viernes, 28 de mayo de 2010

Préstame tu pluma.



El día pronto se estaba acercando, y más pasitos iba dando a medida que el sol asomaba tímido de entre los juncos y jaras que habitaban en el río.
Por un momento llegó a sentir un escalofrío por todo su cuerpo, que lo paralizo antes de ir a la mesa a tomar el desayuno, el cual, suponía que sería de fiesta puesto que hoy subía un escalón en su corta vida dejando atrás el numero 15 para darle la bienvenida al susodicho 16.
Era una edad un tanto rara, un poco pava para que nos vamos a engañar, en donde los chicos ya empiezan a experimentar ciertos cambios a nivel físico y que sus inquietudes y sus formas de expresarse de cara a un futuro mejor ya se les estaban marcando... y para Marcos eso no iba a ser menos.
De pequeño, pues como todos, era un chico admirado por todo el mundo, hasta por la hija de la portera que decía cosas incongruentes como que el niño tenia carita de pez y cuerpo de caballo... y todas las personas que gozaban de ese mal comentario por su boca, tornaban una mirada un tanto desafiante y hostil, pero ella no le daba la importancia que debía de tener y seguía atiborrando a su querido amigo de tal somanta de adjetivos calificativos que mejor sería no mencionar.
Pero ese equino con ínfulas de sirena de mar, fue creciendo y el estar entre la tierra y el mar no le hacia mucha gracia por lo que armándose de valor y delante de sus progenitores, como si de juicio inquisitorio se tratase les expuso muy claramente lo que él quería hacer en su vida desde ya...
Años atrás, cinco aproximadamente de la historia que estoy relatando ahora mismo, Marcos era un niño bastante retraído en si mismo, no jugaba con nadie y para todos sus compañeros de clase les servía como totem con el que lanzar cuantiosas bolas de barro o restos de bocadillos con el fin de divertirse ellos... a costa del pobre chico ridiculizado.
De todos modos, a él pareciera que eso no le importara, porque después de tal bakanal de golpes a distancia, se levantaba, se sacudía, cogía su cartera y se iba. Mi curiosidad por aquel chico me podía tanto, que ese mismo día le seguí agazapandome entre los arbustos que me iba encontrando a su paso, y en un momento paré.
Marcos, se sentó en un pequeño banco de madera que estaba junto al jardín de flores rojas y sacó una especie de álbum o algo así. Bastante antigua, sacó de su bolsillo una pluma estilográfica que era una pluma de un ave, por así decirlo.
Comenzó a escribir y en él se podía divisar la cara de contento a la par que de enfadado. Dejó de escribir ese algo, cerró su libro y seguidamente se levantó y se marchó.
Pasaron varias semanas y no vi por el colegio a ese chico tímido que era objeto de burlas de sus compañeros y me pareció algo extraño. Sentí un ambiente un tanto ruborizado y era como si de buenas a primeras se lo hubiera tragado la tierra.
A cualquiera que le preguntabas del pueblo, no te sabían decir donde estaba ese equinosirena con inquietudes escritoras, pero una vecina me comentó que estaba muy unido a una chica que vivía cerca de la casa junto a molino, donde exactamente vivía él con sus padres.
Me dirigí allá, alimentado por la curiosidad casi morbosa de saber como un chico de esa edad tenía ciertas inquietudes no muy propias para él, y sobre todo ver que podría haber escrito en ese libro... a lo mejor era un asesino en serie que pretendía cometer un grave crimen... nunca se sabe.
Me asomé a la casa que me indicaron pero allí no había nada, solo un cartelito que ponía "fuera hasta el martes". Al ver la casa, caí en que era la vivienda de los vendedores ambulantes de chatarras y demás artilugios y claro, tenían una hija que era bastante lozana y que a veces estaba junto a Marcos, igual que él, escuchando embobada las historias que el le contaba.
Transcurridos unos días después de haber desaparecido el chaval, una sirena de una ambulancia se digno posarse en la vivienda de Marcos. Yo, como si de mi se tratase, me vestí y me calce lo mas pronto posible ya que era muy temprano aun. Cuando corrí la cortina de mi ventana, no logré ver nada y la ambulancia ya se había ido.
Me arme de valor y seguí los pasos que me conducirían a la casa de Marcos. Y fue entonces donde entré en un dilema... llamar como el que no quiere la cosa y preguntarle a sus padres que tal estaba su chico, lo cual seria lo mas correcto, o bien tirar piedrecillas pequeñas a su ventana, si es que estaba situado allí, y esperar a que él se asomara y me comentara algo.
Opté por la segunda, más que nada porque eran las 7 de la mañana y no era una hora muy común para molestar. Así es que preferí molestar al chico. Cogí dos piedrecillas y me puse a tirarlas como un descosido hasta que por fin, de la oscuridad profunda se hizo la luz intensa y se comenzó a vislumbrar la silueta de un cuerpo un tanto magullado de dolor, triste y gris.
De ese mismo color se me dibujaron a mi los ojos y se me descolgó la sonrisa cuando vi a ese equino de sirena según la hija de la vecina, convertido en algo inexplicable... un enfermo.
Fueron unos momentos un tanto tensos, porque su mirada se cruzaba con la mía y yo jamás había mediado palabra con él. Pero de pronto se hizo el sonido y se escaparon muy leves unas palabras de ese chico que decían algo así como... ven, tu que tanta insistencia tienes en saber de mi y estas aquí tan temprano, ven que me debes ayudar.
Yo bastante alicaído, no hice caso omiso de su petición y me presenté justo al lado de la ventana donde Marcos hizo su aparición. De pronto, sus brazos embatados que dejaban escapar unas frías manos y tiritantes posaron en las mías ese álbum del que yo había visto escribir alguna vez de lejos. Pasajeó el libro hasta que llegó a una en las que el blanco impoluto primaba en demasía y nuevamente se escucharon débilmente estas palabras...Préstame tu pluma¡
Mi mano se acerco a mi pantalón en donde tenía un bolígrafo que solía llevar por cualquier emergencia que pudiera surgir y se lo entregué diciéndole... no es una pluma, pero supongo que te servirá.
El chico se sonrió muy levemente, me cogió con gesto de agradecimiento el bolígrafo y se dio la vuelta.
Una hora después, con los ojos inyectados en lágrimas, me devolvió mi bolígrafo y sin dejarme preguntarle el motivo de sus lloros, se me adelantó diciendome... ve a casa de los vendedores ambulantes y dale este libro a Sara, no lo abras por favor, solo puede hacerlo ella.
Yo todavía seguía estando absorto de todo lo que me estaba pasando y apenas podía mediar palabra.
Se cerró la ventana y ya se empezaban a dibujar los claros del sol, y yo en mitad de la calle, con un libro cuya curiosidad me mataba y sin saber que hacer con él.
Como siempre fui un buen mandao, o eso es lo que solía decir mi madre, durante la tarde subí a casa de los chatarreros y denotaba jaleo. Llamé a la puerta y una señorita muy despuesta me dijo... quien eres tú y que quieres de nosotros, que aquí nadie ha robao nada¡¡¡. Yo me asusté un poco pero no lo suficiente como para decirle que solo buscaba a Sara y que queria hablar un rato a solas con ella.
La señora se me quedo mirando con ojos extrañados y desafiantes a la vez que pegó un grito un tanto kinkillero a la joven, la cual llegó a donde yo estaba casi como su madre la trajo al mundo, es decir, muy poco vestida... como se suele vestir ahora, o eso dicen.
Nos apartamos un momento y le comenté que tenia algo que su amigo Marcos quería que ella tuviera.
Comenzó a ponerse muy nerviosa y le temblaba la voz al pedirme que le diera el regalo.
Se lo dí y me senté a su lado a petición de ella misma y pasando las hojas llegamos a la última de las escritas por Marcos que decía lo siguiente:

"Tu Sara, fuiste la persona que más cariño me dio en los momentos en los que no era comprendido por nadie. Se que somos jóvenes pero también se que mi juventud se para aquí. Si, mi niña si, el motor de mi vida se esta quedando sin gasolina y por mas que quiera repostar en cualquier gasolinera, el liquido se sale para otro lado, y no me llena... no me cura.
No se si por el hecho de ser distintos, pudimos empastar genial, pues tu eras de raza gitana y yo un simple payo con muy poco ángel como decís vosotros, más bien un lumbreras que en lugar de ir a jugar con los chicos de la edad, me refugiaba en mis sabanas de papel para darles color y forma por medio de mi pluma. Historias que tu tan amablemente te dignabas en leer y en decirme lo que estaba bien o lo que estaba mal a tu juicio... me encantabas¡¡¡
Pero es que para que iba a querer yo hacer lo que los niños hacían si yo sabía que mi tren iba a descarrilar mañana? En fin, con lágrimas en los ojos te pido perdón por mi ausencia tan repentina de estos días, pero mis padres se empeñaron en convertirme de nuevo en conejillo de indias para ciertos tratamientos que vienen muy bien contra este bicho que me esta comiendo por dentro... esperanzas nulas puesto que ya se me avecina lo peor.
Por eso mi querida Sara, quiero que seas fuerte y te quedes con este libro que cuenta lo que tu y yo tanto sabemos, nuestras vivencias, lo que ambos hemos querido en la vida y que yo por la mala pata del destino no voy a poder tener jamás. Sigue adelante y cuidate mucho, yo allí donde esté, te querré siempre porque tu me quisiste a mi, y si por un casual en mi ausencia te encontrases mal, abre ese mar de vivencias en papel y lee una por una todas las que mi mano y una pluma cualquiera inmortalizaron... dejate llevar por lo que te recuerden porque de ese modo tu estarás conmigo, y yo estaré contigo". HASTA PRONTO AMIGA
Un momento sollozo se me paso por todo el cuerpo y no sabia que responder mas cuando volví en sí de nuevo la chica ya no estaba, se habría ido corriendo a su casa.
Yo me dí media vuelta y continué callado hacia mi casa, sin decir media palabra, y solo pensando lo que se suele pensar en estos casos.
Desafortunadamente, cuatro días después de haber leído el relato junto a Sara, Marcos era amortajado para ser enterrado en el cementerio del pueblo.
La gente decía que murió de soledad, que murió de pena e incluso de alguna enfermedad dura, que seria lo más probable, pero yo pienso que él murió de desesperanza, de cansancio y de impotencia porque llevaba en su sangre escribir, y sabía que jamás podría preguntarle a alguien cercano lo de "Préstame tu pluma"... y sin ella jamás podría evadirse de su mal.

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