Acordes suenan en mi interior. Que no son alegres, pero tampoco son tristes, me acomodo en ellos, porque hoy es uno de esos días en los que me apetece sentarme al ladito de mi amiga Mely.
Mely es la melancolía pura que sale de las voces de interpretes que desgranan las vivencias de cada uno de nosotros, como si fueran unos racimos de uvas en la que existen granos de distintos colores. Los hay muy verdes, que son los que corresponden a lo positivo, por aquello de "pensar en verde" supongo. Luego están los amarillos con una fina capa de polvo que apenas es perceptible a la vista, pero si al gusto; esos son los cabezones, que están a punto de caerse pero que se resisten a pedir ayuda y estamparse contra el suelo y por ultimo los rojos, ay los rojos, los melancólicos que hacen de la pena una alegría y de la alegría una pena.
Ayer mi amiga Mely me dijo que intentaría quedar conmigo sobre esta hora mas o menos, y como es tan fiel a sus palabras, nunca falla, pues aquí la tengo.
No tiene un cuerpo bastante definido, pero sinceramente a mi tampoco me hace falta, porque me siento a gusto con ella. A veces no es tan pesada como parece. Siempre me dice lo que quiero escuchar, me nota si estoy mal o bien, sabe hacerme reír, sabe hacerme llorar pero lo que mejor sabe hacer es colmarme de esa sensación tan extraña que experimento cuando por mi mente pasa algún recuerdo del pasado, ya sea bueno o malo, y me lo torna de un color rojizo como el de las uvas, y me dice: ponte esta canción, y veras como lo sientes igual que la primera vez.
Hoy mi amiga Mely no estará mucho tiempo conmigo, porque debe atender otras peticiones, ella tiene una agenda muy apretada, pero casi que lo prefiero...
Pues cuando estoy cansado de este sentimiento, pido que no me den la voz, que no que no, porque puedo llamarla, y sera mejor que no...
Finalmente se marcho, yo abri la terraza para que corriera el aire, se llevara despacio este olor a grito que se me ha quedado.
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