martes, 23 de marzo de 2010

Cielo abierto


Cuando nació debió ser el niño más querido del mundo, a juzgar por las fotografías. Se le veía una mirada iluminada con su pequeña sonrisa de oreja a oreja que apenas se podía atisbar con certeza por el chupete que tenía en su boca. Era feliz en su pueblo junto a su familia.
Ese niño fue creciendo y su adolescencia no fue menos alegre, por sus tantos y tantos amigos que tenía y que hoy en día, algunos ha seguido manteniendo y quiere.
Un día de primavera, llegó otro regalito portado por una cigüeña, que haría las delicias de los presentes y de ese niño que pasaría de ser el más mimado a no serlo menos, pero si con un cargo mucho más especial... el de hermano mayor.
Todo en sus vidas parecía ser lo idóneo, una familia unida.
Quizá no muy lejos se encontraba la antítesis de todo lo anterior, puesto que Rosi, era una mujer amargada de la vida, que no se centraba en nada de lo que hacía y que había traído al mundo cuatro hijos de una manera inconsciente... hijos de la calle y del horror, personas sin apenas cultura y con las que nadie querría mantener relación a no ser que fueran del mismo parecer. De entre todos se encontraba David, el mediano de los cuatro hermanos, que por desgracia de Dios o de quien fuera, se llevó todo lo malo de la gente que fue conociendo a lo largo de su corta vida, desgraciadamente.

Una triste mañana, Jimena entró en la habitación de Oscar para ver como se encontraba y darle la medicina correspondiente, pues la noche anterior parecía tener mucha fiebre promovida por algún virus o alguna cosa. Antes de irse a la cama el médico le recetó un medicamento antibiótico bastante potente que durante la noche actuaría mientras descansaba. La sorpresa se la llevo su madre al ver al niño tendido en la cama, encima de un charco de agua... agua que provenía del mismo niño, pues se había pasado toda la noche sudando a mares y eso no era ni medio normal, o al menos eso les pareció a sus padres que se pusieron manos a la obra para saber que podría tener su hijo.
Ahí es cuando comenzó la larga cruzada de Oscar por intentar vivir.

-Su hijo tiene un problema renal y ha de ser trasplantado de inmediato... y esas palabras para Jimena fueron como si una a una se las estuvieran clavando en lo más profundo, fue un dolor muy grande el que sintió.
La entereza de Oscar era de admirar porque a pesar de ser consciente de la gravedad que suponía estar en esa situación, el intentaba hacer una vida normal, y animaba a su gente para que no se hundiera, pese al miedo que le inundaba el encontrarse enfermo.
Recuerdo que me contaba algo que a mi me impactó mucho, como acostarse por las noches sin saber si por la mañana estaría vivo o a saber como se encontraría o que cosa mala nueva le pasaría de nuevo... era bestial y a mi me hacia sentirme mal también escuchar esas palabras.
Un verano, tuvo suerte porque un donante le había sido asignado y Oscar estaba preferente en la lista de espera inmensa, por tanto era el receptor.
Momentos de tensión en la sala de espera y de mucho temor por saber como saldría el hijo, hermano, amigo que más querían, pero bueno fue una buena señal porque el niño en cuerpo de hombre salió sano y salvo.
Durante esa época posterior al trasplante, él cuenta que se llevo muchas decepciones con la gente, lo cual era entendible puesto que ¿¿quién querría estar con una persona totalmente limitada físicamente?? pues yo estaría sin duda alguna, pero bueno, no todo el mundo pensaba de la misma forma.
Me decía que su mejor amistad fue su familia y bueno... una pesada maquina de diálisis que le hacia la vida imposible... cosa curiosa... puesto que gracias a ella era por la que no se moría, en parte, a pesar de que ya estaba trasplantado.
Su cuerpo cansado por la enfermedad, por la presión de que su familia no se sintiera peor, todo eso plasmó y tornó su mirada con una tristeza permanente que apenas nada ni nadie podía borrar. Aunque momentos de entereza tuvo y a mi me dio muchas lecciones de ello, ojala fuera yo como tú, le decía en contadas ocasiones.
Al poco tiempo nació su primera sobrina a la que llamaron Esperanza, y se lo puso Oscar, porque esa palabra para él fue su acompañante durante muchos años en su vida, la que le creaba tener más ganas de vivir y no dejar atrás gente a la que quería, y sobre todo la esperanza de pensar que mejores tiempos llegarían sin duda. Y llegaron en una niña preciosa a la que sin duda siempre va a querer y querrá como su musa, porque sin duda alguna le devolvió las ganas de vivir, era su tesoro más preciado, era... su niña.

Paso el tiempo, y David... el mediano de los hijos de Rosy, llegó muy enfadado a su casa, y diría casi violento, preguntando y exigiendo donde había dinero o joyas para podérselas vender a algún camello de la zona, puesto que le debía pasta y necesitaba pillar como fuera.
Sus amigos, si es que algún día tuvo lo dejaron tirado, sus novias... que tuvo tres... no lo volvieron a ver más en pintura y es que ni nombrarlo querían y las únicas personas que debían aguantar sus malos modales y violentos eran su familia que harta estaba de tener que dar la cara por él ante hechos deleznables delante del pueblo y de la policía en contadas ocasiones.
Su madre, que con el tiempo ya estaba tan marcada por el dolor que apenas tenia lágrimas para llorar, a veces pedía al cielo algo que es lo más tremendo que se puede pedir... que su hijo apareciera muerto, porque sería del único modo en que toda la familia descansaría y al menos sabrían donde poder ir a visitarle... era la desesperación de una madre que no pudo más con el asunto y se moría de pena.
Fue así, esa noche, al no encontrar lo que buscaba en su casa y tras una fuerte discusión con su padre, cogió la moto y salió a toda velocidad a las alamedas donde víctima del alcohol, la velocidad en la que conducía y quién sabe que otras cosas, se lanzó estampándose contra el suelo y quedándose muerto en el acto.

Corría el verano y en Badajoz se celebra su patrón que es San Juan. Contento porque la ciudad se llena de fiesta, Oscar pidió ver si se le podía administrar la diálisis un poco más temprano porque quería disfrutar de una noche de feria, sin agobios ni excesos, con su hermana, cuñado y amigos.
Ese día, algo a Oscar le rondaba la cabeza que le hacía sentirse más inquieto de lo normal, además de que el riñón le comenzó a fallar meses atrás y sus fuerzas flaqueaban por completo, pero era distinto, algo le decía que ya iba a ser el fin de su camino, no se si para bien o para mal, pero el presentimiento estaba ahí. Ahora solo faltaba que se diera el caso... o no.

Rosi y Pedro fueron conducidos a una sala en la que sólo había una mesa y tres sillas. Rosi apenas podía tenerse en pie y Pedro tenía los ojos cansados de dolor y de haber llorado toda la noche. Justo a su lado habían dos personas vestidas de blanco y con una carpeta en la que se podía divisar el rotulo "ALCER".
Los médicos le explicaron la importancia que tenía que una persona, después de que ya desafortunadamente no estaba con nosotros porque hubiese fallecido, donara los órganos vitales sanos para que otras familias con problemas graves pudiesen tirar para adelante.
Esto es algo altruista y no se obliga a nadie hacerlo pero era de ser humano hacerlo.
La madre, andaba con el dolor tan sumamente negada porque pensaba que le darían a su hijo descuartizado pero la cordura de su marido le hizo recapacitar y al final su muerte no sirvió para nada.

Volvían de la feria, eran las 12 de la noche, y fue un momento agradable para Oscar porque sin duda alguna se empezaba a sentir persona, quería disfrutar de la vida pese a sus limitaciones y quería sentirse querido por como era.
De pronto sonó el teléfono y Oscar se puso mas nervioso aún, descolgó y era la voz temblorosa de la madre, la cual le estaba dando la buena nueva.
En ese momento hubo un momento de silencio... pero después todos a una se dieron un abrazo tan sumamente fuerte que no se sabía quien era quien con tanto brazo por ahí desperdigado.
Oscar se alejó un momento del jaleo que la noticia había creado y miró al cielo diciendo... Tengo miedo Dios... tengo tanto miedo...
La vuelta a casa fue una odisea; casi seis kilómetros de atasco por la gente que iba a la feria y por la que se iba de ella y todos en el coche optaron por el remedio de toda la vida...
María saco el pañuelo, Jorge piso el acelerador y Oscar tocaba el claxon a toda maquina para poder desviarse y hacer el camino más rápido para llegar.
Ya en su hogar, estaban sus padres con el petate hecho, listos para irse de vuelta al hospital, y con la esperanza de ver si de una vez por todas esta ocasión era la buena, la de verdad.
Pero levantó la mano con un gesto autoritario y les dijo que esperaran en el salón un momento, pues no tardaría demasiado.
Se adentró en una de las habitaciones... estaba oscura y apenas solo había un claro de luz muy ligero, y un sonido de respiraciones entrecortadas que provenían de la cunita de su sobrina Esperanza, que apenas tenía meses. Ajena de lo que ese día suponía para su tío iba a ser la destinataria de unas palabras a modo de despedida de su querido tío Oscar. La tomó en sus brazos y le dijo con voz muy bajita... Esperanza, te quiero tanto y has sido y serás algo tan importante en mi vida, que jamás podre agradecer a tus padres el regalo que me hicieron al hacerme tío de una criatura tan increíble como tu lo eres para mi. No sé si te volveré a ver... y ni tan siquiera sé si cuando seas mayor te acordarás de mi si no es por alguna foto que los papas y abuelos te muestren, pero que sepas, cosita mía, que si no vuelvo, allá donde esté voy a estar queriéndote toda la eternidad y velaré por ti todo el tiempo...
La volvió a dejar en la cunita, se secó la lagrimilla que se le había escapado de un ojo y salió al encuentro con sus demás familiares que lo despidieron con un fuerte abrazo y con mucho más ánimo.
Subió a aquella ambulancia amarilla rumbo al hospital y mientras llegaban, su mirada perdida a través del cristal le hizo comprometerse con que si todo salía bien, intentaría dar a toda su familia la felicidad que por su culpa (no intencionada) les fue arrebatada, sobre todo a su madre que la hizo hacerse mayor con tanto duro golpe que tuvo que llevar a sus espaldas.

...Lo último que recuerdo de ese chico es que todo salió perfecto y su vida es tranquila y feliz. Pudo recompensar a su familia de todo el dolor que sufrieron y ver a su sobrina crecer, que es lo que quería.
A veces lo veo asomarse al balcón a mirar las estrellas, cuando las hay, y me permito el lujo de pensar que lo hace para darle gracias a Dios, al a vida y a David... porque por paradojas de la vida, Oscar si puede decir en su caso que si que hay vida... después de la muerte.

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