibujaron a mi los ojos y se me descolgó la sonrisa cuando vi a ese equino de sirena según la hija de la vecina, convertido en algo inexplicable... un enfermo.
Fueron unos momentos un tanto tensos, porque su mirada se cruzaba con la mía y yo jamás había mediado palabra con él. Pero de pronto se hizo el sonido y se escaparon muy leves unas palabras de ese chico que decían algo así como... ven, tu que tanta insistencia tienes en saber de mi y estas aquí tan temprano, ven que me debes ayudar.
Yo bastante alicaído, no hice caso omiso de su petición y me presenté justo al lado de la ventana donde Marcos hizo su aparición. De pronto, sus brazos embatados que dejaban escapar unas frías manos y tiritantes posaron en las mías ese álbum del que yo había visto escribir alguna vez de lejos. Pasajeó el libro hasta que llegó a una en las que el blanco impoluto primaba en demasía y nuevamente se escucharon débilmente estas palabras...Préstame tu pluma¡
Mi mano se acerco a mi pantalón en donde tenía un bolígrafo que solía llevar por cualquier emergencia que pudiera surgir y se lo entregué diciéndole... no es una pluma, pero supongo que te servirá.
El chico se sonrió muy levemente, me cogió con gesto de agradecimiento el bolígrafo y se dio la vuelta.
Una hora después, con los ojos inyectados en lágrimas, me devolvió mi bolígrafo y sin dejarme preguntarle el motivo de sus lloros, se me adelantó diciendome... ve a casa de los vendedores ambulantes y dale este libro a Sara, no lo abras por favor, solo puede hacerlo ella.
Yo todavía seguía estando absorto de todo lo que me estaba pasando y apenas podía mediar palabra.
Se cerró la ventana y ya se empezaban a dibujar los claros del sol, y yo en mitad de la calle, con un libro cuya curiosidad me mataba y sin saber que hacer con él.
Como siempre fui un buen mandao, o eso es lo que solía decir mi madre, durante la tarde subí a casa de los chatarreros y denotaba jaleo. Llamé a la puerta y una señorita muy despuesta me dijo... quien eres tú y que quieres de nosotros, que aquí nadie ha robao nada¡¡¡. Yo me asusté un poco pero no lo suficiente como para decirle que solo buscaba a Sara y que queria hablar un rato a solas con ella.
La señora se me quedo mirando con ojos extrañados y desafiantes a la vez que pegó un grito un tanto kinkillero a la joven, la cual llegó a donde yo estaba casi como su madre la trajo al mundo, es decir, muy poco vestida... como se suele vestir ahora, o eso dicen.
Nos apartamos un momento y le comenté que tenia algo que su amigo Marcos quería que ella tuviera.
Comenzó a ponerse muy nerviosa y le temblaba la voz al pedirme que le diera el regalo.
Se lo dí y me senté a su lado a petición de ella misma y pasando las hojas llegamos a la última de las escritas por Marcos que decía lo siguiente:

"Tu Sara, fuiste la persona que más cariño me dio en los momentos en los que no era comprendido por nadie. Se que somos jóvenes pero también se que mi juventud se para aquí. Si, mi niña si, el motor de mi vida se esta quedando sin gasolina y por mas que quiera repostar en cualquier gasolinera, el liquido se sale para otro lado, y no me llena... no me cura.
No se si por el hecho de ser distintos, pudimos empastar genial, pues tu eras de raza gitana y yo un simple payo con muy poco ángel como decís vosotros, más bien un lumbreras que en lugar de ir a jugar con los chicos de la edad, me refugiaba en mis sabanas de papel para darles color y forma por medio de mi pluma. Historias que tu tan amablemente te dignabas en leer y en decirme lo que estaba bien o lo que estaba mal a tu juicio... me encantabas¡¡¡
Pero es que para que iba a querer yo hacer lo que los niños hacían si yo sabía que mi tren iba a descarrilar mañana? En fin, con lágrimas en los ojos te pido perdón por mi ausencia tan repentina de estos días, pero mis padres se empeñaron en convertirme de nuevo en conejillo de indias para ciertos tratamientos que vienen muy bien contra este bicho que me esta comiendo por dentro... esperanzas nulas puesto que ya se me avecina lo peor.
Por eso mi querida Sara, quiero que seas fuerte y te quedes con este libro que cuenta lo que tu y yo tanto sabemos, nuestras vivencias, lo que ambos hemos querido en la vida y que yo por la mala pata del destino no voy a poder tener jamás. Sigue adelante y cuidate mucho, yo allí donde esté, te querré siempre porque tu me quisiste a mi, y si por un casual en mi ausencia te encontrases mal, abre ese mar de vivencias en papel y lee una por una todas las que mi mano y una pluma cualquiera inmortalizaron... dejate llevar por lo que te recuerden porque de ese modo tu estarás conmigo, y yo estaré contigo". HASTA PRONTO AMIGA
Un momento sollozo se me paso por todo el cuerpo y no sabia que responder mas cuando volví en sí de nuevo la chica ya no estaba, se habría ido corriendo a su casa.
Yo me dí media vuelta y continué callado hacia mi casa, sin decir media palabra, y solo pensando lo que se suele pensar en estos casos.
Desafortunadamente, cuatro días después de haber leído el relato junto a Sara, Marcos era amortajado para ser enterrado en el cementerio del pueblo.
La gente decía que murió de soledad, que murió de pena e incluso de alguna enfermedad dura, que seria lo más probable, pero yo pienso que él murió de desesperanza, de cansancio y de impotencia porque llevaba en su sangre escribir, y sabía que jamás podría preguntarle a alguien cercano lo de "Préstame tu pluma"... y sin ella jamás podría evadirse de su mal.

lunes, 24 de mayo de 2010

Vida alicatada


Frente a la casa de la señora Eugenia, tras el pastizal que su marido usaba para darle de comer a los cuatro burros escuchimizados que poseían, existía un camino que desde bien pequeño siempre inundó su curiosidad y que a medida que fue creciendo esa tentación que el diablo le mandaba despiadado, se acrecentaba más aun.
Así pues, en el momento en que la señora Eugenia hiciera acopio de su malograda voz y nos deleitara a todos los pobres que estuviéramos a pocos centímetros de distancia su tan temido gruñido hacia su marido, sería su oportunidad de oro para poder posar sus pies sedientos de quien sabe el que.
Contaban las malas lenguas, que ese camino desembocaba en una despojosa casa hecha con basuras, que olia a tigre y que estaba habitada por ánimas malditas con gula de perversión y destrucción a todo aquel que se dignara a molestarlas.
Otras en cambio, supongo que las más centradas, cosa que le parecía imposible en un pueblo de tal calibre, decían que simplemente era refugio para los amantes que en noches de fiestas o de luna llena iban a demostrarse todo su amor despojándose de sus respectivas enaguas que les cubrían el cuerpo para así dar rienda suelta a todas las fantasías pervertidas que en otros momentos no se podían dar a conocer.
Él en cambio quería saber que es lo que se podía encontrar allí, y pasara lo que pasara se quería quitar ese gusanillo, así es que se dispuso a echar un pie hacia delante y otro hacia atrás de forma seguida hasta llegar al camino.
Se quitó de sus oídos un pequeño bolindre hecho con miga de pan y leche, que su abuela le enseñó como remedio a los que perturban la tranquilidad del señor y de una servidora (palabras dichas por su propia boca) y como las personas mayores siempre dicen la verdad excepto cuando las pobres, en la senectud mas severa no tienen la cabeza en su sitio, pues le hizo caso y se los robó un ratito... total, la pobre anciana no los echaría en falta hasta la hora en la que su cuerpo retozara en el colchón y su marido le quisiera amenizar la noche con unos cuantos sonidos nasales que más de una vez les ocasionó un disgusto.
Sus ojos comenzaron a chispear, y no lágrimas precisamente, sino más bien una mayor curiosidad y afán de conocer, al ver lo que tenía frente a sí mismo: Era una bonita casuela¡¡¡¡
O sea que las opiniones infundadas por las alcahuetas del pueblo de momento no tenían validez ninguna.
Se fue acercando poco a poco y de forma sigilosa hacia la puerta. Cogió el pomo de ésta y lo notó bastante frío, casi podría decir helado, por lo que pudo deducir que la casa llevaba abandonada mucho tiempo y que por allí no pasaba nadie.
Timidamente giró el pomo y como quien no quiere la cosa la puerta se abrió para dejarle contemplar una inminente entrada con unas escaleras de caracol doradas que parecían dar a parar al piso de arriba.
Pero allí había algo más que llamó su atención... y es que se respiraba un ambiente un tanto tenso, como si los inquilinos que hubiesen estado viviendo allí no acabaran bien y al final optaran por marcharse a otro lugar.
Justo encima de la chimenea, que por cierto, era la más grande que había visto en su vida, se encontraban enclavadas dos baldosas a cada lado de dicho horno para calentarse uno en noches de frio, en las que se podía leer en una feliz y en la otra algo así como mente. Era obvio que si se juntaban las dos baldosas se formaba la palabra felizmente.
Su curiosidad fue tal que se adueñó de una pequeña escalera que había posada en una estantería y se dispuso a coger una de las baldosas, poniéndola después encima de una mesita que se encontraba en medio de la chimenea. Hizo lo mismo con la segunda, pero cuando intentó unirlas para formar esa palabra, cual fue su sorpresa que cada una de ellas salió disparada como si de un imán que se repele se tratase, haciéndose añicos contra la pared. Tal fue el espectáculo, que salió despavorido del lugar y jamás volvió allí.
Pasaron los años y su vida se fue complicando con problemas que jamás pensó que podría sufrir, ya no fue nada igual, incluso perdió amistades, ilusiones, amores, todo para él se convirtió en una mera utopía de lo que pretendió ser su vida y jamás le supo encontrar el motivo.
Un día, una de las chafarderas del pueblo le comentó que una prima suya que vivía en la aldea de al lado, tenía nociones de brujería y que le podría consultar, previo pago de una cuantía jugosita, su mala fortuna.
Él no era muy creyente de estas cosas, pero la desesperación le hizo pensar que algo me podría ayudar y se puso en sus manos al son de de perdidos al río.
Después de desembolsarle siete mil pesetas por una simple piedra que hubiese encontrado en los caminos donde sacaban a las cabras , esta mujer le comentó algo asi como: Tu vida seguirá siendo un malestar continuó puesto que entraste en lo prohibido, profanaste lo más íntimo e incluso quisiste cambiar el sentimiento de alguien a quien ya no se le podía cambiar. Aplicate el cuento hermano, pues meter el hocico donde no te importa, a veces juega malas pasadas y sin duda alguna, tú y nadie más que tú saldrás perdiendo en todo ello.
No estaba perplejo ante tanta verborrea que le echó la buena mujer por llamarla de alguna manera al pobre curioso, y rematando la faena le dio el siguiente consejo: y como punto final te diré algo, deja las baldosas de los demás que estén equidistantes si ellos consideran que deben estar asi... mejor que cada uno se preocupe de las suyas porque baldosas de ese tipo o peores... tenemos todos en nuestras vidas alicatadas.

jueves, 20 de mayo de 2010

Amor símil


Tras la plazuela, se levantaba álgida y casi esplendorosa una montaña que a simple vista parecía pequeña, pero que a medida que te ibas acercando a ella se te hacia un mundo frente a ti. En ella, habitaban cuántas especies vegetales te podías imaginar y de todos los tipos, desde el árbol mas frondoso hasta el mas escuálido, con hojas cuyas formas invitaban al recreo de las mentes más sofisticadas... en fin, nos encontrábamos dentro de un jardín que parecía una ciudad vegetal.
De entre tanto árbol majestuoso se encontraba uno que parecía ser aquel que no quiere nadie, el mas apartado de la urbe, y el que sin duda alguna era objeto de todas las burlas y chismorreros que algún que otro pino lenguarón se dedicaba a ir corriéndolos de hoja en hoja.
Ese árbol en cuestión era un eucalipto, que cuando lo mirabas te dabas cuenta de que tenía algo que lo hacia distinto a las demás especies que allí habitaban, y receloso de su vida, no abrió el pico ni tan siquiera para desmentir aquellos infundios mal habidos.
Provenía de un vivero un tanto lejano, o al menos eso era lo que marcaba la etiqueta que le colgaba a modo de collar en la parte alta del tronco, y lo dejaron casi abriendo paso al descampado después del jardín de bellezas, por así decirlo. Desprendía un olor a resina que embriagaba a cualquiera que pasara por su lado, y sinceramente a mi eso, me excitaba mucho, para que negarlo.
Eucalipto, era de naturaleza melancólica, o eso es lo que yo, siendo un cerezo, pude deducir cuando me atreví en la noche mas oscura, acercar mi susurro hasta su copa.
Al principio pensé que me llevaría la callada por respuesta a lo que yo le preguntaba, pero cual fue mi grata sorpresa que en un momento se formo un remolino de viento a modo de replica por lo que yo tuve a bien preguntarle todo tipo de cosas con el fin de intimar más.
Tres o cuatro hojitas pequeñas de color rosado calleron a pie de mis vetustas raíces, que al mirarlas me hicieron comprender el motivo por el cual ese pequeño árbol se encontraba así.
Pasaron muchos años, y el pequeño eucalipto paso a convertirse en una hermosa pieza que servía de refugio para los amantes acalorados de pasión y para los ancianos que buscaban guarecerse del chaparrón que les había cogido de imprevisto por la calle.
Yo, continuaba siendo un cerezo, el mismo de siempre, casi inmortal, aunque después de los cambios tan bruscos en cuanto al tiempo durante el pasado verano, mis frutos rojos no nacieron como debían y por tanto no fueron recolectadas para servir de alimento a aquellos pequeños monstruitos con pies y manos, que vivían en casas cuadradas de varias plantas y que razonaban bastante bien... bueno unos más que otros.
En fin, el eucalipto y yo nos hicimos amigos, muy amigos, tanto así que solíamos hablarnos en ese lenguaje tan especial que solo él y yo sabíamos y que a más de uno les producía un nervio constante y a veces incluso hasta rechazo, por no saber a ciencia cierta que nos decíamos y que por tanto les resultaba sospechosa tanta palabrería y galanteria por parte de ambos.
Durante todo este tiempo jamás pude comprender porque las demás especies podían tener tanto odio a tan bonito elemento natural y como consecuencia muchos de aquellos pajarillos que venían a desparasitarme en épocas de hormigas u orugas... dejaron de hacerlo sin más ni más.
Incluso sentía que el agua de los aspersores que timidamente llegaba entrado el sol, seguía los pasos de tales desplantes y apenas me mojaban un poco la tierra en la que yo me encontraba enclavado.
Dos días después, muy temprano, escuché un horrible tumulto que me hizo temblar, tanto así que varias de mis hojas salieron despedidas al suelo... con lo que me había costado hacerme el peinado de turno.
Era algo extraño, porque las copas de todos los arboles, tanto los más voluminosos como los más altos se movían de un lado para otro llevados por la fuerza de un fuerte viento que los casi arrancaba de sus lugares. Esos movimientos despedían silbidos a modo de llantos un tanto suaves pero que a medida que el viento se iba haciendo mas intenso, los llantos se acrecentaban. No cabía duda de que algo malo había pasado, y yo, sabio de mi, intente comunicarme con el eucalipto pero parecía ser tarde.
Dos helechos me explicaron que por culpa de ese árbol a quien yo tenia tanta estima, se habían muerto victimas de la putrefacción el pino majestuoso y unas cuantas especies más, y que por eso todo el jardín estaba tan revolucionado y tan mal.
Mis oídos no daban crédito a lo que yo estaba oyendo de las voces de esas dos hierbajas que encima eran hermanas de un girasol, que cuanto menos perdía aceite por sus pipas... ya me entendéis, y que como tal, era bastante cotilla y pecaba de mentiroso.
Pero es que eucalipto no estaba ya allí, en su lugar apartado, solo quedaba la marca que se encontraba en el tronco... no había ni rastro de él.
La mala lengua del girasol, me explicó que todo aquel que quisiera crecer al lado de un árbol de tal magnitud estaba condenado a morir y por tanto no seguir el ciclo de la vida hasta el final, y que por ello lo tuvieron que talar. Y que según las leyes de la naturaleza no se concebía en ningún caso que un árbol tan canalla y que para nada se asociaba con las características tan asombrosas como las que yo poseía por el hecho de ser un cerezo, podría estar unido a algo así, ya que existían rumores de ciertos acercamientos mas allá de lo íntimo.
En ese momento me sentí morir, por dos motivos: el más importante... que se me había ido el ser más maravilloso que jamás había conocido, con el que estaba comenzando a sentir algo más y que ahora nuevamente volvía a sentirme sólo y el segundo era que odiaba a muerte a esos musgos cotillas que en lugar de preocuparse de no ser objeto de adornos en las navidades venideras, solo se preocupaban de levantar calumnias y meterse donde no les llamaban... querría matarlos¡¡¡.
Que injusta es la vida, y por cuantos caminos malos nos lleva: yo encontré a alguien con quien comenzaba a entenderme, donde comencé a labrar un camino hasta llegar a él, cuyo lenguaje me fue difícil de aprender, pero lo conseguí, hasta el punto de llegar incluso a sentir que necesitaba estar a su lado y ver rozar sus ramas en mi tronco delgado... y ahora seguro que ya es pasto del fuego...
Sin duda alguna, yo hubiese preferido sentir los efluvios de la muerte motivado por eucalipto, entrando por mi escuálido cuerpo de madera y caer muerto a sus raíces, dejándole reposando dos cerezas a modo de agradecimiento por todo lo que él me dio... porque es muy duro que te arrebaten lo que tu más quieres... no tanto así es morir por amor.

martes, 18 de mayo de 2010

Torres más altas...


El reloj de la mesilla marcaba en números rojos muy vivos las 7.15 de la mañana.
Aun no se vislumbraba ningún rastro de luz en la calle de detrás de la ventana cuando Pablo, se levantó rápido de la cama y se dirigió al baño.
Una vez duchado y acicalado para la ocasión, se dispuso a hacerse un café en aquella cafetera mal usada y en donde el liquido viscoso negro que salia, se fundía con la leche de la taza y aquello parecía mas bien un gazpacho mañanero al café, que otra cosa... pero le daba lo mismo, se lo metía entre pecho y espada.
Leía la prensa, sobre todo las necrológicas... manías que tiene uno... y seguidamente se miraba al espejo para peinarse un poco, coger las llaves del coche y salir temprano a su lugar de trabajo.
Su itinerario siempre era el mismo. Supongo que eso le venia dado de su familia, la cual se vanagloriaba de ser perfecta en todo y seguir las tradiciones en cualquier ámbito, y digo esto porque ese mismo trayecto lo hacia su abuelo hacia años para llegar al banco en donde trabajaba y que ahora dirigía 12 años después su nieto... una cosa así no se podía dejar atrás.
Pablo era el niño mimado de sus padres, aunque tenia dos hermanos más, solo que éste fue el hijo con todas las letras. Los otros dos siempre fueron en contra del sistema y jamás acataron las cuestiones dificiles que se sucedían en la familia, pasando olimpicamente de todo ello, a lo que lejos de premiarles con tales comportamientos, fueron expulsados de la familia al cumplir la mayoría de edad y de todos los derechos que poseían por ser los nietos, e hijos del mayor accionista bancario del país.
Una mañana, Pablo se metió en su coche e iba malhumorado e incluso con ansias de llegar tan rápido como pudiese a una reunión un tanto importante. Al salir del aparcamiento las ruedas de su coche chirriaban dejando a su paso las huellas impregnadas en la carretera y fue desapareciendo entre la niebla espesa que ese día los había visitado.
Dentro del habitáculo, solo se escuchaba alguna canción de Diana Navarro, y ciertos titubeos de dicha canción por boca de Pablo, sin duda para aplacar los nervios antes de llegar a tan comparecencia. De repente, un coche se le atraviesa por delante, y a pesar de que para Pablo el semáforo le señalizaba que debía parar, con tal velocidad como iba no pudo frenar a tiempo y lo que vino después ya os podéis imaginar.
Hubo momentos de silencio para dar paso a momentos de confusión e incluso de malas palabras por ambas partes, hasta que al final lograron solucionarlo de buena fe, aunque hubo algo que a Pablo le desconcertó por momentos.
Al enseñar la documentacion del coche a la señorita que se había cruzado en su camino... según él... le parecía familiar su cara... tanto así puesto que era su hermana¡¡¡¡.
Se quedo patidifuso al poder comprobar por su d.n.i que tenia enfrente a él a una chica no muy mal físicamente, que había intentado descuartizarle el coche y que para colmo era su hermana.
En ese momento de entre confusión, tristeza y alegría, Pablo se acercó a la chica mientras guardaba el móvil en su cartera y le dijo... tu eres María, eres mi hermana??
Ella con afán de no haberse quedado asombrada por tal noticia le asintió con la cabeza y seguidamente se iba montando en su malogrado coche.
Él maravillado y sin apenas mediar palabra, lo único que pudo hacer fue verla montarse en su coche y dejar que se fuera, pero le tenia confuso una de las caras que puso la chica al decirle que ella ya sabia lo que había.
El la siguió con el coche hasta una especie de descampado donde pararon los dos el motor de sus vehículos... como pudieron claro esta. Salieron y se contaron muchas cosas... ambos dos, tanto lo bueno como la malo de haber estado separados.
María le contó las fatalidades que tuvo que pasar por encontrarse sola y sin nadie, teniendo que criar una hija con una pequeña disfunción intelectual y que le costó incluso remuneradamente poderla tratar con los mejores especialistas. Que para ello tuvo que trabajar muy duro, incluso haciendo cosas que en su sano juicio nadie haría pero en ese caso concreto la necesidad mandaba.
La cara de Pablo cada vez se ponía de un tono muy entristecido y sentía ser el responsable de todo este periplo de vida que tuvo que pasar su hermana.
María prosiguió diciendo que tal era la desesperación por su vida y la de su hija que un día no se le ocurrió más que la genial idea de irle a pedir ayuda a su familia... su padre o madre. Y lo único que recibió de ellos fueron reproches e insultos por su mal comportamiento, por lo que ella salió despavorida de aquella casa y pensando en no volver nunca más. Su segundo hermano, estaba viviendo en la actualidad en las afueras de la ciudad, y cuando la chica, rota de dolor por el desprecio de sus padres, llamó a la puerta de la casa de su hermano, se encontró algo espeluznante... un chaval totalmente esquelético, lleno de roña y con el pelo totálmente alborotado, de no haberselo cortado en siete años por lo menos. Le bastó eso para decirse a sí misma que no estaba en el lugar correcto y que mejor era dar media vuelta... a lo que el hermano, mas colocado que de costumbre, no opuso resistencia convidándola a un adios y una sonrisa de oreja a oreja... extragos del mono al no tener que meterse en la nariz y quien sabe si también en vena.
Ahora lo encontró a él, a Pablo que por casualidades del destino devolvió la vida a la gran empresa bancaria de esas dos personas... sus padres, que la hundieron en la miseria dejando a miles de trabajadores sin nada y sin ni tan siquiera un pequeño aliento.
Pablo, aquel de vida aburrida y de costumbres muy sistemáticas, tenia a su lado a alguien a quien dejo de ver mucho tiempo y ésta a su vez pensaba que le podría ayudar a salir adelante a los ojos de aquellos a los que en muchas ocasiones les asociaba el dicho de que... torres mas altas... han caído.

domingo, 16 de mayo de 2010

Negro y Blanco



Negro... cuando uno ve que no tiene salida a un problema concreto en un momento de su vida.
Negro... es ese atisbo al que se esta sumido por muchas razones y que lejos de acercarles la dicha y la positividad, hace en ellos mella y vuelve a sus aspiraciones ese color tan oscuro.
Negro... es el siniestro de aquello que no conoces y que por suerte o por desgracia vas a conocer en unos instantes. La antesala a algo que puede ser placentero o mismamente deshonroso para uno mismo.
Negro... es el ambiente y el color de una amarga despedida de quien tu has amado, querido, encariñado, durante muchos años y que por una razón u otra se te arrebata ese cariño, amor, obsesión, ya que la figura recíproca de ese buen sentimiento ya no se encontrará por más tiempo.
Negro... es la envidia insana que se siente al querer tener algo que jamás podrías poseer, y que solamente por el ansia de querer destacar muy por encima de quien lo posea, aplastas o te crees tu mismo que merece la pena aplastar a quien sea por conseguirlo.
Negro... es el dolor de una madre, de una familia, de un país, de una nación, a quienes le arrebatan su libertad con todo lo que engloba esa palabra y en todas sus vertientes.
Negro... es el atisbo de desprecio que entonándolo según que voces, dibujan un hecho racista contra personas que lejos de querernos dar cuenta, son tan iguales como tú o como yo... al menos algunos.
Negro... color, imágen, forma de vida que marca un carácter cuanto menos pesimista ante la vida.
Blanco... es la luminosidad con la que le das la bienvenida a un nuevo día, levantando persianas y corriendo cortinas ya que esta ahí afuera esperándote para que hagas de él lo que a ti te apetezca hacer.
Blanco... es timidamente y casi silenciosa la mirada que se deja ver de entre las piernas de una mujer parturienta haciendo acopio de querer que su criatura salga a la luz, y como no podría ser de otro modo, intente percibir en sus pequeños y poco desarrollados ojos ese color que implica pureza... ahí es donde ha nacido.
Blanco... es el hielo que te envuelve en el momento que se cruza tu camino y va derecho al abismo. Es ese frío de color blanco nieve, que te va paralizando poco a poco y sin saber como seguir adelante dejas que te inunde la razón con pensamientos poco acertados.
Blanco... símbolo de pureza y limpieza, estandarte de una ceremonia en donde supuestamente debería estar muy marcado el tan llamado vocablo "amor", pureza de la novia con su blanco radiante y el novio a juego con su gran amada que con sus convicciones bien estudiadas se darán todo el cariño del mundo, hasta que algo falle entre uno de los dos y ese simblo puro y blanco se torne algo mas gris.
Blanco... el color de la paz, una paz ansiada por muchos y denostada por otros que solo ven que con las armas se puede conseguir la sabiduría de un pueblo... necio el que lo piensa pero sigue siendo así. Nunca se puede dejar de lado el símbolo blanco y puro de la paloma de la paz.
Blanco... el color que me corre por toda mi piel y que a ojos de muchos me hace distinto de los demás... sobre todo de los pintados de negro... pero lejos es pensar que así es, puesto que ellos nos dan a nosotros lo mismo o mas que nosotros a ellos, todos somos necesarios en el mundo a la par que nadie es imprescindible.
Blanco... un chico muy bien situado que se enamora perdidamente de otra chica cuya diferencia es ser como el cielo cuando esta un poco oscuro, se dan amor y cariño haciendo caso omiso a los prejuicios... es la unión de los dos colores.
En definitiva, todo en la vida transcurre y nos ocurre de distintas maneras, según con el cristal ocular con el que observemos ciertas historias, así nos las tomamos de mejor o peor humor. Pero si hay que tener algo muy claro es que a veces... lo negro no es tan malo así como lo blanco no es tan bueno.

viernes, 14 de mayo de 2010

Arrinconándose el amor


Era de esperar que la siguiente mujer que apareció por la comandancia, tuviera esa sed de aliento que el miedo le estaba minando por completo.
En una noche tormentosa, parecía que la jornada iba a desencadenarse de manera tranquila y sosegada pero todo lo contrario a lo esperado, ya que con aquella mujer marcada por el dolor, comenzaba el largo camino de la incomprensión, la enajenación, la desolación hasta tales extremos, con el fin de llegar al punto crucial... el maltrato.
Se sentó en aquella silla de piel sintética rasgada por el uso y de un color negruzco, miró fijamente al policía que tenía enfrente a punto de aporrear con sus dedos largos las primeras letras de su teclado, para así comenzar los acordes tristes a la par que terribles de la historia de aquella buena mujer... y habló...
-Me llamo Luisa María, vivo en un pueblecito cercano a la ciudad, y tengo 35 años. Soy madre de dos luceros que me dan la vida, fruto del amor que me tenía Jose Angel en un principio, antes de que... (sollozos) antes de que él se fuera para no regresar más.
Mis niños tienen 6 y 10 años respectivamente y son dos niños magníficos, me sacan unas notazas en el colegio que son superior y sinceramente yo que soy su madre no podría ser objetiva en este caso... solo podría decirles que les quiero con toda mi alma, tanto así como para sufrir todo lo indebido y más.
Bueno, disculpenme, no quiero enrollarme con la historia de mis hijos porque seguramente no sea lo que mas les interese de mi, a juzgar por mi aspecto y por como he entrado en esta comisaria, pero al menos necesitaba desviar un poco mi atención ante un hecho que para mi es lo mas deleznable que me ha pasado en toda mi vida, sin exagerar.
Y bien, mi marido... porque a juicio de todo el mundo aun sigue siendolo... siempre fue un chico bastante majo y me imprimía mucho cariño, hasta el punto que cualquier detalle, por muy pequeño que fuera y yo abriera la boca por querer tenerlo, al día siguiente ya lo tenia. Me casé con él locamente enamorada de sus huesos, tonta de mi, que a mi edad, pues aun yo tenia 18 años, mi madre me decía que me esperara un poco más y que no quisiera hacerme mayor tan de repente... lástima no haberla hecho caso antes. En fin, que me desvío de nuevo señores, disculpenme... con esto quiero decirles que mi marido jamás me dio a entender que poseía una actitud un tanto violenta para mi ni para mis hijos, sino todo lo contrario. Yo siempre he pensado que eso nace desde muy pequeño, según la educación que hayas mamado de tus padres, y le puedo asegurar que Jose Miguel era un chico bien, sacó su carrera en Económicas e incluso estuvo estudiando en el extranjero haciendo un master. En la actualidad llevaba el departamento económico de una gran multinacional y estábamos muy acomodados ambos. Yo soy enfermera y en fin, creí tener una familia feliz. Hasta que semanas tras semanas, después de no haber recibido el ascenso por el que él tanto había luchado, todo lo alegre, atento, cariñoso y generoso que tenía, se transformó en una maquina de insultos y vejaciones hacia mi y a veces incluso hasta alguno rebotaba hacia sus hijos.
Así durante dos años, temiendo a veces por mi vida, pasando vergüenza por aquellas interminables broncas por cualquier tontería pero que para él era un mundo, sus alzadas de voz y sus malas palabras hacia mi, vociceandolas a todo el vecindario con el fin de que yo al día siguiente me muriera de la vergüenza por lo ocurrido. Rebajándome como persona con el agravante de comenzar a creerme todo lo que me decia y estar totalmente convencida de ello.
Pero bueno, ahora estoy bien, apoyada por mucha gente, que es la que me ha abierto una pequeña esperanza por seguir viviendo, porque yo quiero vivir y quiero ver crecer a mis dos luceros e inculcarles desde muy pequeños que su padre no es el principal ejemplo a seguir sino todo lo contrario, hay que ser generosos con la vida porque de no serlo recogerán su fruto sembrado, sea cual sea.
En fin, un sábado, llegó de parranda con sus amigos, es decir, lo típico para crear una contienda con una mujer desesperada sin saber donde se encontraba su marido, no por nada, sino porque me llevé toda la mañana llamándole al móvil debido a que su hijo se había tragado una espina comiendo pescado y tuvimos que llevarle al centro médico de urgencias... pero claro, su padre, al que en esos momentos tanto se le hubiera necesitado, no se encontraba... total, era su hijo y los hospitales son muy fríos y poco divertidos por tanto se estaba mejor desconectado del mundo y atiborrandose de alcohol y todo lo que fuera.
Esas fueron en resumen mis palabras en cuanto entró a la sala, en donde yo me encontraba sola. Y fueron mis ultimas palabras porque a continuación, él aturdido y fuera de sí, se me vino con paso firme, apretó su mano en forma de puño y con la misma rabia y fuerza y yo sin desviarme ni por asomo de su trayectoria me lo estampó con suma fuerza en toda la mandíbula, lo que hizo que del golpe me cayera al suelo y me pegara tristemente con el quicio de la mesa de cristal macizo en el cuelo por lo que al instante quedé inconsciente.
Lo único que recuerdo después de aquello es abrir los ojos en una sala de hospital, casi inmovilizada y toda la cabeza vendada y además con un bonito collarín ( supongo que un buen regalo de mi marido, pues a él le gustaba regalarme en su momento cualquier tipo de colgante porque decía que me hacia mucho mas esbelta una joya en él) y una voz que me decía... te lo dije hija... era aun pronto... que supuse que era mi madre, la cual entre sollozos al ver que ya recupere el sentido, se me abrazo fuerte y me besó.
Yo aturdida quería saber si mis hijos estaban bien y el saber que mi hermano se había ocupado de ellos fue tranquilizador para mi.
Bueno señor agente, ahora que ya el médico me dio el alta, vengo fuerte a denunciar a esa persona, que si bien quise en su día, hoy por hoy no puedo tenerle mas que lástima, ya que el odio es un sentimiento tan importante que jamás podría tenérselo a un personaje como ese.
Me averguenzo de haber compartido mi vida con alguien tan deleznable y sobre todo por no haberme dado cuenta antes. Cuanto tiempo he perdido pensando en que la cosa se podría haber arreglado con la fuerza de la palabra, pero siempre comprobé que su palabra era el mazo o el puño.
Y si, señor agente, hoy vengo mas que decidida a dar carpetazo a una historia que no me iba a deparar nada bueno sino todo lo contrario, quiero volver a vivir... no se como pero lo haré y quiero pensar que hoy en día, allá afuera exiten personas que me querrán y me lo demostrarán día tras día, pues yo me doy también con quien se lo merece.
No quiero saber mas nada de ese hombre que me hizo esclava de su locura y portadora de su yugo, que incluso quiso que sus hijos fueran el reflejo del espejo donde se miraran en un futuro.
Quiero darle las gracias a ese ser, de haberme dado mis hijos que tanto me ayudaron en su momento y que seguro que jamás me dejarán de lado, orgullosos al ser mayores de saber que su madre los quiso bien y los sacó adelante sin ayuda de nadie y sin ser apaleada por ninguno.
Y sobre todo quisiera ir pasito a pasito hacia delante sin tener el lastre de pensar que algún día por mi culpa fue... arrinconándose el amor para acabar en olvido y en odio.

(Dedicado a todas y cada una de las mujeres desaparecidas por la violencia de género)

jueves, 13 de mayo de 2010

A ese cuerpo pegado


Miguel era un chico feliz. Tenía todo lo que una persona a su temprana edad podía soñar, desde buenos amigos, un buen expediente académico, incluso llego a ser el más popular de la clase, llevándose a todas las chicas a sus bolsillos. En fin, podríamos decir que puertas para afuera era el hijo que toda madre con afán de protagonismo quisiera engendrar.
Lo más trágico de todo ello, es que ajeno todo su alrededor, cuando Miguel se situaba detrás de esa puerta que lo separaba del mundo y la sociedad en definitiva, se iba disipando poco a poco hasta sentir flaquear todas sus fuerzas. En ese mismo instante en que su vida parecía mas bien pertenecer al aire de la sala en donde se encontraba, hacia acopio de las fuerzas que le quedaba y de un sobresalto se dirigía al baño para unos cuantos minutos verse reflejado en la ventana que todo lo ve.
Y en esa ventana, solo se veía fealdad, horripilación, sensacion de asqueo a sí mismo, y sobre todo un cúmulo de grasa que bordeaba toda la silueta de tan modélico chaval, que le hacia sentirse el ser más desgraciado del universo.
Cuanto más se veía al espejo, más miedo se daba a sí mismo y se preguntaba sin conseguir respuesta alguna el por que se habría convertido en un monstruo de tales características.
A estas alturas, no cabía duda de que el chico estaba sufriendo un trastorno depresivo por no encontrarse bien consigo mismo, quizás debido a su aumento de peso considerable durante varios meses.
El hecho de ser un ídolo de masas, a una escala un tanto baja, y que en el instituto fuera la persona más popular, había dejado en él un buen sabor de boca a la par que amargo.
Todo eran fiestas, chicas, estaba solicitado para cualquier evento de cualquier tipo, siempre le pedían consejo por muy tonto que pareciera, en fin, era el más mimado.
Llegó incluso a creerse que era el rey del lugar con tan mala fe que incluso dañaba a los que por el contrario no opinaban como él o no sentían que lo tuvieran que adorar tanto.
Pero todo tiene también su parte negativa, pues el desfase en las fiestas, las malas compañias, los horarios descontrolados y las ingestas masivas de sustancias con una mala alimentacion dicho sea de paso, convirtieron a ese ser casi intocable o mítico para los chavales de la época en una replica mala de lo que pudo ser y no fue ni sera.
Ahora su día a día era a duras penas un suplicio, pues podía pesar mas de 100 kilos. Su ropa, esa con la que encandilaba a muchas y muchos curiosos que lo veían y se atrevían a decirle que nadie como él podría llevar algo así maravillosamente, fueron pasto de los baúles que su madre dejaba en el cuarto trastero, para dar paso a prendas mucho mas holgadas, y que lograran tapar tanta protuberancia grasienta de su cuerpo mórbido.
En el instituto ya no fue el más aclamado sino el más suscitador de lástima e incluso alguna vez motivador de burlas hacia sí mismo pues se comprendió que aquel que movía encantos y sonrisas, ahora estaba enfermo y muy solo, ya que su mente no estaba preparada aun para hacerle entender que por mucho tiempo tendría que aprender a ser feliz en esas circunstancias y sobre todo estar... a ese cuerpo pegado.

sábado, 8 de mayo de 2010

Cerraron sus puertas


Abrí la puerta…
…Aquella habitación tan acogedora, con butacas rojas, muy juntas unas de las otras, y al frente una pantalla grande que al tacto parecía de lona y que a través de ella, cada una de las personas que pudimos ocupar un lugar en dichas butacas, saboreamos la tristeza, masticamos la alegría, absorbimos el miedo… en fin, era maravilloso poder decir eso de… vamos al cine MENACHO.
Y no había lujos… no era el que más abalorios tendría en la pared, pero era maravilloso y si casualmente tenias la buena o mala suerte de subir al gallinero de butacas, justo encima del patio, podías observar como esa gran cúpula de pared se iba descascarillando con el tiempo y su calor nos abrazaba fuerte.
Ayy¡¡ tantos recuerdos me traes a la memoria MENACHO, que si en mi mano estuviera verte de nuevo, no dudes que mandaría una señal a Audrey Hepburn, Cary Grant, Paul Newman o Rita Hayworth para que cedieran un poco de su magia y sensibilidad a este derrumbado cine… lo llenaran de arte y así nunca se pudiera visualizar el tan temido cartelito de… Cerramos sus puertas¡¡¡.


Vaya¡¡¡… que empieza la última película… callaos¡¡¡¡¡


(PARTICIPANTE EN EL I Certamen de Microrrelatos "Arvikis-Dragonfly"‏
MARZO 2010)

viernes, 7 de mayo de 2010

Juguete Roto



Ella era la menor de cinco hermanas y por ello siempre sintió esa antipatía que las demás desprendían hacia su persona, a lo cual, ella no entendía ni jota, teniendo en cuenta que solamente tenia en su haber 13 primaveras, ésta última, recién cumplida en el mes de Abril.
Pero tenía algo que la hacia diferente a sus demás hermanas, que siendo hembras, por sus cuerpos subían rápidamente los efluvios de una cruel envidia que a algunas de ellas les limitaba a vivir en paz.
Y es que Yolanda, que es así como se llamaba la chica en cuestión, gozaba de una belleza física incalculable, una larga melena pelirroja y unos ojos negros azabache que le engrandecían más aun si cabe su delicada tez. Era de gran altura y todo lo que llevaba puesto, ya fuera una prenda de estar por casa o un vestido de cóctel, le quedaba practicamente perfecto. Tenia suerte sin duda alguna, pero si a todo ello le sumábamos que en ella el dicho de... guapa es igual a torpe por completo... no se le reconocería de ningún modo, pues como producto tendríamos una niña con mucho mas que edad para merecer.
De todo esto se dieron cuenta sus padres, patriarcas de una familia bastante humilde, en donde el señor padre debía levantarse muy temprano, aun de noche, coger la furgoneta e irse a la finca de los señores Quintanilla, pues él era el jardinero de su caserón, mientras que la madre de Yolanda, iba de casa en casa peinando y lavando las cabezas de las señoras mas chafarderas y cotillas del barrio por cuatro duros y medio.
De alguna manera tenían que sacar la familia adelante y a veces el camino se les hacia muy largo y demasiado duro. Por ello, varias de sus hermanas mayores, las menos agraciadas... todo hay que decirlo... tuvieron que ponerse a servir en casas de familias para ganar algunas monedas y así poder ayudar en la economía familiar... muy común en aquella época.
Una mañana, la madre de Yolanda la llamo muy alterada y la instó a que se levantara y duchara rápidamente pues su tren salia en media hora y ya iban con retraso.
La chica, aun aturdida con tal despierte, y sin saber a que se debía tanto despliegue y tanta prisa, hizo acopio de su vestido y su peine y como pudo se recompuso hasta parecer una señorita medianamente normal.
La madre la cogió de la mano fuertemente, aun siendo de noche tras los cristales de la ventana del pasillo de la casa, bajaron rápido las escaleras y allí abajo las estaba esperando el padre y sus hermanas con sus caras desencajadas y muy enfadadas.
-Hija quizá triunfemos, por fin vamos a salir de pobres¡¡¡¡¡. Esa fue la frase que escucho por boca de la madre antes de subirse al autobús que les conduciría hasta la capital, en donde sin saberlo la chica, tendría una prueba para hacerse unas fotos con un empresario en Madrid.
A Yolanda no le hacia ni pizca de gracia la trama urdida por su madre, sobre todo porque a ella no le comentaron nada hasta el final, y pensó que tendría derecho a saber que es lo que en realidad querían hacer con ella.
Después de una pequeña bronca en el tren, de intercambio de opiniones y de finalmente dejarle claro a Yolanda que mientras tuviera esa edad harían con ella lo que fuese necesario para subsistir la economía, ella agacho la cabeza y acató las ordenes que le esputaba su madre.
Llegaron a una casa y a Yolanda se le comenzo a esbozar una sonrisa un tanto menos sostenida pues parecía que sus pies estaban pisando lo que era un escenario de rodaje de alguna película de la época. Ella se imaginaba de la mano de los mejores actores, enamorandolos en la ficción, besándolos... pero de momento llegó al mundo real cuando escucho la voz desgarrante de un señor que le ordeno que se acercara. Ella sin rechistar lo hizo y en un momento se hizo el silencio, un silencio bastante incomodo a juzgar porque ese señor de aspecto tosco no paraba de mirar fijamente a la chica, de arriba a abajo, y la tocaba muy suavemente. Ésta comenzó a ruborizarse con tanto toqueteo y antes de pegarle un manotazo, ya que estaba ante la atenta mirada de su intransigente madre y no quería que se pusiera hecha unos lobos al verla de esos modos, el señor director miro al frente y dijo: ESTA ME VALE.

Y a partir de ese momento, la niña que encandilaba a todo el mundo por su belleza, se convirtió en la moneda de cambio para la familia de ésta, que pasaron de ser sus padres sin mas, a ser sus chupa sangres.
Las apariencias de una familia humilde desaparecieron por completo para dar paso a la gran familia que se codeaba con lo mejorcito del lugar y que hacían ascos a los que eran iguales que ellos ayer.
Se llenaron de joyas sus cuerpos, de coches, de casas en todos los lugares habidos y por haber, las hermanas adoraban a aquella quien les estaba facilitando tener una vida mucho mejor. Había que aprovechar el tirón mediatico que estaba experimentando la figura de su hermana.
Pero lo peor de todo era que Yolanda, no era nada feliz, que nadie le preguntaba si quería hacer esto o lo otro, si quería ir a ese lugar o a aquel otro, si le apetecía llevar pantalones o vestidos... es decir, se había convertido en la marioneta de un señor a quien apenas conocía y que más de una vez, en alguna reunión se lo tuvo que quitar de encima por modales un tanto fuera de tono.
Después de haber dicho una frase pequeñita en una serie de renombre en el país, Yolanda se salió al balcón del estudio donde grababan. Ese balcón daba a un descampado en el que estaba anocheciendo y se podía divisar aun así como el mar se fundía con el cielo oscuro y negro.
Su mirada se perdía más y más entre esos dos elementos, igual de perdida que se sentía ella y se le podía escuchar decir algo así como: oh vaya, con lo feliz que yo era en mi pueblo, con mis amigos, creciendo sin necesidad de ser mujer tan pronto, y mírame ahora mar... tengo todo lo que cualquiera de mis hermanas podría desear, joyas, vestidos, contratos millonarios y hasta babosos que beben los vientos por mi... pero y yo... que hubiera querido yo?... pues sinceramente yo hubiese preferido no seguir el camino para convertirme en este inservible...juguete roto.

domingo, 2 de mayo de 2010

Hijo ¿me quieres de verdad?


Hijo, yo ya sabía que más temprano que tarde acabarían mis huesos en ese lugar...
Y esas palabras, tan tristes y llenas de una sinceridad encomiable salieron a golpe de melancolía y pena de la boca de la señora Ricarda.

Años atrás fue todo lo que una mujer marcada por la guerra tenía plasmadas en sus manos, en sus piernas y en definitiva... en todo su ser.
Se casó para darle hijos a su marido Antonio y fue curioso puesto que parecían un buen matrimonio, si dejamos de lado los pequeños escarceos que don Antonio intentaba darse con alguna mujercilla lozana de la época mientras que su pobre mujer atendía a sus pequeños y su casa como mejor podía. Y no lo hacía mal del todo, pues puede que los caminos de la cultura y el conocimiento científico no se dejaran ver por su cerebro pero si le ponías un fogón y unos cuantos ingredientes, te preparaba un potaje en un santiamén.
Se querían mucho, o al menos eso es lo que despedían sus años de vejez, en donde todo el amor que tenían para sus hijos, lo dividieron en sus otras alegrías, sus nietos... a unos más que otros para que lo vamos a negar.
La señora Ricarda tuvo cuatro hijos varones, ya que el dios al que supongo que tanto adoraban, no le quiso dar el regalo de tener alguna hembra.
Pero a pesar de ello, sus hijos fueron sus vidas desde el primero, a quien decidieron llamarlo igual que al padre, es decir, Antonio, pasando por el segundo hijo, llamado Jose Luis, para volver a sentir la alegría de Manuel, el tercero y acabamos con el benjamín al que llamaron Alejandro.
Con todas sus virtudes y defectos, estos chicos fueron haciéndose mayores y comenzando a volar con sus respectivas mujeres, hasta llegar a casarse. A ello la delantera se la llevó el primero de sus hijos, Antonio, que se casaba con una buena moza llamada Pilar. Al principio aquella celebración parece ser que no estaba bien vista puesto que la joven Pilar ya gozaba de la mayoría de edad que por aquel entonces era de 25, pero Antonio solo tenia 18.
Se casaron a pesar de que Pilar, muy apegada a su madre, no quería hacerlo, pero bueno, era ley de vida y la celebración se llevó a cabo muy felizmente junto con todas las respectivas familias de ambos.
De este primer matrimonio, Ricarda y Antonio tuvieron nada más y nada menos que cuatro nietos... a la vez no ehhh, pero poco a poco fueron saliendo cada una de las personas que irían a formar parte del aren de pequeños mocosos que trastearían por su casa a tocarlo todo.
El primer nieto, y por tanto, el mas mimado de todo el mundo fue Rafael, que paso a ser la mano derecha de su abuelo Antonio durante mucho tiempo... se lo había ganado a pulso. Después nació una joven llamada Gema, otro chico llamado Sergio y por ultimo la otra pequeña del grupo a la que llamaron Pilar.
De los otros tres matrimonios que se formaron, sinceramente tampoco vale mucho la pena hablar de ello ya que sería una perdida de tiempo, y sabréis el motivo ahora mismo:
En los últimos años, por lo que me cuentan, las desdichas entraron a formar parte de las vidas de los abuelos y sus respectivos hijos y nietos, teniendo en cuenta que el tiempo pasaba cruel y los estragos de la muerte hacían mella en uno de ellos, Antonio.
Fue una muerte dura, larga, llena de incertidumbre y como todas las muertes, muy dolorosa para aquellos que le quisieron. La gente siempre tenia buenas palabras para él y sinceramente no mentían al decirlas. Por ello, fue una gran perdida para toda la familia que supuso un gran zarpazo esperado por muchos.
Ricarda se quedaba sola, en un piso en donde compartió casi la mitad de la vida con ese hombre al que quiso tanto y que en sus últimos años de vida, cuando enfermó, la tuvo con el alma en vilo y con la lágrima asomada de vez en cuando hasta que una fria madrugada de jueves santo, el cuerpo de Antonio se rindió y no quiso volver más a vivir.
Los días para la pobre mujer eran interminables, se le hacían eternos porque allí, en el salón, justo debajo de la foto de casados, (de la que el abuelo siempre comentaba con una sonrisa en la cara que para coger la misma altura que la abuela, ya que esta mujer era más alta que él, le tuvieron que sacar un taburete puesto que sino saldría mas bajo), en el sofá donde el se sentaba todas las noches junto con su querida Ricarda, ya estaba vacío y no había nadie a quien cocinar, con quien hablar, con quien dormir por las noches... se quedó solita.
Pasado el tiempo, la tristeza volvió a posarse en la ventana de la señora Ricarda, que poco a poco intentando cicatrizar la herida de la perdida de su ser mas querido, sufrió una caída que le partió la cadera.
Esto fue crucial, puesto que ya era imposible volver a aquel rinconcito donde el amor de ambos se hizo cada vez mayor, ya no podría volver a usar esos fogones que tantas y tantas veces llenaron de alegría a la familia que les iba a visitar en navidades, ya no estaba en condiciones de seguir allí, y cuantos más peldaños bajaba alejándose de su puerta, más sentía que su vida se le quedaba tras de su puerta. Ya se encargaría algún hijo menor, en desvalijar todo lo poco que la pobre mujer guardaba en ese piso, sin duda alguna.

Esa enfermedad tan traicionera y tan injusta que le puede tocar a todo el mundo, le tocó a la buena mujer que vio menguadas más aun sus capacidades de realizar cosas y mucho peor, vio aumentadas la incapacidad de ser independiente como siempre lo habia sido...
En una franja larga de tiempo comenzó el caos entre hijos y nueras ajenas a que ella se sentía mucho peor al verse así y provocando indirectamente ciertas desavenencias entre la familia.
Mas bien solo había una persona, de la cual es mejor y preferible obviar su nombre, que a mi juicio terminó totalmente con la vitalidad que la señora Ricarda pudiera gozar a pesar de encontrarse así de fastidiada físicamente.
Una madrugada, el marido de la persona en cuestión, cansado del estorbo que le suponía para él su madre, llamó a uno de sus hermanos, el mayor para ser más exacto y le dijo con palabras contundentes y muy frías algo así como: a madre no la quiero tener más aquí, así es que hazte cargo de ella como a ti te parezca, porque nosotros no la aguantamos más. O te haces cargo ya o se la echará a la calle.
Ante tal respuesta, sinceramente no sabían si cegados por tanta malicia ir a pedir explicaciones a esas personas, por llamarlas de algún modo, o simplemente hacer lo que hicieron... hacerse cargo de ella. A pesar de la situación tan sumamente complicada que la mujer de Antonio andaba pasando, puesto que su padre Juan, víctima de un cancer terminal se va consumiendo poco a poco y todos los que están a su alrededor.
Nadie puede ayudar a la buena mujer, nadie quiere paliar su dolor psíquico, nadie puede atenderla ni tan siquiera en su higiene mas intima... y es que cuando somos viejos, a pesar de todo lo sacrificado que es tener un hijo, estorbamos.
En sucesivos días, las visitas a la señora Ricarda se hacen por cuentagotas y se la ve cabizbaja, en un sofá y me pregunto... que lástima lo que debe de sentir una mujer que ha luchado tanto por sus hijos y por algunos de sus nietos para que no la quieran ya.
Alguna vez se le ilumina la cara cuando por algún motivo se presenta uno de sus hijos a casa de Antonio. Es el segundo, Joseluis cuya característica que le denota como persona es que de cinco cosas que te pueda contar, cuatro ponlas en duda y una no te la creas. Pero vive en su mundo y es feliz así.
Y el pequeño, soltero por no saber asentar la cabeza como debe, alocado y un poco vividor, quizá porque puede, el supuesto hijo más apegado a su madre, vive solo para sus fiestas y sus espectáculos, ajeno a que tiene una madre que lo quiere y que echa de menos su cariño... pero seguro que ninguno de sus hijos saben lo que es eso.
Y despues está el técnico de coches con infulas de ricachón que lo único que ha hecho en su vida es ser un calzonazos de la persona que tiene como mujer, sin tener en cuenta que muy pronto podría verse del mismo modo en que esta su madre y que a pesar de ello no le remuerde la conciencia de haberla echado de tan malas formas.
De todas estas personas que he mencionado antes, solo una se puede salvar... y es la única que ha hecho las veces de enfermera tanto para ella, como para el pobre padre enfermo y es la señora Pilar. Ella la intento cuidar como si fuera una más, sin aspavientos a pesar de lo que se le venia encima, pero lo hizo, con fuerza y con tesón, y busco sobre todo un lugar donde al menos ella estuviera mejor acogida puesto que en su casa, ella dormía arrinconada en un pequeño salón y apenas las condiciones higiénicas eran las mas idóneas, por las instalaciones.
Sin duda alguna, ella se lo agradece siempre que puede, a pesar de que tenga pequeñas lagunas en su mente por su edad, pero sabe que así es.
Durante los próximos días, la señora Ricarda, madre para sus hijos y segunda madre para algunos nietos cuyas madres parecen no agradecerlo, sera internada en un centro geriatrico donde puedan darle los cuidados que desgraciadamente y muy a mi pesar, la gran familia que formaron Antonio y Ricarda no han sabido ni querido prestarle en un momento tan delicado.
Y si abuela, es normal que pensaras que algún día acabarías en una residencia de ancianos pero también te digo que es lo mejor que te ha podido pasar y sabes por que... pues por que la familia verdadera a veces no es la que por sangre tu has formado, sino la que te vas encontrando a lo largo de tu vida... y en tu caso abuela... parte de tu familia te ha dado la espalda y ahora es el momento de darle tu la espalda también a ellos y agradecer a la gente que si te ha querido y como nosotros, Antonio, Pilar, Sergio, Rafael, Mari, Gema, Pili, te hemos cuidado en la medida de lo posible sin necesidad de llamar en la madrugada a esos que son tus hijos para amenazarles con echarte a la calle... esos no son hijos y por eso y mucho mas solo querría decir aquello de... Abuela feliz día la madre y sonríe a la nueva vida que te espera.


"Si escribo esto, a sabiendas que muchos lo podreis leer, es simplemente en tono de rebeldía ante una situación que lejos de apenarme más, me indigna y me deja un mal sabor de boca, puesto que todos y no nos salvaremos nadie, nos vamos a ver en la misma situación personal que he contado anteriormente, y todos querriamos tener a nuestro lado a la gente que queremos tener y que nos quieran. Por eso a todas esas madres de mi familia y de las que no lo son, os pido que las cuideis y no las echeis de vuestro lado como si fueran trapos viejos, porque no sabemos si mañana... lo mismo os pueda pasar y hay que tener claro que cada uno da lo que recibe y recibe lo que da".