sábado, 3 de abril de 2010

Camino del olvido


Abuela, te encuentras bien?... El campo esta verde este año verdad señora María?...
Ese diálogo entre nieto y abuela, que a simple vista parecía una conversación sacada de la mejor comedia que uno pueda mirar en televisión, fue el preludio de un camino anunciado.
Un camino en el que a cada paso que se iba dando, cruel el día, se iba desmoronando en la mente de doña Faustina.
Llegó a la vida envuelta en pañales de algodón, aunque la guerra y la desolación la llevarían pronto por otros derroteros muy distintos. Sufrió lo insufrible pero también tuvo tiempo para cultivar sus conocimientos en arte, ya que de joven quería ser actriz, cosa muy común en las señoritas de la época, solo que por aquellos días, esa profesión estaba más encuadrada a jovenzuelas de poca monta y de mala vida... craso error.
Tuvo que conformarse con ir a servir a casa de unos señores muy ricos en una pequeña localidad cercana a la ciudad, en dónde hacía las veces de niñera e incluso de confidente del infeliz del patrón, dejando a la señora patrona sola mientras que él se iba de picos pardos con unas y con otras a fundirse toda la poca felicidad que le pudiera quedar en la cartera.
Faustina, bebía los vientos por el cocinero, que pertenecía a una familia bastante adinerada de Francia, pero el problema le venía cuando ella quería dar el paso de acercarse más a él entre puchero y lozas que fregar, y sin ánimo de ofender, él la apartaba sin darle ni tan siquiera una mínima explicación.
Pero, el tiempo, que en este caso fue sabio, se puso de parte de Faustina y el cocinero no tuvo más remedio que rendirse a los encantos de esa joven con pelo lacio y ojos morenos... Vamos a la vicaria¡¡¡¡ dijo con voz autoritaria ella y así fue. Se casaron y trajeron al mundo dos ojos azules en una preciosa mujer en un corto espacio de tiempo.
Con todo ello, creyeron que lo mejor de todo era salir del pueblo que les vio enamorarse e irse a la ciudad, puesto que les podría ofrecer otra vida mucho mejor que la que posíblemente les diera el pueblo.
Ella se convirtió en una buena ama de casa, madre y esposa mientras que él se jugaba la vida como militar.
El paso del tiempo, como siempre, hizo que Faustina tuviera que soportar una dura cruz en forma de pena para el resto de su vida, pues su marido desapareció víctima de tuberculosis en la contienda y con él se llevo todo el amor que se habían dado mutuamente.
Eso la sumió en una profunda depresión que solo se difuminó en el momento de la llegada de su primer nieto.
Jorge, en honor a su abuelo, el que seguro que llegaría a Ministro según su abuela y que quería con toda su alma.
A decir verdad, nunca llegó a ministro, sino más bien a reponedor de un supermercado, puesto que tampoco le llevo la vida por las hojas de los libros, pero aun así, su abuela, cada vez que iba de compras y lo veía, le comentaba a las amigas que tenía al lado... mirad que hombre más guapo que tenemos enfrente, y la medalla que tiene puesta en la camisa... ainns si es que es el orgullo de cualquier abuela.
Pobre mujer, que confundía la placa con el nombre de su nieto puesta en la solapa del uniforme de trabajo, con la de un almirante de la marina o algo parecido, pero bueno, ella era feliz así.
Hoy Faustina se encuentra sentadita en un banco bajo dos cipreses que están a los lados. Dos árboles que para ella son más que eso... son la compañía que tiene todos los días a las 3.30 antes de la píldora de turno.
El de la derecha, el más robusto y con una color bastante fuerte para ella es su querido marido y el de la izquierda que más bien es bajito y poco frondoso es su nieto.
Habla con ellos, y mantiene conversaciones como si de verdad se tratasen ellos, pero es que ella los ve así. Todos sus recuerdos van siendo tragados por una enmarañosa tela negra de donde no van a regresar nunca jamás, esperando que la terrible araña los destruya para siempre.
El cielo estaba gris, así como la mente de Faustina, y allí se encuentra, entre los dos cipreses con su batín de seda rosa, sus zapatillas de felpa azules y su pelo canoso recogido con varias orquillas.
...Me queréis verdad??... y en un momento de pequeña luz en su mente al no escuchar posible respuesta positiva, se le escaparon varias lágrimas de los ojos.
...Con todo lo que yo he hecho por vosotros, y ni tan siquiera me contestáis, no seáis malas personas conmigo... De repente un señor vestido de blanco se agacha y estrechándole la mano le dice... Señora Faustina, un chico ha venido a verla, mire.
En ese momento a él se le iluminaron los ojos y fuertemente sentía en su pecho ganas de abrazarla hasta achucharla del todo.
A ella vagamente se le dibujo una sonrisa y mirando de nuevo a aquellos dos árboles le prosiguio un... -mira marido, mira nieto, vienen a molestarnos pero no os preocupeis que ya me encargo yo.
En ese momento el chico cambió las ganas de abrazarla por unas ganas inmensas de llorar, puesto que la persona que tenía enfrente era en cuerpo su abuela, pero en alma era otra muy distinta.
La señora se levanto, lo cogió de la mano y le dijo mientras iban desapareciendo por la plazuela del sanatorio... mire doctor, le he dicho varias veces que esas pastillas que estoy tomando no me quitan el dolor de los remos, cámbielas. Y ajena de que la persona a la que tenía cogida de la mano era el chico del que más orgullosa se sintió en el mundo, le soltó y se fue con una enfermera que allí la estaba esperando. Se fue alejando, así como las esperanzas de Jorge a volver a encontrar un día a su abuela tal y como era antes.
Aunque siempre le quedara el consuelo de que allí, tras su ventana, se encuentran sus dos preciadas personas, en forma de árbol... y que uno de esos árboles, era él

Abuela te encuentras bien??... El campo esta verde este año verdad señora María?...
Esa conversación fue el comienzo de la larga andadura por un camino horrible, oscuro, injusto y muy doloroso... el camino del olvido a donde muchos no quisiéramos nunca tener que pisar.

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