viernes, 19 de marzo de 2010

El amor... ¿todo lo puede?



Empuja, empuja mujer que ya esta aquí¡¡¡¡, vamos con más ánimo que tu puedes, si ya esta todo hecho¡¡¡... Y así fue, porque a pesar de ser una niña octomesina, era la más preciosa de todas las que habían nacido ese 29 de abril de 1976.
Los primeros atisbos de imágenes que pudieron ver esos ojillos raros, fueron los reflejos que producían las manos de un señor de aspecto serio y barba larga sobre los cristales de la incubadora pero... ainns que calentita que se encontraba allá.
Y el día que la llevamos por primera vez a casa, después de una dura y larga estancia en el hospital, fue mágico para ella y para nosotros ni te cuento, increible la fiesta que se pudo formar en apenas 35 metros cuadrados de salón. Todos apretujados, desde sus abuelos, primos, tíos, intentando robar un gesto de cariño de mi Rosalía, pero se ve que lo único que consiguieron era enfurruñarla más. -Va a tener mucho carácter, como su abuelo... me dije mirándola con esa mirada de amor que solo una madre sabe desprender.
Con el paso de los días, meses y años, esa pequeña muñequita de porcelana fue dejando paso a una niña bastante más especial que antes, pues tenía algo que la hacia diferente a las demás, tanto física como psicológicamente, ya fuera para bien o para mal, pero que a ella le gustaba y lejos de parecerle algo malo, le hacía sentirse importante.
Por las mañanas, a la edad de 16 años, solía bajar a comprar la botella de La Casera para que su padre pudiera tomarse el tinto de verano, después de la jornada de trabajo diaria, lo cual ella no entendía demasiado teniendo en cuenta que estábamos en enero y hacia un frío que pela, por lo que no estaba muy de acuerdo con que esa bebida se tomara en esta época del año haciendo referencia a otra estación totalmente opuesta. Pero es que ella era muy meticulosa y le gustaba sacarle tres pies al gato a todo.
Tenía sus rarezas y eso de cara al mundo no estaba muy bien visto, y si hablamos a escala de barrio, pues mucho menos. Era objeto de conversaciones en tono jocoso y cuchicheos de las personas que a mi juicio más tenían que callar.
Recuerdo una tarde en la que mi Rosalia bajó a por la dichosa La Casera para su padre, esta vez en verano, y los tres hijos de doña Filomena, me la acorralaron entre la calle San Sisenando y Madre de Dios y me la llamaron de todo lo que se os pueda pasar por la cabeza y que prefiero obviar porque para mi terminó siendo algo muy doloroso. Ya no sólo los insultos, porque provenian de tres insulsos con una mala vida que no llevarían un buen camino en un futuro, cosa cierta, sino por como repercutieron esas palabras a mi pequeña hija... me la dejaron hecha un cristo por dentro.
Esa misma noche, fui a arroparla como casi todas la noches y darle su beso de despedida muy sigiloso para que no se me despertara, pero cual fue mi sorpresa que tenia los ojos abiertos y cuando yo ya me dispuse a salir de su habitación tras el beso, sonó una voz ligeramente que me dijo: mamá porque yo no soy como tu??... Y esa pregunta me dolió tanto o más que cuando estaba subida en aquel potro frío, abierta de piernas intentando que mi niña saliera a conocer este mundo. Yo le eche valor al asunto, intente tragarme más de alguna lágrima y le dije... Rosalía tu no eres como yo pero tienes la mayor de las facultades que muchos quisieramos tener... el amor por todo el mundo y la bondad irradia por todo tu ser hija mía.
Le pareció un alivio escuchar eso de mi boca, porque se me sonrió, se dio la vuelta y se quedó dormida.
El Domingo de Ramos, nos vestimos todos para la ocasión y mi Rosalía iba preciosa, aunque esta mal que yo lo diga que soy su madre, pero es que no podría ser de otra forma.
Martina, la costurera del barrio de La Paz, le había hecho un traje azul y blanco con unos retales antiguos a los que yo les tenía cierto aprecio, y que ya deje en desuso. Me los transformó en un vestido digno para la mejor de las mejores modelos de pasarela de la época y como no... una de ellas era Rosalía.
Tan contenta que unas pascuas al ver tan bonito traje que comenzó a ducharse, y lavarse su corta melena morena y mientras hacía todo esto se escuchaba a un volumen ligero la voz seca de un señor que cantaba tras un transistor, a la par que mi niña le hacia la segunda voz frente al espejo. Esa canción era una de sus favoritas y recuerdo que se lo decía muy contenta a su padre. Y tanto así, porque hubo una época en la que esa canción la teníamos, día y noche casi siempre y a todas horas. Terminó sacándonos mas de una riña por ello no creais.
Pero es que a ella le gustaba porque era como soñar en algo que quería que le ocurriese muy pronto y se sentía la protagonista de esa letra.
Una vez terminados de vestirnos todos, la esperamos en el salón y claro esta, mi niña la última, haciéndose de rogar como siempre para así crear mucha mas espectación. De pronto se abrió la puerta del baño y de allí salio Rosalía, que ya dejo de ser niña para convertirse en toda una mujercita. Reconozco que estaba brillante y que se me saltaron dos o tres lagrimitas, como a su padre... por mucho que lo niegue.
¿Me queda bien mamá? ¿Me parezco a Sissy Emperatriz verdad?... y nosotros absortos ante tanta belleza asentíamos con la cabeza, alegres de lo que estábamos viendo.
De la mano, salimos a ver la primera procesión del domingo, en la que cuenta la tradición que para quien quiera tener buena suerte a lo largo del año que queda, debe de estrenar algo nuevo, y yo como no quería ser menos, me puse el pañuelillo rojo que me regalo mi niña, y su padre se puso los gemelos de goma que también ella le regaló.
Tras el paso, la banda de tambores hizo estremecer a esa chiquilla cuando sus ojos se levantaron y vieron a quien para ella era el chico más guapo y más atractivo de la banda. Se había enamorado, tanto así, que su madre tuvo que correr a ponerle bajo la barbilla un pañuelo por la cantidad de baba que le estaba resbalando, cosa que solía pasarle muy a menudo.
Mamá, ese chico me gusta de verdad... Yo solo la miré, le sonreí y no dije nada.
De pronto, el chico vestido como de príncipe con un traje azul marino y rojo se acerco a mi niña en cuestión y le dijo... Me llamo Gustavo y tu?... titubeante ella le medio respondió... Yo me llamo Rosalia y voy vestida de Sissy Emperatriz, te gusta?...
En ese momento, cada uno mas cerca aun del otro, se comenzaron a echar una carcajada tan feliz que a punto estuvo el chico de tirar la trompeta con la que venía a tocar en el paso de semana santa.
-Mi padre dice que ya soy todo un hombre porque tengo 17 años, pero yo sigo teniendo mente de un niño, porque me gusta jugar a cosas, tu que edad tienes?
-Yo tengo 16 años y mi madre me dice que estoy convirtiéndome en alguien muy especial...
Siguieron conversando hasta lo que les dejó el tiempo en que los padres de Rosalia se tomaban el café en el paseo de San Francisco y Gustavo recogía todos los aperos en el autobús que lo llevaba de vuelta a su pueblo, a unos 15 kms.
¿Nos volveremos a ver mi Sissy?... pues claro que si mi Víctor Manuel particular, mañana ven a verme por favor.
Se acabo la charla, la despedida y bueno, solo les quedaba el aliento de que quizá hubiese un mañana que se convirtiera para ellos en un futuro queriéndose para toda la vida.
Varias semanas después, llamaron a la puerta y Justina, la criada salió al encuentro, y de momento pegó una voz a favor de Rosalía que bajó las escaleras tan rápido como pudo. Una vez en el salón se quedo paralizada porque vio lo que había soñado esa misma noche, a la persona que quería tener para siempre a su lado... Mira Rosalia no seas tímida hija mía, es ese chico tan majo con el que hablaste en la procesión del Domingo de Ramos, no te acuerdas?, el de la banda municipal, que ha venido con sus padres para hacernos una visita... anda no seas mal educada y saludales como se te ha enseñado. En ese momento volvió en sí y les saludó bastante tímidamente y con algo de nerviosismo.
Anda hija, vistete y ve a enseñarle algo de la ciudad a nuestro huésped tan especial.
A ella se le abrió el mundo cuando escuchó por la boca de su madre algo semejante, cuando siempre tenía por costumbre mandarla a hacer recados cercanos al barrio, pero esta vez... esta vez había sido distinto¡¡¡
Se apresuro en vestirse, bajo al encuentro de Gustavo que estaba allí, en medio de esa fría sala, solo y sentadito esperándola, y al verla bajar rápidamente esa escalera se levanto, la agarro de la mano y le dijo... tranquila mi Sissy, no te vayas a caer. Ella se sonrrojó nuevamente y se fueron.
Mi marido bajó a la bodega a enseñarle unos vinos a los padres de este chico y yo me subí a la habitación para perfumarme un poco pero destapé con la mano la cortina de la ventana, la abrí y sin que me vieran hice un poco de chismosa, por así decirlo, y pude contemplar la estampa mas bonita que en mi vida había contemplado:
-Sabes que desde que te ví supe que ibas a ser mi princesita??
-Yo desde que te ví a ti como tocabas la trompeta me imagine que lo hacías solo para mí.
-Pues a partir de hoy si quieres, cada vez que toque algo en ella pensaré que lo estoy haciendo para mi princesa Sissy.
Se sonrojó a la par que le dedicó una sonrisa a modo de beso, se agarraron de la mano y caminaron rumbo a la plaza mientras que ella le cantaba esa canción que tanto le gustaba escuchar a todas horas:
-te la dedico mi amor bonito...pero no te rías ehhh que me enfado entonces¡¡¡
<< eyy¡¡¡ solo pienso en ti, juntos de la mano se les ve por el jardín, no puede haber nadie en este mundo tan feliz... eyy solo pienso en ti>>.
Me di la vuelta y esta vez dejé que se me escurrieran las lágrimas en mi camisón, porque aquella pequeña octomesina, con tantas limitaciónes en su vida diaria y que para sus padres era y seguía siendo la mejor niña del mundo, se estaba haciendo mayor, su primer amor.
Una sensación de alegría como no puede ser de otra forma pero también de tristeza y desasosiego por el miedo a dañar a su piedra preciosa que como tal, con un pequeño ligero golpe se la podría romper.
Pero era ley de vida para todo el mundo, para los buenos, los malos, los pobres, los ricos, los enfermos, los sanos... todos encuentran un roto para un descosido y mi Rosalía no podría ser menos.
La silueta de los dos amantes especiales se fue alejando por el parque y a mi se me acrecentaba el consuelo de pensar si verdaderamente el amor... ¿todo lo puede?.

"A todas aquellas personas que por un motivo u otro se sienten distintas hasta el punto de sufrir cualquier tipo de discriminación física o intelectual, van dirigidas mis palabras a modo de mensaje esperanzador, pues todos y cada uno de nosotros al margén de cualquier condición, tenemos mucho que aportarle al a vida, sin duda..."

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