sábado, 20 de marzo de 2010

Empedrados de tiempo


Al salir el sol, cada uno vamos de un lado para otro, viviendo la vida con suma inquietud, deprisa y a veces sin pensar que las cosas más pequeñas, aquellas que no vemos por llevar un estado de ajetreo continuo y las tenemos de frente a nosotros... esas son las más importantes, o al menos eso creo.
Sin ir más lejos, en mi ciudad existe un camino de piedra cimentada por el que quizá hayan cruzado miles de personajes, con sus vivencias y creencias de antaño a lo largo de algunos siglos atrás.
Y hoy, en la vida actual que nos ha tocado vivir afortunadamente a nosotros, podemos contemplar ese mismo camino al que a veces por nuestras historias dejamos muy olvidado.
En los años 60, quizá antes o después, tenia abierto la vía para el transporte urbano mediante coches, camiones, etc... y en los laterales de la calzada, existía unos pequeños viales por donde el viandante podía pasear sin dejar de contemplar al fondo la Alcazaba, e impetuosa sobresaliendo la catedral de San Juan haciendole aspavientos a la pequeña Giraldilla situada frente a la capilla de la Patrona de Badajoz.
Es un gusano circular de piedra cuyo fin era solo trasladar a las personas de una punta a otra de la ciudad y que vivió la alegría de sus momentos álgidos en ciertas épocas, tanto como la amargura de que sus hermanos murieran en esas guerras que no hacían más que daño... daño que también le llego a rozar en forma de derrumbe en su día y piedras y marcas manchadas de la sangre derramada por los suyos. Pero es como el Ave Fénix, que revive y hoy por hoy ahí se encuentra su majestuosidad sobre el rió Guadiana, esperando que alguien comparta su vida con él en lo que dure el trayecto de llegada a su lugar.
Con todo esto que he escrito anteriormente seguro que habréis acertado que a ese camino con piedra cimentada del que me refiero es el "puente romano de Badajoz, más conocido como puente de palmas o puente viejo".

Hoy dejó de llover, cosa que alivia después de un invierno bastante pasado por agua, lo cual incita a que intentemos dejar ese coche que tenemos aparcado en el garaje o frente a tu casa para tomar un paseo por la ciudad... ya que algunos nos hace falta perder algún kilillo que otro, pues nunca viene mal.
Hoy lo hice, y me sentí bastante orgulloso aunque suene un poco a patriotismo, el poder posar mis pies en aquellas pequeñas losetas a la entrada del puente viejo... puente que hoy mas que nunca iba acorde con la situación puesto que el gris de la tarde se fundía con el gris de las losetas un tanto enverdecidas por el descuido y paso del tiempo.
Y es que... cuantas personas no habrán cruzado este largo camino empedrado?, y a medida que iba caminando mas sereno me encontraba al contemplar que con el pasar de los años yo aún tenía la gran suerte de poder caminar por él.
En la noche, con la luna de testigo reflejándose en las ondas del río, el camino se volvía casi como mi confidente porque solo esas losetas grises a lo largo de todo el puente y las farolas con ese color naranja suave a cada lado de cada verja era a quienes imaginariamente les contaba todo lo que me podría estar ocurriendo, ya fuera bueno o malo, pero ellos lo sabían... cosas de chiquillos, pero que en su momento tenían su aquel.
Pero bien es verdad que si esas losetas pudieran hablar, esas farolas hacernos gestos, en fin, que si pudieran contar las vivencias que han soportado de las personas que precisaban andar por él, no dudaría ni un segundo de que llenarían páginas y más páginas de libros de historia. Y es que mi puente, el puente de todos los pacenses, va haciéndose más joven como su gente, y poco a poco va dejando el desuso al uso de sus empedrado... empedrados del tiempo que van a desembocar a la puerta que abre mi ciudad... Puerta de Palmas y como no, empedrados del tiempo que a veces añoran aquellos años y sobre todo... a los que ya no están.

A MI PUENTE VIEJO

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