lunes, 15 de marzo de 2010

Nuevos horizontes


Eran las 6.45 de la mañana y no parecía que el día fuese a ser mejor que el anterior. Ya no solamente porque no se divisaba ni un atisbo de luz solar sino porque sus ánimos estaban del mismo color gris oscuro que el paso de los segundos iba dejándose notar en el cielo.
Corrió la cortina con un movimiento rápido a la par que suave, al mismo tiempo que su acompañante de cama hacía un soniquete de respiraciones cuanto menos desagradables, pero no se podía esperar menos a juzgar por como era.
Respiró profundamente, cogió toda su ropa que divisó como pudo, teniendo en cuenta que aquella fría habitación estaba medio oscura y se dirigió a una puerta que sin saberlo a ciencia cierta era el pequeño baño.
Cerró la puerta igual de sigilosa que dejo entrar su silueta y se vistió. Se calzó sus sandalias de tacón desgastados por el uso desmesurado, al mismo tiempo que pensó que si quería huir sin dejar huella, mejor sería hacerlo con los pies desnudos.
Se incorporó y se sobresaltó al poder contemplar la imagen dantesca de sí misma que le proporcionaba el espejo de aquella alicatada y sucia pared.
En ese momento, una sensación incomoda, casi dolorosa le comenzó a arrugar las comisuras de los labios hasta tornar toda su cara en una tristeza profunda que casi estuvo a punto de arrebatarle alguna lágrima, pero la fuerza que en ese momento no supo de donde provenía, le hizo decirse... de casa se debe salir llorada¡¡¡.
A continuación sacó de su bolso azul turquesa, bastante llamativo, un bote redondo, lo destapó y comenzó a pulverizarse de una sustancia que sin duda mataría el buen gusto de cualquier dama refinada: Vamos a echarle perfume a esta mierda de vida¡¡¡.
Al salir del baño, aun se escuchaba al señor haciendo honor a sus dotes de sonidos roncos, se dirigió a la mesilla y cogió el dinero que tan merecido se había ganado. Volvió a respirar profundamente, cerró muy lentamente la puerta, se calzó nuevamente esos tacones desgastados y bajó la escalera, rumbo a su nueva rutina.
De camino a casa, más y más color gris a su alrededor, pero ahora con mucho frío, no solo frío físico, debido a que su trozo de vestido solo tapaba pequeñas partes de su piel, igual de desgastada que esos tacones con los que andaba... desgastadas por las manos de aquellos quienes pagaban por rebajar al máximo su condición de mujer, sino el frío de la vida que le hacía preguntarse... para qué fusilar el olvido, para qué si te pones a tiro... para qué andar descalza en el mundo, para qué rebajar la condena... para qué si te mata la pena, para qué echar perfume a la vida, para qué si te escuece la herida... te vas a quedar sin volver a soñar, para qué... para nada.
Son las 7.30, apenas hay un alma caminando por esa estrecha calle, y el único ruido que existe es el de los coches lejanos que se despiertan para llevar a sus dueños a sus lugares de trabajo, y el suave chancleteo que producen los pasos de esa mujer, cuya escuálida figura se va fundiendo junto a la espesa niebla. Y esa sensación agria que sintió en aquella casa, va dejando paso a una nueva... reflejando el anhelo de encontrar no muy tarde, una nueva vida y en definitiva... nuevos horizontes.

1 comentario:

  1. Desconocía esta faceta tuya, que no se te da nada mal. Felicidades y adelante.

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