domingo, 2 de mayo de 2010

Hijo ¿me quieres de verdad?


Hijo, yo ya sabía que más temprano que tarde acabarían mis huesos en ese lugar...
Y esas palabras, tan tristes y llenas de una sinceridad encomiable salieron a golpe de melancolía y pena de la boca de la señora Ricarda.

Años atrás fue todo lo que una mujer marcada por la guerra tenía plasmadas en sus manos, en sus piernas y en definitiva... en todo su ser.
Se casó para darle hijos a su marido Antonio y fue curioso puesto que parecían un buen matrimonio, si dejamos de lado los pequeños escarceos que don Antonio intentaba darse con alguna mujercilla lozana de la época mientras que su pobre mujer atendía a sus pequeños y su casa como mejor podía. Y no lo hacía mal del todo, pues puede que los caminos de la cultura y el conocimiento científico no se dejaran ver por su cerebro pero si le ponías un fogón y unos cuantos ingredientes, te preparaba un potaje en un santiamén.
Se querían mucho, o al menos eso es lo que despedían sus años de vejez, en donde todo el amor que tenían para sus hijos, lo dividieron en sus otras alegrías, sus nietos... a unos más que otros para que lo vamos a negar.
La señora Ricarda tuvo cuatro hijos varones, ya que el dios al que supongo que tanto adoraban, no le quiso dar el regalo de tener alguna hembra.
Pero a pesar de ello, sus hijos fueron sus vidas desde el primero, a quien decidieron llamarlo igual que al padre, es decir, Antonio, pasando por el segundo hijo, llamado Jose Luis, para volver a sentir la alegría de Manuel, el tercero y acabamos con el benjamín al que llamaron Alejandro.
Con todas sus virtudes y defectos, estos chicos fueron haciéndose mayores y comenzando a volar con sus respectivas mujeres, hasta llegar a casarse. A ello la delantera se la llevó el primero de sus hijos, Antonio, que se casaba con una buena moza llamada Pilar. Al principio aquella celebración parece ser que no estaba bien vista puesto que la joven Pilar ya gozaba de la mayoría de edad que por aquel entonces era de 25, pero Antonio solo tenia 18.
Se casaron a pesar de que Pilar, muy apegada a su madre, no quería hacerlo, pero bueno, era ley de vida y la celebración se llevó a cabo muy felizmente junto con todas las respectivas familias de ambos.
De este primer matrimonio, Ricarda y Antonio tuvieron nada más y nada menos que cuatro nietos... a la vez no ehhh, pero poco a poco fueron saliendo cada una de las personas que irían a formar parte del aren de pequeños mocosos que trastearían por su casa a tocarlo todo.
El primer nieto, y por tanto, el mas mimado de todo el mundo fue Rafael, que paso a ser la mano derecha de su abuelo Antonio durante mucho tiempo... se lo había ganado a pulso. Después nació una joven llamada Gema, otro chico llamado Sergio y por ultimo la otra pequeña del grupo a la que llamaron Pilar.
De los otros tres matrimonios que se formaron, sinceramente tampoco vale mucho la pena hablar de ello ya que sería una perdida de tiempo, y sabréis el motivo ahora mismo:
En los últimos años, por lo que me cuentan, las desdichas entraron a formar parte de las vidas de los abuelos y sus respectivos hijos y nietos, teniendo en cuenta que el tiempo pasaba cruel y los estragos de la muerte hacían mella en uno de ellos, Antonio.
Fue una muerte dura, larga, llena de incertidumbre y como todas las muertes, muy dolorosa para aquellos que le quisieron. La gente siempre tenia buenas palabras para él y sinceramente no mentían al decirlas. Por ello, fue una gran perdida para toda la familia que supuso un gran zarpazo esperado por muchos.
Ricarda se quedaba sola, en un piso en donde compartió casi la mitad de la vida con ese hombre al que quiso tanto y que en sus últimos años de vida, cuando enfermó, la tuvo con el alma en vilo y con la lágrima asomada de vez en cuando hasta que una fria madrugada de jueves santo, el cuerpo de Antonio se rindió y no quiso volver más a vivir.
Los días para la pobre mujer eran interminables, se le hacían eternos porque allí, en el salón, justo debajo de la foto de casados, (de la que el abuelo siempre comentaba con una sonrisa en la cara que para coger la misma altura que la abuela, ya que esta mujer era más alta que él, le tuvieron que sacar un taburete puesto que sino saldría mas bajo), en el sofá donde el se sentaba todas las noches junto con su querida Ricarda, ya estaba vacío y no había nadie a quien cocinar, con quien hablar, con quien dormir por las noches... se quedó solita.
Pasado el tiempo, la tristeza volvió a posarse en la ventana de la señora Ricarda, que poco a poco intentando cicatrizar la herida de la perdida de su ser mas querido, sufrió una caída que le partió la cadera.
Esto fue crucial, puesto que ya era imposible volver a aquel rinconcito donde el amor de ambos se hizo cada vez mayor, ya no podría volver a usar esos fogones que tantas y tantas veces llenaron de alegría a la familia que les iba a visitar en navidades, ya no estaba en condiciones de seguir allí, y cuantos más peldaños bajaba alejándose de su puerta, más sentía que su vida se le quedaba tras de su puerta. Ya se encargaría algún hijo menor, en desvalijar todo lo poco que la pobre mujer guardaba en ese piso, sin duda alguna.

Esa enfermedad tan traicionera y tan injusta que le puede tocar a todo el mundo, le tocó a la buena mujer que vio menguadas más aun sus capacidades de realizar cosas y mucho peor, vio aumentadas la incapacidad de ser independiente como siempre lo habia sido...
En una franja larga de tiempo comenzó el caos entre hijos y nueras ajenas a que ella se sentía mucho peor al verse así y provocando indirectamente ciertas desavenencias entre la familia.
Mas bien solo había una persona, de la cual es mejor y preferible obviar su nombre, que a mi juicio terminó totalmente con la vitalidad que la señora Ricarda pudiera gozar a pesar de encontrarse así de fastidiada físicamente.
Una madrugada, el marido de la persona en cuestión, cansado del estorbo que le suponía para él su madre, llamó a uno de sus hermanos, el mayor para ser más exacto y le dijo con palabras contundentes y muy frías algo así como: a madre no la quiero tener más aquí, así es que hazte cargo de ella como a ti te parezca, porque nosotros no la aguantamos más. O te haces cargo ya o se la echará a la calle.
Ante tal respuesta, sinceramente no sabían si cegados por tanta malicia ir a pedir explicaciones a esas personas, por llamarlas de algún modo, o simplemente hacer lo que hicieron... hacerse cargo de ella. A pesar de la situación tan sumamente complicada que la mujer de Antonio andaba pasando, puesto que su padre Juan, víctima de un cancer terminal se va consumiendo poco a poco y todos los que están a su alrededor.
Nadie puede ayudar a la buena mujer, nadie quiere paliar su dolor psíquico, nadie puede atenderla ni tan siquiera en su higiene mas intima... y es que cuando somos viejos, a pesar de todo lo sacrificado que es tener un hijo, estorbamos.
En sucesivos días, las visitas a la señora Ricarda se hacen por cuentagotas y se la ve cabizbaja, en un sofá y me pregunto... que lástima lo que debe de sentir una mujer que ha luchado tanto por sus hijos y por algunos de sus nietos para que no la quieran ya.
Alguna vez se le ilumina la cara cuando por algún motivo se presenta uno de sus hijos a casa de Antonio. Es el segundo, Joseluis cuya característica que le denota como persona es que de cinco cosas que te pueda contar, cuatro ponlas en duda y una no te la creas. Pero vive en su mundo y es feliz así.
Y el pequeño, soltero por no saber asentar la cabeza como debe, alocado y un poco vividor, quizá porque puede, el supuesto hijo más apegado a su madre, vive solo para sus fiestas y sus espectáculos, ajeno a que tiene una madre que lo quiere y que echa de menos su cariño... pero seguro que ninguno de sus hijos saben lo que es eso.
Y despues está el técnico de coches con infulas de ricachón que lo único que ha hecho en su vida es ser un calzonazos de la persona que tiene como mujer, sin tener en cuenta que muy pronto podría verse del mismo modo en que esta su madre y que a pesar de ello no le remuerde la conciencia de haberla echado de tan malas formas.
De todas estas personas que he mencionado antes, solo una se puede salvar... y es la única que ha hecho las veces de enfermera tanto para ella, como para el pobre padre enfermo y es la señora Pilar. Ella la intento cuidar como si fuera una más, sin aspavientos a pesar de lo que se le venia encima, pero lo hizo, con fuerza y con tesón, y busco sobre todo un lugar donde al menos ella estuviera mejor acogida puesto que en su casa, ella dormía arrinconada en un pequeño salón y apenas las condiciones higiénicas eran las mas idóneas, por las instalaciones.
Sin duda alguna, ella se lo agradece siempre que puede, a pesar de que tenga pequeñas lagunas en su mente por su edad, pero sabe que así es.
Durante los próximos días, la señora Ricarda, madre para sus hijos y segunda madre para algunos nietos cuyas madres parecen no agradecerlo, sera internada en un centro geriatrico donde puedan darle los cuidados que desgraciadamente y muy a mi pesar, la gran familia que formaron Antonio y Ricarda no han sabido ni querido prestarle en un momento tan delicado.
Y si abuela, es normal que pensaras que algún día acabarías en una residencia de ancianos pero también te digo que es lo mejor que te ha podido pasar y sabes por que... pues por que la familia verdadera a veces no es la que por sangre tu has formado, sino la que te vas encontrando a lo largo de tu vida... y en tu caso abuela... parte de tu familia te ha dado la espalda y ahora es el momento de darle tu la espalda también a ellos y agradecer a la gente que si te ha querido y como nosotros, Antonio, Pilar, Sergio, Rafael, Mari, Gema, Pili, te hemos cuidado en la medida de lo posible sin necesidad de llamar en la madrugada a esos que son tus hijos para amenazarles con echarte a la calle... esos no son hijos y por eso y mucho mas solo querría decir aquello de... Abuela feliz día la madre y sonríe a la nueva vida que te espera.


"Si escribo esto, a sabiendas que muchos lo podreis leer, es simplemente en tono de rebeldía ante una situación que lejos de apenarme más, me indigna y me deja un mal sabor de boca, puesto que todos y no nos salvaremos nadie, nos vamos a ver en la misma situación personal que he contado anteriormente, y todos querriamos tener a nuestro lado a la gente que queremos tener y que nos quieran. Por eso a todas esas madres de mi familia y de las que no lo son, os pido que las cuideis y no las echeis de vuestro lado como si fueran trapos viejos, porque no sabemos si mañana... lo mismo os pueda pasar y hay que tener claro que cada uno da lo que recibe y recibe lo que da".

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