martes, 30 de marzo de 2010

Majestuosidad infranqueable





Cuando el alba ya estaba dibujando de color malva el cielo, los jornaleros de Badajoz se disponían a comenzar de nuevo con su faena.
Sebastián, era el más joven de la cuadrilla y aprovechaba cualquier momento en que sus compañeros iban a descargarse de todo lo malo que tenían en sus cuerpos para curiosear por la zona, cosa que no era muy bien recibida por los demás. Años atrás, hubo una gran inundación que provoco muchísimos desniveles a nivel del suelo y alguna que otra grieta profunda, por la que cualquier ignorante podría toparse y caerse, esperándole el duro final.
Aun así, Sebas, caminó lentamente pero sin ninguna pausa y se dirigió al final del puente, dónde justo a sus pies se elevaba totalmente erguida cuán fortaleza infranqueable con dos torreones circulares y su portalón en el medio. Era la que por aquí se le conocía como Puerta de Palmas. Sin duda alguna era un gran atrayente para la comunidad y también a más de uno le produjo un quebradero de cabeza puesto que en ese lugar, se reunía la comandancia de entrada o salida de una zona pobre a otra más residencial, y si por un casual no te dejaban pasar por cualquier cosa extraña, te llevaban directamente a las dependencias subterráneas e incluso te dejaban morir allí si no tenías ninguna defensa creíble para el gobernador.
Sebas, era un chico muy adelantado para su edad, a pesar de tener solamente 15 años. Ayudaba en su casa en todo lo que podía a su pobre madre ciega, y daba de comer a las cuatro gallinas, un burro huesudo, y un pequeño cerdo que tenían en un medio corral hecho de flor de espino. Todo ésto mientras su padre, soldado del escuadrón de los aguilas dorados, se encontraba en tierras lejanas luchando para la patria.
Solía ir a que Don Anacleto le enseñara la cartilla que tocaba en ese día pero el pobre chaval siempre estaba muy por detrás de sus compañeros de clase. Quizá no sabía de letras ni palabras pero le interesaba más saber como iba creciendo el paisaje, que próxima batalla le tocaba librar a su padre o que le depararía el futuro, aunque sin aprender las cuatro fórmulas, pordioseando se veía.
Su mayor sueño era el poder traspasar las puertas de la ciudad con el fin de poder subir a la montaña ajardinada, que es donde la mayoría de los guerreros tenían sus aposentos y a sus mujeres que les cuidaban y les ayudaban a entrenar para sus futuras contiendas con poblados vecinos.
Una mañana, notó un gran estruendo que provenía del cobertizo donde dormía su hermana menor. Se calzó, y tan rápido y cauto a la vez, se dispuso a observar que estaba pasando tras el agujero de la puerta de la alacena que se comunicaba con la del gran salón.
No se lo podía creer. Su madre y abuelo, estaban hablando con un arquitecto que venía a procurar los servicios de su hermana para un asunto bastante delicado. Eso es lo que pudo escuchar porque su madre se percató de que había algún moscón expiando y en ese momento, como si no fuera la cosa, pegó un portazo a la puerta y Sebas se quedó con las ganas de saber el resto, además de salirle un chichón en la cabeza que ni el más jugoso filete de ternera se lo haría bajar en días.
El jóven se retiró caminando lentamente augurando que algo malo podría estarle pasando a su hermana y del miedo que sintió, decidió esconderse bajo los escalones del granero.
La mala suerte se apodero de Sebas, que se quedó dormido durante más de una hora y al despertar, el desolador lugar en donde estaban reunidos su hermana y ese señor, hacia juego con el tremebundo sonido del silencio.
Corriendo, salió en busca de tan esbelta niña con ínfulas de mujer y hermana para preguntarle qué pasaba...
-Me voy mi querido Sebastián, no me queda mucho tiempo que perder en esta ardua tierra de jornaleros.
-Y por qué te vas mi hermana? acaso no eres feliz aquí entre encinas y murallas??
-Si mi querido hermano, pero es muy difícil de explicar ahora. Solo ten fe en que regresaré muy pronto y te obsequiaré con las mejores empanadillas dulces que jamás haya probado tu golosa boca.
-Gracias mi hermana pero vuelve pronto, por favor.
Esas fueron las últimas palabras que mantuvo con ella tras fundirse en el horizonte sobre su carro tirado por Sesmerón, que era un burro con muy malas pulgas pero que para transportar bártulos, bien que valía.
A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol se filtraban por la madera de su ventana, se comenzaron a escuchar cantos femeninos que seguro que eran de las chismosas lavanderas que se dirigían con paso seguro a lavar los trapos sucios, tanto literales como reales, al lago del Fuerte de San Cristóbal.
Sebas, que enmudeció a su familia al preguntarle por el paradero de su hermana, hizo de tripas corazón e intento seguir como pudo a aquellas chismosas mujeres para ver si alguna le podría dar la pista que necesitaba para saber del por qué de la repentina marcha de su hermana.
Y e ahí que entre tanta cancioncita absurda, piedra de lavado y agua clara, a la más chinchorrera del grupo se le arrancaron estas palabras: -pos a la hija del señor Engracio, la han mandao pa la sierra de San Pedro, así es que no veas la suerte que ha tenio la joia criatura. Y eso que parecía tonta¡¡¡¡ jajajajajaja
Al unísono esas patéticas risas que al referirse a su hermana le dolían como si un puñal se le clavara en el corazón miles de veces dieron paso a la tranquilidad de saber la verdad que él quería escuchar.
Pero para qué se la llevaría un señor a esa zona, que era siempre cañón de contiendas entre clanes medievales de la Lusitania?. Necesitaba saberlo y sabía que entre estas fortalezas jamás podría encontrar la verdad así es que solo le quedaba el remedio de escaparse cuando las ánimas nocturnas vinieran a velar los sueños de los mortales.
Y así lo hizo. Cuando no había mas que oscuridad y alguna que otra antorcha encendida por las calles, Sebas agarro su zurrón y le metió dos mendrugos de pan y un trozo de tocino añejo. Se dirigió al cobertizo de los caballos y desató a Cabestro, que era un potro que él educó desde muy pequeño. Seguidamente, antes de salir de la pequeña granja en dirección a la sierra de San Pedro, se santiguó arrodillándose frente a dos piedras con una imágen de la Virgen de la Soledad hecha de granito y mirando al cielo rezó todo lo poco que pudo aprender en su escasa estancia en la escuela. Se limpió la mejilla de una lagrimilla que se la había arrebatado el sentimiento tan fuerte de cariño que sentía por su hermana y se levantó comenzando a caminar a paso ligero por un sendero estrecho y empedrado al que le llamaban camino viejo de San Vicente, pues era el inicio en la búsqueda de su familiar más preciado.
Fueron días muy duros, complicados, de racionalizar los víveres, de intentar que el caballo no decayera por las caminatas tan copiosas y duras en esos caminos empedrados y por los pastizales, aun verdes pero llenos de mosquitos y de insectos que a más de uno les dio una sorpresa no muy grata.
Tras cuatro días mal durmiendo en la intemperie, sufrir un robo nocturno de algún bandolero de poca monta y tormentas de granizo incluidas, llegaron a una villa que estaba situada a lo alto de una montaña. Era como si en realidad, las casas que se divisaban en el lugar donde se encontraba Sebas, estuvieran abrazadas por las inmensas colinas que las bordeaban.
Se dijo: -Creo que hemos llegado. Y seguidamente, tras quitarle los pocos aperos vivos que les quedaron en el viaje de encima de Cabestro, con el corcel en su mano comenzaron a andar muy despacio y contemplando con vivos ojos la inmensidad de aquel lugar. Sus pies estaban ensangrentados y doloridos de tanto caminar.
De repente unos trotes muy rápidos se acercaban más veloces detrás de Sebas y como pudo, antes de verse empotrado contra aquellos soldados intentó apartarse lo mas rápido posible, lo que le llevó a tirarse a una zona llena de plantas de ortigas y que Cabestro por el miedo que pasó saliera huyendo despavorido sin rumbo fijo.
-NOOOOO¡¡¡¡¡ esto es lo que me faltaba¡¡¡¡, dijo Sebas con voz de desánimo.
De pronto, un joven con ropajes de aldeano se dirigió a él y le tendió su mano, a la par que le saludaba diciendo: Soy Pablo, hijo del maestro Castro, y tu quien eres??
El pobre Sebas enmudeció por momentos, fruto del miedo que supuraba todo su ser y porque su caballo se había perdido en mitad de los barracones donde se encontraban, pudiendo ser víctima de una caída mortal. En definitiva, se encontraba dolorido, sin comida, sin su medio de transporte y sin saber a ciencia cierta en dónde se encontraba... no era muy alentador el panorama
Un gesto del aldeano hizo que Sebas volviera en sí y continuó hablando: -tienes la cara y las manos irritadas de esas dichosas plantas en las que estabas tirado, vamos a la fuente que esta ahí delante para que te puedas refrescar un poco.
Caminamos como cinco minutos sin decir nada el uno al otro, y nos paramos justo delante de una pequeña casa circular con una cruz en lo alto y que justo por dentro se podía escuchar el sonido del agua caer.
-Esta es la Fuente del Caño, muy común por aquí señorito... meta usted sus manos y lávese la cara, verá como le hará bien.
Se quedó perplejo porque no sabía muy bien como alguien podía llamarle señorito y porque no era el único que utilizaba esa fuente, eso se veía a la legua puesto que por el mismo camino venían como hormigas más de veinte señoras con sus cubas en la cabeza, cosa que le pareció curiosa.
-Es que es la única forma que tenemos de beber los aldeanos y tener limpias nuestras casas, además de nuestros ropajes y cuerpos, señorito.
-No me llames señorito, le dijo Sebas, y me gustaría saber cual es esta villa que en lo alto de su colina tiene como vigía aquellos muros tan majestuosos¡¡
-Pues déjeme que le diga que estamos en la villa de Alburquerque, cuna de aldeanos y soldados medievales, y que ahora que lo dice, esos muros a los que usted alude en su pregunta están sumamente tristes como todos nosotros.
Prefirió callarse pues no quería que Pablo le contara ninguna penuria de su aldea ya que Sebas estaba buscando a alguien tan importante para él que nada tenía que ver con sus supersticiones aldeanas.
El joven, comenzó a andar un poco más adelante a pesar de la enorme picazón que sentía en todo su cuerpo, y sus pies quemados fruto de su larga andadura pero sabía que tenía que seguir hasta la sierra de San Pedro y si oscurecía ya le sería imposible proseguir, y menos sin caballo y sin apenas algo que llevarse a la boca.
Al rebasar aquella fuente, vio como aquellas mujeres se le quedaban mirando de manera rara, y eso no le gustaba demasiado, pues le hacían sentir distinto, como si estuviera endemoniado.
Se giró y pregunto al noble aldeano: -Oye, me queda mucho para llegar a la sierra de San Pedro??.
En ese momento una suave carcajada salió de la boca de Pablo que con su simpatía la explicó que ya se encontraba dónde quería.
A Sebas aquellas palabras le sonaron a gloria, tanto así que beso la mano del aldeano a modo de agradecimiento.
-Pero... por que venís desde tan lejos a esta humilde aldea, buscáis algo en particular?
-Si, busco a mi hermana. Una mañana sin mediar apenas palabra, osó llevársela por orden de mi abuelo y madre, y escuché a unas señoras que la traería a esta sierra. Tú sabes algo?.
-Bueno señor, yo sé que la aldea está muy revolucionada porque las murallas, torres y portones del Gran Castillo de Luna, el que usted vio en lo alto de la colina, que nos defendía con su inmensidad... esta apagándose cada día más.
Sebas no sabía que quería decir con su palabrería pero antes de hacer la pregunta de rigor se le adelanto el noble aldeano diciéndole: -Si viene buscando a su hermana, es probable que la pueda encontrar en casa del arquitecto, que vive en el intramuros, villa adentro. Hace días llegó con una jovencita bastante lozana cargada de bártulos llenos de flores y achiperres de pintura. No se pero quizá pudiera ser ella.
A Sebas se le dibujo en la cara una sonrisa que le ayudó para adentrarse en aquella villa junto a su nuevo amigo y delante del portón del arquitecto pegó dos golpes.
En dos segundos de silencio se abrió chirriante la puerta de madera un tanto carcomida por las chinches y apareció un señor robusto de pelo corto y con un traje un tanto fuera de lo normal. No era un traje como los que usaban en la época, tanto así que se quedaron maravillados los dos chicos, como si hubiesen visto un fantasma. Y es que el señor llevaba puesta una gran capa roja y negra que era lo único que tapaba su desnudez junto con unos botines acabados en punta redondeada, así como de caracol: -Queréis algo chavales??
Hubo un gran refunfuño por parte de Sebas y de Pablo ya que lo de "chavales" le había sonado a un gran insulto pues era una palabra que desconocían por completo y algo así no podían tolerarlo, pero de pronto, antes de que ese refunfuño se convirtiera en una contienda, a lo lejos de la sala se comenzó a vislumbrar la silueta de una dama bastante bella y muy elegante.
En ese momento se escuchó una voz bastante aguda de una mujer que llamaba a gritos al noble aldeano Pablo, que sin apenas poder despedirse se largó corriendo como alma que lleva el diablo.
-Pero si es Isabel¡¡¡¡... aunque la duda lo asaltaba por momentos porque aquella Isabel era muy distinta a la cual lo había dejado en su ciudad.
Tenía el pelo rizado, una falda morada acabada en cascabeles y un trozo de tela que le tapaba las vergüenzas más propias de las chicas de su edad. En su cabeza llevaba un turbante azul turquesa que le tapaba gran parte de su cabellera rizada. Y para colmo olía a flores y su cara y labios estaban marcados con pinturas. No sabía si pellizcarse para ver si estaba soñando o seguir adelante, ya que al menos había encontrado lo que quería.
Cuando su mirada se cruzó con la de Isabel, ésta pegó un grito y se abrazo a su hermano fuertemente.
El señor del vestido raro, se adentro en su sala no sin antes comentarle a la dama que debería estar al anochecer para seguir con el trabajo.
Caminaron hasta unas laderas llenas de arboles donde los fosos del enorme castillo se posaban en sus mantos de hierba y Sebas se acomodó en una piedra caliza que hizo las veces de silla de madera. Sin quitarle un ojo maravillado a su hermana le dijo:
-Pero que te has hecho hermana mía? es que estamos en otra era o algo parecido? o es que aquí en esta tierra todos son igual de raritos?.
-No mi querido hermano, soy tu hermana... Isabel... la misma, solo que he cambiado para mejor... o eso creo. Llevo ropajes dignos de una hechicera como soy yo y me perfumo con esencias hechas por alambiques y embudos con las mejores flores y hierbas de estas tierras.
Ese hombre que vino a buscarme, quiere que le ayude en un proyecto un tanto complicado y que está causando estragos entre las gentes de esta villa y a cambio, el me proporciona todo lo que ves y hueles ademas de alimentar gratamente no solo mi cuerpo sino también la ilusión de ser una gran curandera vidente.
Sin saber que decir, Sebas comenzó a pensar que su hermana estaba volviéndose loca y que había sido objeto de algún conjuro de las brujas de la zona, púes no tenía crédito lo que por momentos escuchaba salir de la boca roja intensa de su hermana.
-Sebas, sé que parezco loca, ni yo misma me lo puedo creer pero es verdad, el castillo de Piedra Luna es un lugar sagrado para estas gentes y cuenta la leyenda que si estos lugareños no hacen nada por conservarlo, un arquitecto vendrá a la zona ataviado de grandes planchas de hierro para transformar lo que ves en algo que no es.
A cada palabra que Isabel pronunciaba, más asombrado se quedaba su hermano sin saber como reaccionar.
-Hermano, quiere que gracias a mis conocimientos de magia me adelante a los acontecimientos y yo le ayude a transformar esta fortaleza en una hospedería para aliviar el cansancio de los transeúntes y forasteros adinerados que así le hagan ser el hombre más rico y poderoso de la villa de Alburquerque y someter a todo el mundo a sus trabajos.
Por un momento Sebas comenzó a sentirse mal, sobre todo al pensar que su hermana podría ser cómplice de un señor que solo buscaba hacer daño a costa de dinero y eso no era algo que habían aprendido de su madre ambos hermanos.
-Tenemos que huir hermana mía, no dejes que ese señor lleno de sed de oro y desdicha te abrace con su manto de tristeza y desolación. Y mucho menos pienses que ir por el camino fácil te hará ganarte la credibilidad de la gente ante tu magia, cura o videncia, pues conseguirás todo lo contrario. Ve a su casa y esta noche espera mi señal en lo alto del torreón, donde permaneceré escondido. Será entonces cuando los dos huyamos camino a través y veremos dónde nos lleva el destino.
Cayó la noche y la mujer se disponía a sacar sus artilugios de magia a la par que el arquitecto con ropajes raros hacia marcas con un punzón en un trozo de papiro, apuntando números y letras muy raras.
En la ventana se divisó un destello que parecía provenir de una de las torres de la fortaleza alburquerqueña y sin más, Isabel le obsequió al arquitecto con una bebida de plantas medicinales que según ella le revitalizarían el doble para estar mejor a la hora de rendir en su dura noche de trabajo. Eso en teoría porque la realidad era que se cayó redondo en la mitad de la habitación... - Ja, si es que el remedio de valeriana, hierba luisa, tila a doble ración de mi tia Casilda no falla nunca, te deja dormido en un santiamén.
Aprovechó para salir despavorida a reunirse con su querido hermano que cuando se vieron, se estrecharon fuerte uno contra el otro y sin más ni más, corrieron hasta el amanecer en dirección Badajoz...
Cuando ya el manto de la noche no dejaba ver a la villa de Alburquerque, Isabel apoyó su cabeza en el hombro de su hermano y le dijo con voz menuda: -Nunca dejaré que la magia rompa el curso de la historia... nunca.

Año 2007... y parece que la historia ficticia de lo que pudo ser y no fue, ahora se vuelve real, porque es en ese año cuando muchos supimos que las grandes piedras que conforman tan grandiosidad de fortaleza medieval ya no tienen el calor del público más curioso por saber que grandes batallas se realizaron desde las alturas y tras sus portones. Sus pasillos han enmudecido, oscurecido y dejado paso a la incertidumbre del acoplo de la cruel modernidad de la vida.
Esos muros que han llenado hojas y hojas en blanco de historias reales contadas por los lugareños y no tan ciertas, como es en este caso, quieren ser víctimas de los mismos seres que en su día las levantaron... el HOMBRE.

-Ayy Luna llena... Ayy blanca y radiante... no dejes que tu luz pura deje de posarse en las piedras de tu Castillo... no permitas que las luces del hombre aplaquen su belleza...
Vigila y no consientas que se adentre el azote del progreso... en la "majestuosidad infranqueable" de tus piedras alburquerqueñas.

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