domingo, 25 de abril de 2010

Un banco


Un banco, solitario, con aspecto oxidado de no haberse usado en años y cuyos atisbos de pose fueron las telarañas y las larvas de algunos gusanos y que hasta hace poco fue el testigo principal de cuantas y cuantas historias de aquellos que se atrevían a sentar sus posaderas y dejarlas descansar un tiempo no muy corto.
En la mañana del día 25 de Abril, Marina se disponía a salir temprano, a eso de las 8 de la mañana, y con pie ligero cogía el atajo más rápido que le llevara hasta aquel paraje apartado con un trono, según ella, en el medio.
Siempre era la misma tónica, se sacaba un pañuelo beige de su manga, lo estiraba todo lo posible y lo ponía a modo de cojín encima de mi lomo férreo oxidado. Seguidamente sacaba de su bolso un libro bastante grueso y comenzaba a plasmar sus ojos en él, sin importarle lo que hubiese a su alrededor en esos momentos, que para ella eran de evasión total. Hasta el punto que un día le intentaron robar el bolso y de hecho se lo llevaron junto con todas sus pertenencias... menudo cuadro fue aquél día.
Como cuadro, su vida, ya que esta chica fue la niña mimada de toda su familia hasta que comenzó a meterse en historias raras y la dejaron como imposible, por lo que se tuvo que unir a los únicos que jamás le regañarían, castigarían o incluso pegarían; que son sus libros.
Es una lectora empedernida, y te sabría decir todos los títulos de literatura española que me regalaba con su voz... ayyy si es que me siento tan afortunado siendo un banco...
Un día hizo algo que me pareció un tanto raro... y es que era bastante tarde, ya que la noche cubrió con su manto oscuro a la ciudad y parecía despejada, apenas había estrellas, y Marina, estaba sentada sobre mi lomo de hierro, llorando a moco tendido, desconsolada y sin ánimo de mucho más.
No me faltaron ganas para preguntarle el motivo de sus lágrimas y de sus sollozos tan tristes, pero en mis circunstancias no seria ni medio normal, siendo un banco, y hasta donde yo tengo entendido... los bancos no hablamos ni matamos de un susto a cualquiera... así es que obvie la posibilidad vislumbrando que no me enteraría jamás de lo que a esta chica le pasaría. Pero fue un craso error, porque con un movimiento firme y rápido se puso de pie y mirando al cielo oscuro desdibujó desde sus labios unas palabras que sonaban titubeantes en su boca, algo así como... te echo tanto de menos, necesito que estés conmigo, porque te fuiste y me dejaste sola de espíritu, me dejaste nada...
Eso fue lo último que escuché de esa preciosa mujerzuela, ya que pasaron varios días y meses y por allí solo solían aparecerse parejas en edad de mocearse y de conocerse en toda la plenitud que implica esa palabra, y yo hacía las veces de burdel improvisado con cama y todo.
Pero una tarde, soleada, vi como la figura de dos señoras de aspecto elegante y de elefantes, pues todo hay que decirlo, muy dichas en esto del cotilleo se disponían a que yo les sujetase sus enormes y orondos culos, y maldita sea la hora, pero así fue... casi dos horas aguantando insultos del lugar, de las gentes que formaban su barrio y lo que más me interesaba... de mi visitadora mas carismática y alegre de todas... de Marina.
Pues sabes que a la hija de doña Alfonsina se la han llevado a un internado para gente loca?... ayyy hija mía si eso era ya comidilla en todas las reuniones y se veía venir, estaba loca desde siempre, desde muy pequeña y esas cosas no se curan así como así, y por eso donde mejor podría estar es internada... que una loca suelta por el pueblo debe de ser muy peligroso, quita quita.
En ese momento, me dio lástima el no ser materia viva para estamparle mis 15 kilos de hierro en toda la cabeza a esas dos tipejas, pero como no me podía lamentar de lo imposible, solo sentí un escalofrío bastante fuerte debido a que mi amiga, la que sollozaba tanto por alguien, la que se enfadaba porque la habían abandonado... se estaba refiriendo a sí misma, a que sus adicciones le habían arrebatado la persona que antes era y que ya jamás volvería ni aun internándola en un sanatorio.
Un banco, a lo lejos ya oxidado, y que si de verdad pudieran hablar... la de cosas que descubrirían

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