martes, 20 de abril de 2010

Matriuskas


En la lejana Rusia, se avecinaban nuevos y grandes cambios para la población que a duras penas lograban subsistir a costa de los enormes impuestos que el Zar les hacia pagar por ocupar parte de sus terrenos.
En toda esta algarabía que había suscitado tal nueva manera de vivir, existía en lo alto de la colina una pequeña casa que era dueña del herrero mas grosero que cualquiera podría echarse a la cara. Muchas personas preferían ir a pedir recado a otro señor que se encontraba en la aldea de al lado, antes que mediar media palabra con ese tipejo de aspecto temible y egocéntrico a la vez.
Según las malas lenguas del poblado, se enamoró de una cortesana bastante rica que provenía de Moscú pero la poca riqueza que el herrero le podía ofrecer a una dama de tal calibre hizo que ese amor se convirtiera poco a poco en desdicha hasta llegar al odio.
También, aunque es algo fuera de lugar, por aquel entonces en las zonas más oscuras y ocultas del pueblo, se solían reunir ciertas personas que a mi juicio no eran nada normales.
Iban vestidas con túnicas largas de color morado y portaban una cruz en sus manos además de un pequeño libro de oraciones. Se sentaban alrededor de lo que parecía un pequeño templo en donde se erigía la figura de ese herrero con aspecto apático.
Me asombré muchísimo, sobre todo porque ese señor era participe de un aquelarre de brujas y magos de la época y no tenían muy buenas intenciones.
Uno de aquellos que estaban concentrados alrededor de tal espectáculo, me comentó que llevaba una imagen de la mujer de la que se enamoró perdidamente y por no estar a su altura le dio calabazas, un lazo aterciopelado corto y de color amarillo y unas tijeras puntiagudas.
Supongo que para hacer algún ritual de magia negra, yo le pregunté, y me contestó lo siguiente:
-El herrero, al verse totalmente rechazado por la esbelta y bella mujer rusa, emprendió un odio casi mortífero y esta usando un hechizo para que jamás pueda ser feliz en los días que le queden junto a la persona que ella haya elegido. Y no sería solo un daño a su persona, sino a todas y cada una de las criaturas que engendrara fruto del pseudo amor de aquel que se convirtiera en su cortesano, viviendo las hermanas separadas una de las otras por siempre.
Pasaron muchos años y ya nada más se supo de aquel hombre con ínfulas de despecho y sin ánimo de volverse a enamorar, tanto así, que murió muy solo, víctima de su soledad y de su miserable envidia que le recomió todo su ser.
Silvera, la joven cortesana rica de Moscú, pasó a convertirse con los años en la mujer preferida del Zar que por aquellos años gobernaba toda la comunidad.
Para ella todo era felicidad y gozo junto a su futuro marido pero un día la pesadilla volvió a repetirse... Silvera estaba embarazada, y era un embarazo de alto riesgo porque venían tres criaturas a la vez.
Lejos de ser algo bendecido por el señor, les pareció una aberración pues se pretendía que la señora diera a luz al primogénito del Zar con el fin de seguir la estela de sus antepasados, pero al ser un parto múltiple y encima de hembras, seria una desgracia y un escándalo que no podría trascender mas allá de las fronteras de la corona y no se podía permitir.
En una noche tormentosa, se escuchaban gritos cada vez más acelerados, y la gente de palacio se agitaba más aun, corriendo con toallas y cubas de un lado para otro, intentando paliar el dolor que tanto le producía el ir sacando a cada ser de su propio ser, ajena a que esa seria la última vez que vería a sus criaturas cerca de ella.
Una vez que las tres niñas dieron su primer aliento de vida, fueron preparadas y un señor con bata blanca se las llevo... pese a los gritos de Silveria que quería verlas por ultima vez... a lo que se hizo caso omiso y desaparecieron con él.

Años después, en una colina no muy lejana estaba un pastor con su hermosa hija pastoreando sus ovejas y sus vacas... las pocas que podía tener con su miserable sueldo que apenas le daba para comer a él y a su hija. Su mujer murió de escorbuto, una terrible enfermedad, y no pudieron hacer nada por ella y desde entonces, como solía pasar siempre, la hija era la que se hacía cargo de todo.
Se llamaba María, un nombre bastante europeo para ser rusa, pero es que su padre amaba la cultura de aquel país... y sus mujeres también.
La chica tenia una mirada melancólica, como si le faltase saber algo de su vida pero que jamás nadie le dijo por miedo. Era bastante guapa y alta, con mejillas sonrosadas que daban la sensación de que a veces si se reía, se le ponían dos naranjas en cada mofletillo.
Una noche después de dar de comer a las vacas y de cenar a su padre, se retiró a sus aposentos y se sentó en la cama mirando hacia la ventana... y con esa mirada perdida hacia el horizonte de la colina, el dios del sueño comenzó a llamarla y se fue quedando dormida.
Estaba como en una habitación toda llena de mármol y justo enfrente había un pequeño atril de donde sobresalía la silueta de un señor con un traje bastante brillante. Levantó la mirada hacia la chica y le invitó a que se acercara. Ella muy confusa hizo lo que éste le ordenó y mirándola fijamente le dijo: eres igual que tu madre, y debes saber que tu, junto con tus dos hermanas, llegaréis a gobernar esta nación... reúnete con ellas en la posada Reig en Moscú... no lo olvides.
En ese momento, sudada, se despertó muy desorientada y con cara de no entender que pasaba aunque con un poco de felicidad porque había algo en ella que le decía que existía algo más que quería saber y por tanto debía ir al lugar citado.

A 40 kms de la comarca, cercano al camino de piedra que llevaba hasta Moscú, existía una posada donde la mayoría de los viandantes encontraba descanso de cualquier tipo y a cualquier precio... era una tasca de putas.
Entre estas mujeres lozanas y de poca moral, se encontraba una que era la peor de todas, la que se creía la dueña del cotarro y que cuando llegaba carne fresca en forma de mujer a trabajar, se lo ponía, muy pero muy difícil, tanto así que la mujer terminaba yéndose despavorida del lugar para gozo de Trinity.
Los deseos más perversos, lascibos y sexuales de cualquier hombre, de cualquier índole moral o inmoral, se hacían realidad tras el trabajado cuerpo de esta mujer.
Era la típica que adoraba el dinero fácil y le importaba muy poco bajar a los infiernos con un señor para así conseguirlo, como hacerlo subir hasta el infinito y más allá por la misma razón. Su niñez fue una novela de terror y de pena, lo que la hizo desembocar en un lugar así, lo cual para ella llegó a ser una bendición si lo comparaba con las temibles palizas que le propinaba su dueño. De ahí que su carácter se le endureciera hasta el punto de ser una bomba a punto de estallar con el mínimo desdén que se encontrara sobre su persona.
Una noche, un cliente se le puso un poco pesado y no tuvo más remedio que sacar sus armas para poder defenderse de las brutalidad que éste pretendía hacerla.
Sin mediar palabra, ella cogió una vara de roble que tenían detrás del lavabo y sin más preámbulos le comenzó a dar al señor mamporrazos hasta partirle los últimos seis dientes que le quedaba en la dentadura superior... que por cierto, eran de oro.
Eso fue motivo de despido para Trinity, que no opuso resistencia siempre que le pagaran sus honorarios, una miseria, pero no quería que nadie jugara con el dinero que le podría quitar de una noche de frío.
Y así salio, caminando en la oscuridad hasta llegar a un pequeño banco de madera donde el cansancio le pudo y se quedo dormida bajo un árbol. De pronto al cerrar los ojos vió como el árbol que la cobijaba le comienza a hablar y a decirla que no había mal que por bien no venga, puesto que ella pronto podría ser mucho más de lo que era ahora, que debía seguir el camino correcto y buscar a sus hermanas en la posada de Reig en Moscú. Poco después se despertó de nuevo y con una sonrisa entrecortada se quedó pensando porque habría soñado tal cosa.

La casa señorial de los Shyreik estaba de celebración puesto que una de sus hijas, la más culta, bondadosa, leal, fiel, comprometida con la vida y con el mundo, se iba a desposar con el hijo del alcalde de la zona... todo un acontecimiento.
Uskashy era también bastante tímida, y desde muy pequeña, sus padres se encargarón de que fuera una chica estudiosa, que se relacionase con las altas alcurnias de la nobleza rusa y con todo lo que para ella, según sus padres, le haria florecer más temprano que tarde.
Ella por el contrario, quería ser mucho más aventurera, viajar, conocer mundo, no hacer siempre lo que se suponía que se debía hacer y por tanto rebelarse contra el sistema y sobre todo contra sus padres, que esperaban de ella la hija modélica que nunca querría ser.
Una noche, después de una fuerte discusión con ellos, salió despavorida de la casa corriendo, de tal modo que tropezó contra una piedra y cayó a un hoyo bastante profundo.
Quedo inconsciente por unos minutos... lo suficiente como para divisar una pequeña estela de luz que emitía sonidos un tanto extraños y de los que se podia desdibujar una frase: reúnete con tus hermanas en la posada del Reig en Moscú.
A los dos segundos volvió en si, un poco magullada de la caída y se dirigía para casa, pero algo le corto el trayecto. Torcio su cuerpo y con paso ligero corrió rumbo a Moscú.

Una enorme y fria ciudad hizo que cada una de ellas, sin saber como y porque, terminasen sentadas juntas en una escalera alumbradas solamente por una farola que despedía una luz tenue.
En ese momento nadie se miró, nadie se habló, ni tan siquiera hubo gestos de complicidad ni de asombro por saber que hacian alli en realidad y quiénes eran cada una.
De momento, se apagó la luz y un aire frío y desolador irrumpió en aquella escalera ennegrecida por el tiempo, y después de una pequeña explosión de luz, aparecio lo que parecia la silueta de una señora bastante anciana, casi ancestral, subida a una silla de ruedas y con el pelo cano.
Se dirigió a las chicas que estaban bastante asombradas y lo único que pronunció antes de desaparecer fue la palabra. MATRIUSKAS¡¡¡¡¡
De nuevo se hizo la oscuridad, y esta vez las miradas de las hermanas se fueron regalando por todo el perímetro en donde se encontraban cada una, hasta que por fín Maria, en un alarde de sabiduría les pregunto a las dos chicas: como os llamais?, a lo que ellas respondieron sus respectivos nombres y de momento se le encendió la mirada feliz y radiante a aquella mujer, cuando al unir las primeras sílabas de sus nombres, formaban la palabra que la señora con aspecto viejo habia pronunciado.
-Claro, Ma (Marias) tri (Trinity) uskas (Uskasy), es decir, que nuestros nombres estan unidos para siempre, somos hermanas¡¡¡¡¡ y el destino,el más allá y seguramente nuestra madre han querido que después de los años nos volvamos a reencontrar y ocupar nuestro lugar.

Y así fue, antaño sus caminos fueron diferentes a la fuerza, pero la vida hizo que volvieran a reencontrarse con su pasado, un pasado que fue tumultuoso pero que se abría ante ellas un camino futuro muy grato, en el que jamás se separarían... como dice sus nombres Matriuskas... tres muñecas que no pueden faltarse una a la otra porque si asi fuera... la figura, perdería su encanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario