martes, 18 de mayo de 2010

Torres más altas...


El reloj de la mesilla marcaba en números rojos muy vivos las 7.15 de la mañana.
Aun no se vislumbraba ningún rastro de luz en la calle de detrás de la ventana cuando Pablo, se levantó rápido de la cama y se dirigió al baño.
Una vez duchado y acicalado para la ocasión, se dispuso a hacerse un café en aquella cafetera mal usada y en donde el liquido viscoso negro que salia, se fundía con la leche de la taza y aquello parecía mas bien un gazpacho mañanero al café, que otra cosa... pero le daba lo mismo, se lo metía entre pecho y espada.
Leía la prensa, sobre todo las necrológicas... manías que tiene uno... y seguidamente se miraba al espejo para peinarse un poco, coger las llaves del coche y salir temprano a su lugar de trabajo.
Su itinerario siempre era el mismo. Supongo que eso le venia dado de su familia, la cual se vanagloriaba de ser perfecta en todo y seguir las tradiciones en cualquier ámbito, y digo esto porque ese mismo trayecto lo hacia su abuelo hacia años para llegar al banco en donde trabajaba y que ahora dirigía 12 años después su nieto... una cosa así no se podía dejar atrás.
Pablo era el niño mimado de sus padres, aunque tenia dos hermanos más, solo que éste fue el hijo con todas las letras. Los otros dos siempre fueron en contra del sistema y jamás acataron las cuestiones dificiles que se sucedían en la familia, pasando olimpicamente de todo ello, a lo que lejos de premiarles con tales comportamientos, fueron expulsados de la familia al cumplir la mayoría de edad y de todos los derechos que poseían por ser los nietos, e hijos del mayor accionista bancario del país.
Una mañana, Pablo se metió en su coche e iba malhumorado e incluso con ansias de llegar tan rápido como pudiese a una reunión un tanto importante. Al salir del aparcamiento las ruedas de su coche chirriaban dejando a su paso las huellas impregnadas en la carretera y fue desapareciendo entre la niebla espesa que ese día los había visitado.
Dentro del habitáculo, solo se escuchaba alguna canción de Diana Navarro, y ciertos titubeos de dicha canción por boca de Pablo, sin duda para aplacar los nervios antes de llegar a tan comparecencia. De repente, un coche se le atraviesa por delante, y a pesar de que para Pablo el semáforo le señalizaba que debía parar, con tal velocidad como iba no pudo frenar a tiempo y lo que vino después ya os podéis imaginar.
Hubo momentos de silencio para dar paso a momentos de confusión e incluso de malas palabras por ambas partes, hasta que al final lograron solucionarlo de buena fe, aunque hubo algo que a Pablo le desconcertó por momentos.
Al enseñar la documentacion del coche a la señorita que se había cruzado en su camino... según él... le parecía familiar su cara... tanto así puesto que era su hermana¡¡¡¡.
Se quedo patidifuso al poder comprobar por su d.n.i que tenia enfrente a él a una chica no muy mal físicamente, que había intentado descuartizarle el coche y que para colmo era su hermana.
En ese momento de entre confusión, tristeza y alegría, Pablo se acercó a la chica mientras guardaba el móvil en su cartera y le dijo... tu eres María, eres mi hermana??
Ella con afán de no haberse quedado asombrada por tal noticia le asintió con la cabeza y seguidamente se iba montando en su malogrado coche.
Él maravillado y sin apenas mediar palabra, lo único que pudo hacer fue verla montarse en su coche y dejar que se fuera, pero le tenia confuso una de las caras que puso la chica al decirle que ella ya sabia lo que había.
El la siguió con el coche hasta una especie de descampado donde pararon los dos el motor de sus vehículos... como pudieron claro esta. Salieron y se contaron muchas cosas... ambos dos, tanto lo bueno como la malo de haber estado separados.
María le contó las fatalidades que tuvo que pasar por encontrarse sola y sin nadie, teniendo que criar una hija con una pequeña disfunción intelectual y que le costó incluso remuneradamente poderla tratar con los mejores especialistas. Que para ello tuvo que trabajar muy duro, incluso haciendo cosas que en su sano juicio nadie haría pero en ese caso concreto la necesidad mandaba.
La cara de Pablo cada vez se ponía de un tono muy entristecido y sentía ser el responsable de todo este periplo de vida que tuvo que pasar su hermana.
María prosiguió diciendo que tal era la desesperación por su vida y la de su hija que un día no se le ocurrió más que la genial idea de irle a pedir ayuda a su familia... su padre o madre. Y lo único que recibió de ellos fueron reproches e insultos por su mal comportamiento, por lo que ella salió despavorida de aquella casa y pensando en no volver nunca más. Su segundo hermano, estaba viviendo en la actualidad en las afueras de la ciudad, y cuando la chica, rota de dolor por el desprecio de sus padres, llamó a la puerta de la casa de su hermano, se encontró algo espeluznante... un chaval totalmente esquelético, lleno de roña y con el pelo totálmente alborotado, de no haberselo cortado en siete años por lo menos. Le bastó eso para decirse a sí misma que no estaba en el lugar correcto y que mejor era dar media vuelta... a lo que el hermano, mas colocado que de costumbre, no opuso resistencia convidándola a un adios y una sonrisa de oreja a oreja... extragos del mono al no tener que meterse en la nariz y quien sabe si también en vena.
Ahora lo encontró a él, a Pablo que por casualidades del destino devolvió la vida a la gran empresa bancaria de esas dos personas... sus padres, que la hundieron en la miseria dejando a miles de trabajadores sin nada y sin ni tan siquiera un pequeño aliento.
Pablo, aquel de vida aburrida y de costumbres muy sistemáticas, tenia a su lado a alguien a quien dejo de ver mucho tiempo y ésta a su vez pensaba que le podría ayudar a salir adelante a los ojos de aquellos a los que en muchas ocasiones les asociaba el dicho de que... torres mas altas... han caído.

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