martes, 27 de abril de 2010

Aroma de olvido


Por la mañana muy temprano, ella mantenía la sonrisa bien puesta en su cara, con el fin de que ni el más fino brillante rayo de sol que osara entrar por entre la ventana de su habitación, le eclipsara parte de su gran belleza.
Y es que Cori, que así le llamaban las damiselas del pueblo, era de una belleza natural bastante increíble, y muy pocas veces se veía algo así por aquellos lugares.
Cuando salía a hacer algún mandado de la señora Cipriana, iba despidiendo a cada paso que daba, un olor a jazmines con toques de hierba recién cortada, que a la mayoría de las personas, sobre todo chicos, que se encontraban muy cercanos a ella, se quedaban obnubilados ante tal cuadro y lienzos tan perfectos, por así decirlo.
Cori, era la sobrina de una jornalera y de un pastor muy humildes de aquella zona de la sierra extremeña, y desde muy pequeña, por designios de Dios, hizo que llenara de alegría la chabola de sus dos tíos en lugar de la de sus padres biológicos, que sufrieron grandes atrocidades y murieron a manos de unos vándalos con ansias de hacer daño.
Al margen de ello, la chiquilla creció como cualquier otra niña de su edad, llena de todo el amor que le podían profesar sus padres adoptivos, es decir, sus tíos, y a medida que iba haciéndose algo mayor, éstos le fueron inculcando los valores esenciales para que en días venideros, pudiera comportarse como una señorita de bien, como se decía en aquella época.
No fue muy lista, pues tampoco los reales que entraban en aquella casa daban para gozar de la mejor educación posible y lo poco que ella supo, fue enseñado por las manos y bocas de sus tíos, por lo que las cuatro reglas principales si que las tenía bastante dominadas.
Cori, sabía más del campo, de como ordeñar vacas y ovejas, de cuando la leche se fermentaba para transformarla en quesos, sabía de que tipo de hierbas debían comer ciertos animales para enriquecer así su leche... pero a pesar de tener conocimiento de estos términos tan sumamente toscos para una señorita, su belleza y humildad hacía que todo pareciese nada a su alrededor.
Una mañana, muy temprano, Cori iba con un cántaro en la cabeza de camino a la fuente del pueblo a por agua fresca, ya que su tío tenia que aviarse para salir de pastoreo y en casa se había acabado.
Bajando la calle empedrada hasta la fuente no había nadie, solamente las casas cementadas, las losetas del suelo y la chica deseosa de llegar ya a su destino... cuando de pronto alzó la mirada y vio a un mozuelo que con cara y gesto bastante tímido, cogió su cubo y sin pronunciar media palabra se fue en dirección al castillo señorial del pueblo.
En los sucesivos días, Cori, estaba como tonta, como que todo le parecía encantador, hasta el panadero le metió cuatro bollos mohosos en la taleguilla y no hizo cuentas de ello... estaba enamorada¡¡
Pero apenas podía ser, pues ni tan siquiera habían hablado y aun así ella sentía un escalofrío intenso cuando por su mente se dibujaba la mirada de aquel chico con aspecto angelical y carácter tímido, y por ello decidió intentar saber quien era.
En la cena, la chica preguntó a su tío sobre quien era ese chico que solía ir a buscar agua a la fuente a la misma hora a la que iba ella. En general toda la conversación giró en torno a él a partir de la pregunta, puesto que le explicaron que era un chico muy adinerado, que nació en Francia a pesar de ser español y que estaba aquí por problema políticos en su país o algo así... cosa que nunca entendió Cori y tampoco hizo ningún ademán por querer entenderlo. Sus padres estaban viviendo aquí por miedo a volver a su país, o eso decían las malas lenguas, y por ello se estaban hospedando en el castillo señorial del pueblo, puesto que perteneció al abuelo del padre del chico. Vamos que en resumidas cuentas era un niño rico.
Al contarle esta historia a Cori, miro hacia abajo y se le desdibujo un atisbo de tristeza, puesto que si el pertenecía a una casta bastante más alta que ella, jamás querría ni tan siquiera mantener una conversación con una chica así... con una chica pobre.

Pasaron dos meses y la rutina era la de siempre, pero esta ver iba a pasar algo distinto a lo demás.
Cori, llegó antes que él a la fuente y con su cántaro metálico se dispuso a acercarlo al grifo de agua pero sus manos tan delicadas hacían que se le resbalara el recipiente, y por tanto el agua caía en todos los sitios menos en donde tenia que hacerlo.
Por detrás, comenzó a sentir un calor un tanto suave, como el que se desprende cuando estas siendo acompañada o una presencia extraña está en el mismo lugar sin que tu te des cuenta a priori. Y así es, porque alguien tomó la mano de Cori y la acerco junto al brazo de este alguien hacia el grifo apagado y una vez colocado todo, la presencia abrió el grifo y el agua caía velozmente hacia el cántaro de metal.
Se miraron, se sonrieron y se dijeron todo lo que se suele decir en estos momentos. Nunca llegaron más allá puesto que la inocencia de sus almas no les dejaban ver ese tipo de cuestiones y casi al final de la conversación, cuando el agua del cántaro ya estaba rebasándolo por completo, se sobresaltó cerrando el grifo y la imagen másculina se despidió de ella con un... mañana son las ferias del pueblo y me gustaría ir contigo, no acepto un no como respuesta, ponte lo mas guapa que puedas y te recogeré en la colina de los llorones. Se fue caminado rápido para su casa y Cori se quedo maravillada ante tal situación hasta que volvió en sí, y tan rauda y veloz igual que el chico del que todavía no sabia su nombre, despegó en una carrerilla hasta su humilde morada para hacer acopio de un bonito vestido que le sirviera para deslumbrar a tan señor lozano.
Después de la fiesta, llegó el primer beso, y después del primer beso llegaron las confidencias en días posteriores y alguna que otra discusión, pero es que así es como se forjan las mejores relaciones entre dos personas hasta llegar al amor puro.
Después de un año de complicidades varias, Cori estaba sentada en la piedra con forma de pico de águila a la espera de que su querido Saul, pues era así como se llamaba, llegara y le obsequiara con infinitos besos, caricias en el pelo y algún que otro presente que la naturaleza le ponía a sus pies.
Pero ese día no fue tan igual, no hubo presente y ni tan siquiera parecía que Saul estuviera presente a pesar de que su cuerpo si lo estaba.
Cori, abrumada, preguntó si existía algún motivo por el cual estuviera tan distante y tan poco cariñoso y la respuesta que le dio estoy seguro que era la última que ella hubiera querido escuchar, pues la dejo marcada tristemente para siempre... tenia que irse a luchar al frente en la guerra y no podía negarse.
Se juraron amor eterno, lloraron e incluso maldijeron a Dios porque tanta felicidad siempre traía consigo algo tan sumamente doloroso.
Se prometieron que jamás se olvidarían el uno del otro y que por nada del mundo dejarían de esperarse allá donde estuvieran... y al poco tiempo, el cogió su gran petate y ella tras la ventana sin abrirla demasiado, acercó su cara pálida y falta de consuelo, derramó una lágrima y con la mano abierta despidió timidamente a Saul, que montó en un carro verde y arrancó moviendose rápidamente y haciéndose mas pequeño cuanto más lejos corría y menos se escuchaba el motor.
Durante los años consecutivos, hubo mucha tinta en papel llegada a su destino y otra que no tuvo la suerte de llegar, hubo desesperación, enfermedades, desapariciones, y el cuerpo de Cori se iba transformando en una mujer mucho mas experimentada y cauta que la que años atrás dejó aquél chico tímido, tanto así, que ajena a lo que le depararía el porvenir y harta de estar esperando un imposible cedió ese amor a un comerciante de vinos que la pretendía desde hacía varios meses atrás y consiguió llevarla al altar.
Su vida era bastante acomodada y no le faltaba de nada pero cuando tenia un rato para ella sola, se sentaba en la cómoda y de entre los ovillos de lana, sacaba una caja de galletas de cartón un tanto deteriorada y de ahí extraía alguna foto que con mirada melancólica contemplaba tímidamente de su primer amor, quizá caído en la guerra tras no saber más nada de sus cartas.
El paso del tiempo, cruel y violento, hizo que la hermosa y maravillosa Cori se tornara envejecida y delirante en ocasiones, por lo que la poca familia que le quedaba, presos de la avaricia por el legado de la pareja y por tanto con ganas de pudrirse entre tantas monedas y billetes de papel, tuvieron que internarla en un hospicio para ancianos enfermos. Cori había perdido la memoria por momentos y ya no sabía ni tan siquiera quien era ella misma.

El tren de las 2.30 entraba por el anden de la estación en su momento justo y las gentes salían veloces con el fin de coger otro medio de transporte que las llevara a su lugar correspondiente.
Pero él no, puesto que a cada paso que daba, paso lento, se le iba haciendo un nudo mas fuerte en el corazón y los ojos se le cristalizaban mirando todo su alrededor... todo lo que él había pisado cuando era niño, todo lo que el había sentido y como no, su amor de siempre.
Aun le quedaba la esperanza de volver a encontrarla con vida, al menos...
Preguntó por la zona y casi nadie sabia decirle donde se encontraba pero una señora con aspecto de alcahueta le comentó que hacía unos días se llevaron a la casa de socorro a una mujer envejecida, dando gritos de desesperación y que cumplía las características de la mujer que él antes estaba describiendo a otra vecina del pueblo.
Sin más ni más salio para la casa de socorro y una vez allí, le mandaron ir al hospicio para señores mayores enfermos.
El pobre hombre temía por lo que se iba a encontrar, y estuvo esperando cuatro minutos... los cuatro minutos que más largos se le hicieron al viejo Saul hasta que por allí, en una silla de ruedas y con una señora de cofia blanca se venían acercando a paso ligero.
A la altura del señor Saul esa mujer con aspecto moribundo se le quedó mirando. Él se agachó para poderle dar un beso y en ese momento ella le poso su mano en la cara... olía a perfume de señor de bien y eso a ella le gustaba mucho. Le pregunto al mismo tiempo que quien era ese buen mozo que venía a verla. Él se maravilló porque muy poco quedó de aquel buen mozo, pero no solo por ello sino más bien porque daba la sensación de que no se acordaba de él, lo cual podría ser normal llevando tanto tiempo sin verse después de sus amargas despedidas.
Siguió tocándole la cara y el pelo mientras él la tomó del brazo y le dijo: soy yo, no me reconoces??, soy Saul¡¡.
Ella entonces empujó de muy mala forma a ese señor y dirigiendo su mirada a él le dijo a la señora con la cofia blanca: por favor lléveme de nuevo a mi habitación porque este que tengo aquí enfrente, es decir, tú...¡¡¡¡ tú no eres mi amado al que yo quise esperar toda la vida, al que yo prometí que jamás olvidaría... tu no eres quien yo quiero. Vámonos de aqui¡¡¡¡ Y entre sollozos delirantes, se fueron desapareciendo del lugar.
Saul salió cabizbajo del hospicio, aun a sabiendas de lo que se encontraría allá pero es que jamás pudo pensar que al irse tanto tiempo, todo su mundo se inundara de un aroma a veces cruel, que te rompe en dos... a un aroma de olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario