jueves, 1 de abril de 2010

Olor a incienso y esperanza


Nunca fueron personas muy devotas a la religión ni tampoco se les veía algún atisbo de querer serlo en un futuro. Supongo que la inmadurez de su persona, ambas dos, y la poca educación religiosa que recibieron por parte de sus padres, contribuyó a ello.
Eva y David tenían todo en la vida, una buena casa en un barrio acomodado, un trabajo que les daba la capacidad de poderse dar un caprichito de vez en cuando, aunque no muy a menudo, y un hijo muy jovencito que dentro de su rebeldía era en el fondo muy buena persona.
No podían pedir más, hasta que un día...
... suena el despertador, muy temprano y de un sobresalto David comienza a lavarse y vestirse para salir despavorido a su primer día de trabajo en la unidad clínica de cardiología.
El era celador, y bastante le había costado sacarse su plaza, pues la verdad es que muy buen estudiante no era, pero como a la quinta va la vencida, o eso dicen, la sacó y por fin se comenzó a sentirse útil para su mujer y su hijo.
Eva, auxiliar de enfermería desde hacia varios años, se encargaba del departamento de instrumental quirúrgico, algo que no le hacia la menor gracia, pero que sin más tuvo que hacer después que a una compañera la pasasen a otras dependencias debido a un problema interno con sus trabajadores.
El caso es que cuando llegaba la hora de dar fin a la jornada diaria, si no había ninguna guardia a la vista, los dos quedaban en la puerta del hospital para irse juntos en el coche, y ese día era uno de ellos.
Una vez dentro del coche, antes de que David se abrochara el cinturón, Eva le adelanto en palabras para decirle algo que no sabia si le iba a sentar demasiado bien, pero tenía que soltarlo... -Estoy embarazada David.
En ese momento, el hombre pegado a un cinturón y con el pie en el embrague casi a punto de arrancar, se sobresaltó y con una gran sonrisa en su cara, le dio un beso grandioso a su querida mujer, lo cual hacia presagiar que la noticia de su nueva paternidad le había caído como anillo al dedo.
Todo el buen rollo por la nueva noticia se hizo extensivo a toda la familia que celebraron la noticia con una comida en el jardincito que poseía la pareja. Fueron días de mucho júbilo e ilusión.
El 25 de Febrero, una mañana muy fría, Eva trajo al mundo una criatura increíblemente hermosa, que junto con los sollozos de su padre y la alegría de la madre, un tanto cansada por la operación de cesárea que tuvieron que practicarle, decidieron ponerle el nombre de Jesús.
Los meses anteriores y dos años siguientes fueron aparentemente normales. La nueva criatura ya fue creciendo y sus momentos en la guardería le ayudaron a la hora de hacerse menos dependiente de la madre, mientras que estaba trabajando.
Las primeras navidades juntos como una familia, los primeros pasitos, sus primeros regalos, todo era nuevo para él pero para ellos era el doble de nuevo y con mas ilusión si cabe.
Pero todo esto se tornó de un color oscuro que enmarañó toda la felicidad que se había acumulado durante tanto tiempo.
Eva, tenía quehaceres en casa, ya que era su día libre, desafortunadamente no de David y por tanto le tocaba quedarse con sus hijos sin posibilidad de llamar a las abuelas. Ella quería disfrutar de sus hijos.
El mayor andaba con sus amigos en el parque y el pequeño era un forofo de los dibujos animados, y la única manera de mantenerlo un tiempo suficiente entretenido era poniéndole a mirar dibujos por la televisión.
Y así lo hizo, para que así pudiera planchar la montaña de ropa que tenía en el cuarto de la plancha.
Cogió la primera camisa, y mientras movía suavemente la plancha de atrás hacia delante, se imaginaba estar montada en un tren que la llevara lejos a su marido, a ella y sus dos hijos en un viaje por el mundo. Pero de un golpetazo volvió de nuevo a bajar de la nube en al que estaba subida al escuchar un grito seguido de un sollozo bastante intenso que provenía de la sala de estar.
Se temía lo peor, y no andaba muy mal encaminada, porque cuando llegó se encontró a Jesús, tendido en el suelo, llorando a mares y con sangre en la cara y boca.
Presa del horror lo envolvió en una manta y salio corriendo a llamar un taxi para acercarlo al hospital.
Después de muchas pruebas, de muchos días de cansancio en esos fríos pasillos de hospital que tanto David como Eva bien conocían, el médico de turno les dio la noticia que mas amarga les sabría en mucho tiempo ya que su hijo estaba enfermo de leucemia.
Cuando de la boca del médico salio esa palabra, todo el alrededor de David se transformo en desolación y pena al igual que su mujer, que paso de ser la más increíble contando chistes a sus amigas, a ser la mas amargada, apenada, sollozando por todos los lados... un dolor entendible.
Fueron muchos tratamientos para un crío tan pequeño, muchas lágrimas escondidas y todo lo que antes era años atrás feliz, se convirtió en impotencia y desidia.
Tan mala era la situación y tal la desesperación que David, a pesar de sus escasas creencias religiosas decidió participar como penitente en una de las procesiones que se paseaban por la ciudad en Semana Santa.
La fe mueve montañas y él quería por todos los medios que su pequeño pollo siguiera entre nosotros a costa de lo que fuese.
Sin que nadie de su familia lo supiese, ni tan siquiera su mujer, se colocó la túnica verde esperanza, el capirucho del mismo color y los escapularios pertinentes y se dirigió a la iglesia, pues era el momento de la salida, era el momento de hacer su particular penitencia.
Para David, todo le parecía nuevo e incluso extraño, puesto que jamás se había visto en una situación tan extrema, de ir en contra de sus principios educativos con tal de salvar a su hijo, que supongo que para él todo esfuerzo le parecía poco.
Se descalzo y al sonido de la primera campana, encendió su gran cirio y comenzo a caminar por las calles de la céntrica ciudad. La vela le chorreaba por toda la túnica hasta el punto de llegar dos o tres veces a quemarle los pies, pero todo era poco por su hijo.
En una de las esquinas, divisó a una muchacha con la mirada bastante triste que movía sus labios intentando rezar una oración mirando a la imagen de procesión que curiosamente el acompañaba. No llegó su asombro al descubrir a medida que se acercaban sus pasos a esta chica que era su mujer. En ese momento a David le hubiesen dado ganas de abrazarla muy fuerte pero el respeto por lo que allí acontecía hizo reprimir ese deseo.
Pasaron cinco horas y David ya no podía más con su cuerpo y con su mente. Se despidió como buenamente pudo de sus compañeros nazarenos y se iba para casa.
Ya en el coche se le quedó bastante impregnado un olor a incienso bastante fuerte y puro. Algo que le traía recuerdos de su niñez, de esas misas de pueblo tan sacras y que rozaban lo puramente antiguo. Pero de momento, dos luces parpadeantes naranjas se interpusieron entre la luna delantera de su coche y él, y a medida que se iba acercando mas a su casa, esas luces hacían lo propio y es que una ambulancia estaba en casa de su mujer.
Abrió la puerta del coche, aturdido, andó de manera pausada y tranquila y cuando rebaso la ambulancia que allí estaba parada su mujer salio corriendo a sus brazos... -Nuestro hijo ya no esta con nosotros David, se ha cansado de tanto intentar luchar por él, y a querido irse para que intentemos luchar por nosotros mismos...
Y con una lágrima en los ojos, arrodillándose ante la pequeña estampa de la imagen que el acompaño pronuncio suavemente las siguientes palabras: -Gracias por escoger el camino que mejor le venía a mi niño y a nosotros, sé que no lo volveré a ver más pero esté donde esté, hazle saber que siempre le hemos querido y que yo siempre... le querré.

"dedicado a todas esas madres y padres que por fatalidades de la vida, les son arrebatados sus mejores momentos de alegría con los suyos, porque ya no están más con ellos" FUERZA Y ADELANTE

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